Leyendo la prensa doy con la declaración de la cantante Miley Cyrus quien ha reconocido ser bisexual. Reconozco que nunca he escuchado su música, que las únicas referencias que tengo son las positivas de cuando ella actuaba en la famosa serie infantil de Disney Channel, Hannah Montana. Sé que tras su paso por aquel exitoso programa su carrera tomó un vuelco de modo que los padres de familia que antes permitían que sus hijos vieran y escucharan a la actriz y cantante ahora más bien recomiendan otras cosas de verdadero provecho.
 
Al tener noticia de la declaración de Miley pensé en cuántos jóvenes y chicas, por el solo hecho de que su cantante favorita ha dicho lo que dijo, se plantearán tener experiencias análogas o verán de modo diferente esa preferencia sexual... Vaya, que pensé en la repercusión y consecuencias prácticas que las palabras de una persona famosa puede tener en la vida de millones de personas. Y eso me entristeció un poco.
 
Pero por las mismas fechas me topé con una entrevista que el programa de CNN, Cala, realizó al también actor y cantante Eduardo Verástegui. Eduardo pasó por los estudios de CNN para promocionar su película Little Boy. Pero el conductor del programa también dedicó parte del mismo para tratar una virtud que escasamente encuentra espacio en la prensa: la castidad.
 
Eduardo explicó las motivaciones por las que lleva 13 años viviendo la castidad. Una de ellas, a mi juicio de las más hermosas, es cuando afirmó que se trataba de una promesa de fidelidad a su esposa que aún no conoce. Esta frase, de hecho, se convirtió en un contenido más o menos viral en las redes sociales.


Tras ver el video de la entrevista a Eduardo Verástegui la pena por lo de Miley Cyrius se transformó en un recuerdo de aquello que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: Dios puede permitir un mal para sacar un bien mayor. Y ahora a rezar por ella. ¿Qué pasaría si Dios tocará el corazón de una persona como ella (como sucedió con Verástegui)?