En esta semana, con esta nueva ley del aborto aprobada, no podía menos que hacer algunos comentarios; no pretendo hacer un análisis exhaustivo de la misma, sino algunas reflexiones a vuela pluma

En primer lugar, las cuestiones que salen en las portadas no suelen ser las fundamentales, sino las más extravagantes como las bajas por menstruación o algunas llamativas como que las menores puedan abortar sin permiso paterno, que en realidad, pese a lo incoherente y escandaloso de la medida lo llevan haciendo ya hace desde más de 20 años. Una de las primeras mujeres que atendí de Proyecto Raquel había abortado allá por el año 2000, con 15 años, antes incluso de la Ley Aído en la Seguridad Social y sin conocimiento alguno de sus padres que, a día de hoy, siguen sin saberlo. Y no solo eso, se aborta incluso en contra de la decisión de los padres de la adolescente, así que no va a ser una novedad en cuanto a la aplicación, aunque sí en cuanto a lo que se quiere transmitir con ello.

Lo primero que hay que decir es que esto no es una ocurrencia de Irene Montero, como la ley de 2010 no fue una ocurrencia de Bibiana Aído, es parte de un plan, desde mucho más arriba, un plan que lleva muchos años progresando y que, insisto, no se trata de ser conspiranoico, se trata de una conjura contra la vida y el que no quiera verla está ciego. Una conjura que nos describe San Juan Pablo II en la Evangelium Vitae y una conjura que nos han revelado algunas personas conversas que han formado parte de ese diabólico plan. Irene Montero es solo una pieza, una servidora, hace su papel, se asegura un puesto en el futuro y su situación económica de por vida.

El tema de las menores hace referencia a varias cuestiones:

Otro tema importantísimo: aborto garantizado en la Sanidad Pública. Esto también tiene persigue varios objetivos. Brevemente se me ocurren tres:

Pese a la gravedad de lo que supone esta ley, esta nueva vuelta de tuerca, pienso que al aborto le queda poco, que están apretando tanto la cuerda que está pronta a romperse, Dios lo quiera; Dios permita que nuestros ojos vean el final del mayor genocidio y atrocidad que el hombre (sí, digo hombre porque hombre en castellano significa ser humano en sus dos sexos, hombre y mujer) ha perpetrado en toda la historia de la humanidad.