En los países comunistas se suele debilitar a la familia por varias vías, para que el individuo quede solo y aislado frente al poderoso Estado. Tradicionalmente se ha hecho con el divorcio fácil, difusión de la anticoncepción, pisos muy pequeños que desincentivan de tener más hijos, hablar mal del pasado precomunista (quitar autoridad a los abuelos, más religiosos, que recuerdan viejos tiempos...)

Pero lo que no suele suceder en países comunistas es que se organice un referéndum para implantar las uniones del mismo sexo y menos aún un negocio que beneficia a los rico y daña a las mujeres pobres como es el vientre de alquiler. Eso es lo que ha hecho Cuba, juntando lo peor de dos mundos, el comunista y el liberal hedonista.

En Cuba se organizó un referéndum en el que estaban llamados a las urnas 8,4 millones de cubanos adultos, registrados en el padrón electoral. Participaron 6,2 millones de personas, y votaron a favor de cambiar el Código de las Familias un 66,9% de los que votaron (3,93 millones de votos a favor, frente a 1,95 millones en contra, 33,1%). Los datos los da el Consejo Electoral Nacional, cuya transparencia y fiabilidad -los de una dictadura comunista- quedan a juicio de cada uno. Como se ve, los "síes" no llegaron a la mitad del censo.

Una participación de 6,2 millones sobre 8,4 en otros países se consideraría razonablemente alta, pero en Cuba es de las más bajas que se han visto.

No se podía hacer campaña por el "no"

El sacerdote Alberto Reyes, de la arquidiócesis cubana de Camagüey, sospecha que quizá "nunca se había dado una abstención tan alta”, según declaró a EWTN.

Alberto Reyes señala que el Gobierno cubano desplegó una gran campaña mediática a favor del sí, sin que hubiera “posibilidad de expresar opiniones defendiendo el no”. Eso "ha generado mucho disgusto entre la gente".

La abstención en un sistema sin garantías es una forma de protesta: “Hay personas que no están de acuerdo con el Código y prefieren no ir a votar”, mientras quisieron “castigar al gobierno en el sentido de ‘no voy a entrar en tu juego, tu circo, no me voy a prestar para eso’”, detalla el sacerdote.

Además, considera que la gente se siente cada vez más ajena al sistema que tomó el poder en 1959 y “por tanto ya no se siente con esa presión de tener que ir a cumplir algo que el gobierno quiere”.

Muchas personas, simplemente, sienten "indefensión" y se dicen: “¿Para qué voy a ir a votar si va a salir que sí?”.

“Esta indefensión, que es muy fuerte y muy profunda en este pueblo, ha salido el convencimiento de que no vale la pena porque no va a pasar nada, porque el gobierno se va a salir con la suya, porque da igual lo que hagamos”, explicó.

Sin embargo, los números indican que "aunque haya salido el sí o el gobierno haya dicho que salió el sí, esto no se sabrá nunca la verdad completa. En realidad el sí, como quiera que sea, no llegó al 50% de la población, por tanto en realidad sí hemos logrado alzar la voz y hemos logrado demostrar que sí podemos hacer algo por cambiar las cosas”, afirmó.

Los obispos señalan los males del nuevo Código

Los obispos cubanos pudieron expresar sus críticas al nuevo Código en 5 puntos:

- que implanta la ideología de género;
- que con el “principio de autonomía progresiva” facilita que "menores de edad, sin el consentimiento de sus padres, puedan asumir criterios clínicos quirúrgicos irreversibles como puede ser el cambio de sexo”.
- que establece la entrega de niños en adopción a uniones del mismo sexo;
- permite los vientres de alquiler;
- y deforma el concepto de familia al igualar la unión de hombre y mujer con cualquier tipo de unión.

Sin embargo, ni los obispos ni los oponentes a esta normativa pudieron difundir de ninguna manera relevante ni masiva su mensaje, en un sistema donde la democracia y representatividad brillan por su ausencia.