Hace unos meses me hacía eco de una bonita historia del actor Alec Guinness durante el rodaje de unos episodios del Padre Brown en Francia que ilustraban lo que significa el sacerdocio católico.
Ahora descubro que es probable que, en nuestros días, cuando todo empuja a las mujeres solas y en dificultades a abortar a sus hijos, Alec Guinness no hubiera llegado a ver la luz del día.
Resulta que en 1914 una tal Agnes Cuff, una mujer joven y pobre, con pocas perspectivas de mejorar su posición, se quedó embarazada de un hombre que se desentendió del asunto. Agnes estaba sola, era pobre y se había quedado embarazada. Una situación en la que, hoy en día, todos le hubieran presionado para que abortara.
Agnes, no obstante, trajo al mundo a un niño, inscrito como Alec Guinness en el apartado destinado al nombre de pila y en el que el apartado del apellido paterno y del nombre del padre quedaron en blanco.
El muchacho nos ofrecería magistrales actuaciones, desde el Puente sobre el río Kwai hasta Obi wan Kenobi en la Guerra de las Galaxias. Y una pregunta nos asalta: ¿cuántos grandes actores nos hebremos perdido por culpe de los millones de abortos que se cometen en el mundo? ¿cuántos artistas, músicos, inventores, médicos, pensadores, etc., nos hemos perdido por culpa del aborto?
El vacío, el empobrecimiento, que deja el aborto, aunque silencioso, no por ello es menos real.
Por suerte, Agnes Cuff eligió el camino de la vida. ¿Se imaginan Stars Wars sin Alec Guinness como Obi wan? Definitivamente, yo no.