La progresía posmoderna nos lo ha robado todo y los católicos seguimos tan cómodos en nuestra intimidad endogámica. Reclamo a quienes más saben un poco de acción educativa sobre las masas cretinizadas, entre las que me incluyo. 

Por ejemplo, el señor De Prada debería hablar más de Robert Walser y de Vincent Van Gogh o Cézanne que de Castellani y Bernanos. He puesto dos ejemplos extremos: un autor fetiche para las élites intelectuales del progresismo exquisito, Walser; y un pintor de fama universal, Van Gogh.

(Cézanne solo tenía paz verdadera durante la Santa Misa, pero no hablaré de él).

Dejemos a Tolkien, que se vende muy bien él solito. Dejemos DE UNA VEZ POR TODAS la literatura y el arte católicos de nuestra época, este caos posterior a la Revolución Francesa.

Busquemos entre los muchos Van Gogh que nos han birlado y dejemos de andar con el lirio en la mano. Y, sobre todo, olvidemos a la pléyade de tristes ilustrados, resentidos contra la Iglesia y contra España, afrancesados y masones de capa y espada y gesto hastiado, ese hartazgo henchido de soberbia -no de vanidad, de soberbia- que perdona la vida a Pemán, Panero -Leopoldo- o Manuel Machado, el bueno.

Nadie, repito, nadie más cristiano que el suizo Robert Walser. Sus relatos ínfimos, su teología del servicio y de la máxima humildad, su amor apasionado por lo pequeño y olvidado... "Quien quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor". Este es Walser. Algún imbécil lo ha catalogado como un enajenado defensor del más abyecto servilismo. Y luego vienen los Vila Matas a complicar lo que es sencillo y claro. "No me complique ni diga usted lo que yo no digo; diga lo que digo y que usted no comprende", le diría Walser. Lean "Sueños", en la editorial Siruela. Encontrarán La Paz de Cristo y un retrato del Hijo del Hombre que quita el hipo.

Y nadie más cristiano que Van Gogh, pintor elevado a los altares de la posmodernidad por cretinos sin Dios ni dignidad. Vincent fue pastor protestante y, simplemente, cambió la Biblia por el pincel. Esto lo ocultan los críticos y los estudiosos que desearían que Van Gogh no hubiera escrito "Cartas a Théo" -se lo recomiendo vivamente-. Van Gogh es un cristiano mártir que conocía todos los códigos de la pintura tradicional cristiana: amarillo dorado para la divinidad (aplicado con gran intención a un retrato de su Padre); las barcas y el mar; la siega y el trigo y la cosecha; el sol de justicia... ¿Necesitan algo más evangélico?; la noche clara y los cipreses oscuros como lenguas de fuego verde... Walser y Van Gogh se unen en el cuadro de la habitación del artista y en la teología crística de "Los girasoles".

Me faltan las palabras y me sobran los deseos. Como Robert Walser dejaré de escribir y pasearé. Las palabras manchan. Por eso él acabó escribiendo a lápiz con letra casi microscópica. Y luego se enterró en silencio en el manicomio de Herisau. 

Su amigo Carl Seelig lo resucitó para los amantes del olvido y la añoranza.

Van Gogh, un fuego que ardía como Nietzsche, comprendió demasiado pronto que la filosofía había asesinado a Dios y se pegó un tiro.

Pido la beatificación de los tres.