Conjuga las raíces feministas con cuestionamientos del aborto, vientres de alquiler, transhumanismo...
¿Es el feminismo hoy «antimujer»... y «antihumano»? La particular visión del feminismo reaccionario

El activista transgénero Danne Aro Belmont representa una de las corrientes que según Mary Harrington contradicen el mismo feminismo.
En los últimos años, la radicalización ideológica plasmada en la conocida ventana de Overton está mostrando alianzas que hace no mucho podrían resultar inimaginables. Muestra de ello es cómo la degeneración woke del progresismo está llevando a críticas compartidas por movimientos de izquierda ortodoxa tradicional, nueva derecha liberal y cristianismo. Incluso el feminismo interseccional y de género ha llevado a feministas de corte más clásico a darse la mano con posturas afines a la Iglesia y la maternidad que bien podrían haber considerado “heteropatriarcales” hace solo unos años.
Uno de los casos más representativos de este movimiento es el de Mary Harrington. Nacida en el Reino Unido, es una de las principales exponentes del conocido como “feminismo reaccionario”. Se trata de un concepto desarrollado por la autora en 2023 en Feminism Against Progress [El feminismo contra el progreso], planteando que el feminismo moderno ha sometido -y no liberado- a la mujer al capitalismo y la misma esencia femenina ha quedado anulada biológicamente -por la anticoncepción, la gestación subrogada o las transiciones de género- y desde lo teórico con los postulados transgénero.
Más empoderamiento ≠ mejores condiciones
Frente a las propuestas del nuevo feminismo, su postura “reaccionaria” cuestiona la idea de que mayores cotas de empoderamiento vayan a traducirse en mejores condiciones para la mujer, atreviéndose incluso a reivindicar el valor del hogar, la maternidad y los cuestionados “roles tradicionales”.
Entrevistada por la corresponsal en Europa del National Catholic Register, Solène Tadié, la escritora recuerda el choque que supuso en ella conocer ciertas contradicciones entre el feminismo clásico y el progresismo actual.
“Me propuse resolver esta contradicción leyendo la historia del movimiento feminista como una historia de cambio tecnológico, empezando con el impacto de la Revolución Industrial en la vida familiar”; explica.
Harrington descubrió que, antes de aquella revolución, en torno a mediados del siglo XVIII, la mayoría de las mujeres se desempeñaban en sus hogares y en el cuidado de sus hijos.
“La Revolución Industrial eliminó buena parte del trabajo cotidiano del hogar, lo que introdujo nuevos conflictos para las madres entre su responsabilidad económica y el cuidado de las personas dependientes de ellas”, cuenta la escritora, convencida de que el feminismo surgió entonces como una respuesta a dichas tensiones.

Mary Harrington, una de las principales exponentes del llamado feminismo reaccionario.
Aquel proceso habría desencadenado la primera división del feminismo. Por un lado se encontraban las llamadas “feministas del cuidado”, partidarias del llamado rol tradicional de la mujer como responsable de su hogar y asumiendo sus propias esferas como la educación, las tareas del hogar, el cuidado o las cuestiones morales. Entre ellas, podría destacarse a Sarah Hale. Por otro, las “feministas de la libertad” reivindicarían desde entonces su participación en las nuevas dinámicas del mercado laboral surgidas tras la revolución, empezando entonces a reclamar la equiparación de condiciones con los hombres.
La tecnologización del cuerpo, ¿fin del feminismo?
Sin embargo, dice Harrington, las diferencias sexuales de las mujeres siempre nos perjudicarán estructuralmente en una economía estrictamente igualitaria. Una dificultad que impulsaría a su vez la siguiente “transición tecnológica feminista”, y que en este caso se libraría en torno a los propios cuerpos de las mujeres: la píldora anticonceptiva y la legalización del aborto, definido por Harrington como un proceso de “tecnologización del cuerpo femenino y la tecnología”.
El problema de su planteamiento feminista clásico y reaccionario es que limita el concepto y trayectoria de feminismo a esa segunda ola. A partir de entonces, considera que las demandas del control de la fertilidad y natalidad “pusieron fin al feminismo propiamente dicho” y que, con la imposición de la corriente liberal a la del cuidado, comenzó un nuevo movimiento distinto.
“Se autodenomina feminista, pero es propiamente `biolibertario´, se dedica a la abolición del sexo como tal y, más allá de eso, al control tecnológico de la naturaleza humana”, describe la escritora.
El feminismo hoy, ¿antimujer y antihumano?
Más allá del mayor o menor impulso que tenga el movimiento feminista con el avance de la tecnología, la industria y el capitalismo, Harrington cuestiona que el propio feminismo haya asumido esa técnica para “rediseñar y mercantilizar los cuerpos y almas humanas”.
“En la medida en que el feminismo apoya este giro, es anti-mujer, de hecho, anti-humano”, denuncia, advirtiendo sin embargo de la existencia de corrientes internas que rechazan esa visión, como las que enfrentan la ideología de género o la gestación subrogada.

A la derecha, uno de los prototipos de Realbotix, empresa que busca humanizar a los robots humanoides en apariencia y conversación.
Entre estas corrientes se encontraría el llamado feminismo reaccionario de la entrevistada, que partiría de la la comprensión de que “las diferencias de género son reales, irreductibles y políticamente importantes”, así como de “la realidad de que [hombre y mujer] nos necesitamos mutuamente”.
“No existe una victoria definitiva de un sexo sobre otro, debemos aprender a convivir”, explica. “Ser una feminista reaccionaria implica el reconocimiento tanto de lo que nos hace humanos como de las distintas capacidades y vulnerabilidades de las mujeres, entendidas como poderes y no simplemente como un problema que se resuelve con tecnología”.
En este sentido, la escritora ha acuñado el término de “biolibertarismo”, haciendo con ello referencia a “un programa para dominar la naturaleza humana mediante la tecnología” seguido por el feminismo contemporáneo.
Para ella, la píldora y el aborto fueron “las primeras tecnologías transhumanistas convencionales” cuyo objetivo “no era restaurar la salud, sino interrumpirla en nombre de la libertad individual”.
Libertad a pocas, explotación a muchas
Desde la década de 1960, explica, “se ha vuelto evidente que el cuerpo de las mujeres es la primera línea del transhumanismo, y para las mujeres esto es un arma de doble filo: brinda gran libertad a unas pocas y nuevas formas de explotación a muchas”.
Es precisamente en este punto donde convergen las críticas del cristianismo y el feminismo clásico hacia el transhumanismo, si bien por razones muy distintas.
Mientras que el primero se basa en la concepción del hombre a imagen y semejanza de Dios y una cosmovisión tomista-realista de la naturaleza, lo que no siempre es aceptado por el feminismo. Por su parte, las partidarias de este último han contemplado como “los horrores propiciados por la experimentación transhumanista” -intentos de gestación masculina, mutilación, etc- han impulsado a confrontar desde el feminismo intelectual y honesto “los límites del igualitarismo impulsado por la tecnología”. Una confrontación que está llevando, en resumidas cuentas, a una visión realista en torno a las diferencias sexuales desde el feminismo.
Lo que aporta la Iglesia, visto desde fuera
Si bien Harrington no se considera cristiana, admite que el feminismo no comprende todo lo que se le debe a la Iglesia y al cristianismo. Empezando por la misma cosmovisión en torno a la dignidad de la mujer.
“En lo que respecta a las mujeres y la maternidad, encuentro la tradición de la devoción mariana profundamente rica y conmovedora. Es muy raro ver esa forma de amor no solo representada, sino venerada”, explica. También desde el plano intelectual el catolicismo ha cambiado su forma de apreciar la realidad, logrando elaborar argumentos sobre la naturaleza de hombre y mujer que antes de conocer la escolástica no lograba articular.
¿Podría el feminismo volver a ser lo que según Harrington fue una vez y valorar de nuevo la realización del hogar?
Para ella, la idea de que las mujeres tengan una agenda o interés conjunto, como colectivo suele ser “utilizada como un arma” en manos del mercado. Frente a ello, contempla con cierta esperanza irrupciones concretas como el incremento del teletrabajo y concluye llamando “dejar de intentar cambiar” lo normal.
“Muchas madres, según la etapa de su vida, terminan teniendo no una, sino tres carreras. Y esto también debería celebrarse, debemos poder reconocer y valorar lo normal y cotidiano como fuente de liberación”, concluye.