Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

¿Vale para algo la oración?

Madre Teresa de Calcuta.
El continuo gesto orante de la Madre Teresa lanzaba un mensaje muy claro sobre sus prioridades.

por Pedro Trevijano

Opinión

Las personas que defendemos la civilización de la vida frente a la cultura de la muerte estamos sufriendo derrota tras derrota: aprobación del aborto en Argentina, de la eutanasia en España, llegada a la Presidencia de los Estados Unidos de un presidente y una vicepresidenta claramente proabortistas, y todo ello pese a nuestras oraciones, por lo que uno no puede por menos de preguntarse: ¿valen para algo nuestras oraciones?

Por de pronto Jesucristo no nos dijo que con nuestras oraciones las cosas nos tenían que salir forzosamente bien. En Mt 10,16-23 y sus paralelos Mc 13,9-13 y Lc 21,12-19 se nos anuncian persecuciones, aunque también que “el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros” y “el que persevere hasta el final se salvará”.

Pero sigue pendiente la pregunta: ¿valen para algo nuestras oraciones cuando no se consigue directamente lo que pedíamos? ¿Todas las oraciones que se han hecho en Argentina contra el aborto y en España contra la eutanasia no han servido de nada? Es indudable que una persona con fe no puede aceptar la inutilidad de la oración. Y en este punto me ha servido de ayuda la charla de un sacerdote argentino que comentaba que él sí había notado el efecto de estas oraciones porque nunca había confesado tanta gente como en estos días, con cantidad de pecadores que volvían a los sacramentos tras largos años o personas arrepentidas de sus abortos. Y es que la gracia de Dios a veces puede desconcertarnos, pero ¡vaya si actúa!

Comentario del padre Rafael Pedro María García, de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, con ministerio en Córdoba (Argentina), sobre el valor de la oración, que Dios siempre escucha pero aplica en forma insospechada y desconocida para nosotros. Pone algunos ejemplos.

El secreto para alimentar la vida cristiana es la oración. La oración es el fundamento de la vida espiritual. Dios se merece que le dediquemos algunos momentos de nuestra vida. Nuestra oración suele hacerse de dos maneras: hablando con Dios con palabras nuestras, o por medio de oraciones fijas. A lo largo de mi vida, he podido experimentar muchas veces que cuando una persona descubre la oración, ello no sólo le hace avanzar en su vida espiritual, sino que le lleva a plantearse cómo servir a los demás más y mejor. Oración y acción basada en la oración creo que es el ideal de una vida cristiana. Pero aquí puede venir la tentación del activismo: a fin de dedicarnos más a los demás, reduzcamos el tiempo de oración. A Santa Teresa de Calcuta una de sus religiosas un día le dijo: “Tenemos mucho que hacer. ¿Por qué no acortamos media hora la oración diaria?” Ella le respondió: “Lo pensaré ante el Santísimo” y la solución fue una hora diaria más de oración. Y es que el activismo con descuido de la oración lleva fácilmente a la fase final de “Estoy haciendo el primo. Voy a servirme a mí mismo”.

Hemos de ser también conscientes de que mucho mayor que el amor que yo pueda tenerme a mí mismo, es el amor que me tienen Jesús y María y que, por tanto, cuando me entrego y me fío de ellos caigo en buenas manos, pues quieren lo que verdaderamente es lo mejor para mí, aunque a veces no lo entendamos.

No nos olvidemos tampoco del valor de la oración en común. Jesús nos dice: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18-20). El gran problema de la descristianización de nuestros países es que muchísimos padres no se preocupan en absoluto de la educación cristiana de sus hijos, ni les dan ejemplo, acompañándoles en la Misa, por lo que los hijos dejan muy pronto de ir. Y no hablemos de la oración en familia. Todavía recuerdo con horror un curso de Religión en mis últimos tiempos de profesor en que muchos no se sabían ni el Padre Nuestro.

Es indudable que las Iglesias de España y de Argentina están teniendo dificultades. Pero es muy posible que esas dificultades sean el instrumento del que Dios se sirve para nuestra recristianización. Cuando yo era seminarista se hizo muy famosa una frase del cardenal polaco Wyszynski, que había conocido la cárcel comunista y que dijo a sus seminaristas: “Rezad para que la Iglesia en Polonia siga teniendo dificultades”. Recemos para que Dios nos proteja a nosotros, a nuestra Iglesia y a nuestros países.

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