Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Está especializado en atención a adolescentes con problemas de adicción al móvil

Marc Masip, psicólogo: los hijos «no deberían tener un smartphone con conexión antes de los 16 años»

Marc Masip.
El psicólogo Marc Masip es tajante: un adolescente no debería tener teléfono móvil antes de los 16 años.

C.L. / ReL

Marc Masip es el CEO y fundador del Programa Desconecta. Licenciado en Psicología, MBA y experto en adicciones a las nuevas tecnologías, tiene centros especializados en Barcelona y Madrid (110 y 90 pacientes, respectivamente, con edades entre 11 y 19 años) orientados específicamente a los trastornos adolescentes derivados de la dependencia respecto a los dispositivos móviles, con un colegio psicopedagógico, un hospital de día y un instituto psicológico.

Nunca antes de los 16

Son ya diez años de experiencia en el tratamiento de unos trastornos de conducta cada vez más extendidos y que le hacen ser muy tajante: los chicos "no deberían tener un smartphone con conexión a internet antes de los 16 años, porque antes no tienen el cerebro suficientemente desarrollado ni la madurez necesaria para utilizarlo".

Pero es que, además, "en realidad no lo necesitan". Es falso que sin él se queden aislados de sus amigos y compañeros: "Hay niños sin móvil que tienen amigos y niños con móvil que no tienen amigos", y "esas familias que dijeron: «Se lo doy porque todos los tienen» ahora se encuentran con un montón de problemas". El teléfono móvil es hoy la principal causa de petición de psicólogo para ayuda familiar en España.

Portada de Desconecta.

Desconecta: una propuesta de liberación del teléfono móvil.

Masip hizo recientemente estas declaraciones al diario El Mundo, donde pidió que el Gobierno regule el uso de pantallas. Que China haya prohibido a los menores jugar a videojuegos más de tres horas a la semana "es un avance, pero no suficiente: para los adictos, la solución es la abstinencia total".

Adicción a videojuegos

Pone nombres y apellidos a los videojuegos que considera "nocivos", que son "los que tienen componentes adictivos, como recompensas por la victoria, penalización si no se finaliza la partida, incentivos por jugar cada día, opción de pagar para ganar...": Fortnite, GTA, Call of Duty, Counter-Strike, League of Legends, Among Us, Clash Royale, Browl Stars o Fifa, en la parte de la compraventa de jugadores.

Los padres no son conscientes de los peligros que puede causar la adicción a los videojuegos: "Dar un móvil a un niño a los 12 años o dejarle jugar a videojuegos es ponerle en riesgo" de aislamiento, desmotivación, fracaso académico, falta de autoestima, agresividad, problemas de higiene y alimentación, estrés, ansiedad, depresión... "además de una merma en las habilidades sociales: estamos creando una sociedad de cobardes sin habilidad para relacionarse".

El efecto tóxico de Instagram

Señala que "las chicas juegan tanto como los chicos, pero el 95% de los adictos son chicos". Aunque ellas tienen otros problemas también vinculados a las pantallas. Una investigación de The Wall Street Journal publicada el pasado mes de septiembre dio a conocer documentos internos de Facebook que muestran que la compañía sabía que otra de sus redes sociales, Instagram, la que le consigue clientes jóvenes (el 40% de los usuarios es menor de 22 años) es tóxica para las adolescentes: “Un 32% de las chicas [y un 14% de chicos] dicen que cuando se sienten mal con su cuerpo, Instagram les hace sentir peor”, dice uno de los informes desvelados por el WSJ, fechado en marzo de 2020, que añade que "las comparaciones en Instagram cambian la forma en la que las jóvenes de ven o se describen".

Otros resultados de los estudios llevados a cabo por Facebook en los últimos tres años muestran que una de cada tres adolescentes empeora la imagen corporal de sí misma, con el resultado de incrementos notables de la ansiedad y la depresión. Un 13% de las jóvenes británicas con ideas suicidas (y un 6% de las estadounidenses) dejan huella de sus intenciones en Instagram.

La empresa de Marc Zuckerberg había descartado públicamente cualquier impacto negativo de Instagram. Pero nada que ver con la realidad: "Nos vienen casos cada vez más graves y complicados", confiesa Masip, y cita como ejemplo precisamente "una chica de 16 años que tenía una dependencia total a Instagram: se vestía como las influencers pero su cuerpo no era el mismo, así que tuvo anorexia nerviosa, se autolesionaba, la expulsaron del colegio porque estaba permanentemente revisando el teléfono..." 

En su opinión, que Facebook escondiese que Instagram era malo para los adolescentes "debería ser un delito y veremos si se depuran responsabilidades". 

La heroína del siglo XXI

Pero no se puede culpar solamente a los creadores de videojuegos o de redes sociales. El problema es social: "Hemos normalizado la adicción al móvil", que es "la heroína del siglo XXI", subrayó Masip hace algunos meses en una charla TED para concienciar de este problema.

Hay tres características básicas de esa dependencia: el síndrome de abstinencia, la sustitución de actividades (dejar de hacer algo que hay que hacer por estar enganchado al celular) y un 'quiero y no puedo' cambiar esa pauta de comportamiento. Un 77% de la población española declara alguno de estos tres síntomas.

Y lo que es peor: el 21,3% de los adolescentes españoles padece adicción a la red (por un 12,7% de media europea). "Por culpa nuestra", señala Masip, la generación de los llamados nativos digitales "creen que sin el móvil no hay vida... Esto es una responsabilidad nuestra". Y aunque pide regulaciones estatales que limiten alguno de los males que produce, destaca la importancia de la formación en el "buen uso" del teléfono móvil.

Lo real y lo humano, mejor que cualquier pantalla

Que consiste, ante todo, en ser consciente de que lo que proyectamos a través de las redes sociales está varios niveles por encima de lo que somos en realidad. Hasta que un día "te das cuenta de que soy esto [nivel bajo], vendo esto [nivel alto], a esto no llego y me frustro, y la frustración tiene dos amigas: la adicción y la depresión".

En el caso de los adolescentes, la inmadurez propia de la edad agrava el problema porque no se tienen instrumentos y experiencia de compensación. El móvil les ofrece un 100% de libertad (el primer contacto con la pornografía está teniendo lugar a los 9-10 años, recuerda Masip) pero con un 0% de conocimiento de lo que están haciendo: "Un cóctel perfecto para que explote".

Con el teléfono, "si no tenemos conocimiento, jamás seremos libres". Ese conocimiento consiste en "dar un pasito atrás en lo tecnológico y avanzar tres en lo humano... Ver, sentir, tocar, empatizar... jamás va a tener comparación con una pantalla. Mi único mensaje es que la educación de los más jóvenes sea fuera de las pantallas. Lo real siempre va a ser superior a lo virtual".

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