León XIV concluye su primer viaje apostólico dando gracias a Dios por sus huellas y detalles ocultos
Celebró misa ante 150.000 personas en el Beirut Waterfront, desde donde hizo un llamamiento a la paz dirigido a los gobiernos.

León XIV saluda a los asistentes a la multitudinaria misa en Beirut, último acto de su viaje apostólico a Turquía y el Líbano.
Ciento cincuenta mil personas asistieron a la misa celebrada por el León XIV en el Beirut Waterfront, en el último acto de su primer viaje apostólico, que ha discurrido por Turquía y el Líbano desde el jueves 27 de noviembre hasta este martes 2 de diciembre.
Un llamamiento por la paz
A la conclusión de la liturgia, el Papa se dirigió al mundo en un llamamiento centrado en la paz. Ha querido hacerse, dijo, "peregrino de esperanza", "implorando a Dios el don de la paz" para una tierra, el Cercano Oriente, "marcada por la inestabilidad, las guerras y el dolor".
Como el resultado de los esfuerzos por la paz "tardan en llegar", el pontífice invitó a los cristianos "a alzar la mirada al Señor que viene" y a "recorrer el camino de la convivencia, la fraternidad y la paz".
En cuanto a los gobiernos, dijo que la región "necesita actitudes nuevas para rechazar la lógica de la venganza y la violencia": "La vía de la hostilidad mutua y de la destrucción en el horror de la guerra ha ido demasiado lejos, con los deplorables resultados que están a la vista de todos. Necesitamos cambiar de camino, necesitamos educar el corazón para la paz... ¡Escuchen el clamor de sus pueblos que invocan la paz!".
Homilía
Antes de este llamamiento, en la homilía, León XIV pidió gratitud al Señor "por tantos dones recibidos de su bondad", así como alabanza, algo que "no siempre encuentra espacio dentro de nosotros". Paralizados por la "impotencia ante el mal" y por las dificultades de la vida, "nos sentimos más inclinados a la resignación y a la queja que al asombro del corazón y al agradecimiento".
- La misa del Papa en Beirut, en un minuto y medio.
Por eso insistió en su "invitación a cultivar siempre actitudes de alabanza y gratitud", en particular al pueblo libanés por la "belleza singular" de su país, una "maravilla" empañada por "el mal, en sus múltiples formas".
"La Palabra del Señor nos invita a encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche, tanto para abrirnos a la gratitud como para estimularnos al compromiso común en favor de esta tierra", animó el Papa Prevost.
Esas luces son "pequeñas" porque "el Reino que Jesús viene a inaugurar es un brote, un pequeño retoño que surge de un tronco (cf. Is 11,1), una pequeña esperanza que promete el renacimiento cuando todo parece morir. Así se anuncia al Mesías y, al venir en la pequeñez de un brote, sólo puede ser reconocido por los pequeños, por aquellos que sin grandes pretensiones saben percibir los detalles ocultos, las huellas de Dios en una historia aparentemente perdida".
Entre esos "detalles ocultos" del pueblo libanés, el Papa citó "su fe sencilla y genuina, arraigada en sus familias y alimentada por las escuelas cristianas; el trabajo constante de las parroquias, las congregaciones y los movimientos para responder a las preguntas y necesidades de la gente; los numerosos sacerdotes y religiosos que se dedican a su misión en medio de múltiples dificultades; los laicos, comprometidos en el campo de la caridad y en la promoción del Evangelio en la sociedad".
Por todos ellos, "hoy debemos decir como Jesús: '¡Te alabamos, Padre!'. Te damos gracias porque estás con nosotros y no nos dejas vacilar... Estamos llamados a cultivar estos brotes, a no desanimarnos, a no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero, a no resignarnos ante el mal que se extiende".
Por último, el Papa pidió que caigan "nuestras cerrazones étnicas y políticas" que "abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo", en aras de "un Líbano unido, donde triunfen la paz y la justicia".

Sin cerrazones étnicas ni políticas ni odios religiosos: así es la explosión de patriotismo que alentó el Papa en su misa de Beirut.
"Elevo mi acción de gracias al Señor por haber compartido estos días con ustedes, mientras llevo en mi corazón sus sufrimientos y sus esperanzas. Rezo por ustedes, para que esta tierra del Levante esté siempre iluminada por la fe en Jesucristo, sol de justicia, y, gracias a Él, conserve la esperanza que no declina", proclamó León XIV como colofón a su primer viaje apostólico.