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Padre e hijo, de Nueva Jersey y diáconos permanentes: superaron juntos la adicción al alcohol

Tony y Gez crecieron en un hogar donde el alcohol y las drogas estaban muy presentes

"Gez tiene la misma edad que yo cuando me ordenaron", dice su padre.ncr

Redacción REL
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La Concatedral de San Roberto Belarmino en Freehold, en Nueva Jersey (EE.UU), acogió el pasado 15 de noviembre la ordenación de nueve diáconos permanentes.

En un rincón de la iglesia estaba Tony Ford, un padre peculiar que sonreía radiante. Este diácono de 80 años, estaba sentado con su esposa Mary y, a su lado, sus hijos y nietos, que habían llegado a Estados Unidos para la ordenación de su hijo de 59 años, Gerard "Gez" Ford.

Un camino de transformación 

Lo singular del caso es que Tony y Gez tuvieron similares caminos de adicción, recuperación y conversión. Durante un tiempo, se habían perdido en la vida pero Dios los curó por caminos separados, y volviendo sus corazones hacia Él.

"El Señor es tan bueno, tan inteligente y tan maravilloso", dice Tony en National Catholic Register. "Gez tiene la misma edad que yo cuando me ordenaron". Atónito, añade: "Mi familia se había derrumbado. Estaba perdida. Era una basura. ¡Mira lo que Dios puede hacer con la basura!".

El anciano diácono creció en Manchester, Inglaterra, en los años 70. La imagen del Sagrado Corazón colgaba en todos los hogares católicos, todos animaban al Manchester United y no era raro ver niños en un pub. "Éramos católicos cultos", comentó su hijo Gez. "En el Reino Unido, diría que beber también formaba parte de la cultura en aquella época. Veía a los amigos de mi padre bebiendo, fumando, riendo y viendo fútbol. Pensé que me gustaría ser ese tipo de persona".

Cuando tenía menos de 10 años, Gez se emborrachó por primera vez. Poco a poco, se convirtió en una adicción. A los 16, había suspendido la mayoría de sus asignaturas del instituto y bebía casi a diario.

Gez en el momento de su ordenación de diácono.

Gez en el momento de su ordenación de diácono.ncr

"Llegaba y esperaba a mi padre", dice Gez. "Estaba borracho. Empezábamos a dar vueltas por la sala: mi madre lloraba; mis dos hermanas estaban nerviosas. El perro aullaba. Y luego nos íbamos a la cama", recuerda. "Al día siguiente, iba al colegio y él a trabajar".

Cuando sus padres le amenazaron con echarlo, "me alegré de irme", dice Gez. Se quedó con unos amigos durante meses y con el tiempo empezó a dormir en las calles de Manchester. A los 17 años, vender drogas era su gran ocupación a tiempo completo.

Tony tenía muchos problemas. "La bebida casi destrozó a nuestra familia, mi matrimonio y todo lo demás. Perdí mi negocio. Perdí la casa y los coches. Me despidieron seis o siete veces. Nuestra hija mayor se fue de casa, y la menor pasaba el menor tiempo posible".

Para la abuela de la familia, todo esto había sido suficiente. Recurrió a Al-Anon, un programa internacional de recuperación para familiares alcohólicos. "Ni siquiera recuerdo haber decidido ir. Fue como si yo misma hubiera perdido el conocimiento", dice Mary. "Recuerdo salir de la reunión y sentir como si me hubieran quitado un yunque de encima. Decidí seguir adelante".

Fue el principio de la curación de la familia. "Un día, se acercó a un hombre que yo conocía. Había logrado la sobriedad y me invitó a una reunión de Alcohólicos Anónimos (AA). Al principio fue lento, pero con el tiempo mi recuperación fue cada vez más profunda. Todavía voy a las reuniones", dice el abuelo.

Aunque nunca dejó de ir a misa totalmente, Tony empezó a volver a Dios. Tras asistir a una conferencia carismática de "Vida en el Espíritu", el Espíritu Santo reavivó su corazón. Finalmente, escuchó la llamada a convertirse en diácono y fue ordenado en julio de 2004. Hoy, su ministerio se centra en la recuperación de adicciones.

"Hubo al menos tres intentos de quitarme la vida. Buscaba un dulce alivio. Fue tan doloroso. Pensaba: 'Si no hay Dios, no tiene sentido. No hay esperanza'. Pero entonces, estaban mis padres...", recuerda.

Gez fue arrestado varias veces. Recuperó la conciencia tras un desmayo en la parte trasera de una furgoneta de la Policía. Sucio y cubierto de sangre, finalmente clamó a Dios. "No sé si existe... pero si existe, me rindo". En un instante, todo cambió.

"Supe con certeza que Dios existía. Sabía con certeza que me amaba, que me creó por amor y que quería que amara a su pueblo. En un momento singular, me invadió una paz que nunca antes había experimentado", confiesa.

Gez no fue a la cárcel esa noche. El policía lo llevó a casa y su madre lo envió a una reunión de Alcohólicos Anónimos. "Me encantaría decir: 'vivimos felices para siempre'. ¡La verdad es que me llevó décadas!", dice.

Se graduó de la Universidad de Manchester. Se unió a los Frailes Franciscanos de la Renovación y se mudó a Estados Unidos. Meses antes de sus votos perpetuos, Gez descubrió que Dios lo llamaba a otro camino. Conoció a su esposa, Nadine, y se casó con ella. Tuvieron tres hijos y, hasta la fecha, nueve nietos.

Gez también fundó Tabor House, un hogar para hombres que se recuperan de la adicción a las drogas y al alcohol en Trenton. Durante los últimos 23 años, Tabor House ha ayudado a unos 250 hombres en su recuperación. También fundó Carmel House, un hogar de transición para graduados de Tabor House.

Su mujer, Nadine, fue la primera en discernir el llamado a la vocación. Le hizo la pregunta: "¿Crees que te llama a ser diácono?". Gez respondió: "Rotundamente no". Ante la insistencia de su mujer, él prometió rezar.

Habló con sus padres y ambos le advirtieron de lo difícil que puede ser el diaconado para la vida familiar. "Cuando mi padre entró en la sacristía y empezamos a vestirnos, fue un momento muy profundo para mí. Apenas nos intercambiamos palabras", comenta Gez.

"Miré fuera y vi tantos rostros que habían venido a celebrar la Santa Misa. Tantas relaciones de diferentes orígenes, todas sentadas alrededor de la mesa, todas siendo tocadas de diferentes maneras por la abundante gracia del Señor", añade.

"Mi madre, como esposa y madre de diáconos, y Nadine, como nuera y esposa de un diácono, resplandecían de orgullo". Gez añade: "Pude ver un nuevo amor compartido entre ambas... tanto sacrificio, tanta confianza y fe".

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