Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Alegría en el Camino Neocatecumenal por la canonización de Charles de Foucauld

Charles de Foucauld.
La espiritualidad y la misma vida de Charles de Foucauld (1858-1916) sirvieron de inspiración a Kiko Argüello.

por Ezechiele Pasotti

Opinión

El 15 de mayo de 2022 Charles de Foucauld, conocido como Hermano Carlos de Jesús y que fue proclamado beato por Benedicto XVI el 13 de noviembre de 2005, concluirá su camino a los altares y será proclamado santo, habiendo sido reconocido por la Santa Sede y aprobado por el Papa Francisco un nuevo milagro atribuido a su intercesión.

En esta breve nota queremos indicar el vínculo profundo que, aun en la especificidad de cada don carismático de Dios, existe entre este “hermano universal”, como ha sido llamado Charles de Foucauld –de cuya espiritualidad han salido 19 familias de laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas–, y Kiko Argüello, iniciador junto con Carmen Hernández del Camino Neocatecumenal.

Estos vínculos son varios y profundos, y van desde el momento de su conversión a la intuición de la vida oculta en medio de los pobres, del modo de estar como “pobres entre los pobres”, hasta el “sueño” de una capilla para la adoración en el Monte de las Bienaventuranzas… Trazaremos aquí, brevemente, los momentos más significativos.

El primero es el grito, la súplica a Dios en el momento de la crisis existencial, de la búsqueda de Dios: “Dios mío, si existes, haz que te conozca”, es la invocación famosa de Charles de Foucauld; “¡Si existes, ven, ayúdame, porque ante mí tengo la muerte!”, es la oración de Kiko. Él mismo dice: “Me preguntaba: ¿Quién soy yo? ¿Por qué existen las injusticias en el mundo? ¿Por qué las guerras?… Me alejé de la Iglesia hasta el punto de abandonarla totalmente. Había entrado en una crisis profunda buscando el sentido de mi vida… Estaba muerto interiormente y sabía que mi final, tarde o temprano, sería el suicidio”.  

Por medio del filósofo de la intuición, Henri Bergson, Kiko recibió una “primera luz” de la existencia de Dios. Entró en su habitación y se puso a gritar a este Dios que no conocía. “Le grité: «¡Ayúdame! ¡No sé quién eres!». Y en ese momento el Señor tuvo misericordia de mí, porque tuve una profunda experiencia de encuentro con el Señor que me sorprendió. Recuerdo que estaba llorando amargamente, las lágrimas caían, las lágrimas fluían…” Es la seguridad de la existencia de Dios.

Este encuentro, providencial para Kiko y para el Camino, se produjo por senderos que sólo Dios conoce: un teólogo dominico, el padre Aguilar, había recibido una beca de la Fundación Juan March para buscar puntos de contacto entre el arte protestante y el arte católico, ante la inminente celebración del Concilio Vaticano II.

Antes de emprender ese viaje a través de Europa y para prepararlo, el padre Aguilar quiso llevar a Kiko al desierto de Los Monegros, en Farlete (provincia de Zaragoza), donde se encontraban los Pequeños Hermanos de Charles de Foucauld. Aquí Kiko pudo conocer al padre R. Voillaume, fundador de los Pequeños Hermanos y leyó la vida de Charles de Foucauld, quedando fascinado, sobre todo, del descubrimiento de la vida oculta de Jesús y de la Familia de Nazaret.

Kiko, escuchando un discurso de Juan XXIII, tuvo la intuición de que la renovación de la Iglesia vendría a través de los pobres. “Convencido de esto y de que Jesucristo se identifica con los pobres y miserables de la tierra, me fui a las barracas de Palomeras”.  “Lo dejé todo y a todos”, dice Kiko, “también mi prometedora carrera de pintor, y me fui a vivir en las chabolas. En Charles de Foucauld encontré la fórmula para vivir: una imagen de San Francisco, una Biblia –que sigo llevando conmigo porque la leo todos los días– y una guitarra… De Charles de Foucauld aprendí la imagen de la vida oculta de Cristo, estar silenciosamente a los pies de Cristo, rechazado por la humanidad, destruido, ser el último y estar ahí a sus pies”.

Cuando Kiko fue a las barracas de Palomeras Altas, fue siguiendo las huellas de Charles de Foucauld en la vida oculta de Cristo, sin ningún programa de asistencia social. Cuenta Kiko: “No fui allí para enseñar a leer y escribir a aquella gente, ni para hacer asistencia social y ni siquiera para predicar el Evangelio. Me fui allí para ponerme al lado de Jesucristo. Charles De Foucauld me había dado la fórmula para vivir en medio de los pobres como un pobre, silenciosamente. Este hombre supo vivir una presencia silenciosa de testimonio entre los pobres. Tenía como ideal la vida oculta que Jesús vivió treinta años en Nazaret, sin decir nada, en medio de los hombres. Ésta era la espiritualidad de Charles de Foucauld: vivir en silencio entre los pobres. Foucauld me dio la fórmula para realizar mi ideal monástico: vivir como pobre entre los pobres, compartiendo su casa, su trabajo y su vida, sin pedir nada a nadie y sin hacer ninguna cosa especial. Jamás pensé montar una escuela o un dispensario o algo por el estilo. Sólo quería estar entre ellos compartiendo su realidad”.

Este momento será constitutivo y esencial para el anuncio del kerygma, que acompaña toda la evangelización del Camino: Dios nos ama y sale a nuestro encuentro, hasta a lo más profundo de nuestro ser pecadores, de nuestro ser “últimos”, para salvarnos. En esta intuición de Charles de Foucauld, que Kiko hace suya, tiene su fundamento su experiencia de Jesucristo y de su misión .

La canonización de Charles de Foucauld es una buena noticia para toda la Iglesia y para el Camino Neocatecumenal. Varias veces Kiko ha recordado que hay tres santos –y los tres franceses– que lo llevaron a las chabolas: Teresita de Lisieux, Isabel de la Trinidad y Charles de Foucauld. En el mensaje que la Virgen le dará: “Hay que hacer comunidades cristianas como la Sagrada Familia de Nazaret que vivan en humildad, sencillez y alabanza. El otro es Cristo”, la humildad está representada por San Charles de Foucauld, la sencillez por Santa Teresita del Niño Jesús y la alabanza por Santa Isabel de la Trinidad.

Hagamos presente ahora una inspiración que se cumplirá 50 años después y que es muy profunda. Kiko mismo la explicó durante una convivencia de obispos en el Monte de las Bienaventuranzas: “Nosotros hemos realizado un sueño, digamos así, una gran idea; es decir, que en el Monte de las Bienaventuranzas haya una capilla para la presencia real y permanente de la Santa Eucaristía. Nosotros, el Camino Neocatecumenal, que tiene como imagen la Sagrada Familia de Nazaret, hemos visto con sorpresa que estamos muy cercanos al beato Charles de Foucauld que quiso, tuvo la intuición, la misión de la vida oculta de Nazaret… Charles de Foucauld me impresionó por su intuición sobre la vida escondida de Cristo, por la Familia de Nazaret… Esta es otra pincelada… Ahora, aquí, inauguraremos una capilla. Charles de Foucauld pensó comprar este sitio porque sentía de Dios que en el Monte de las Bienaventuranzas tenía que haber una capilla con la presencia constante de la Santa Eucaristía, día y noche.

El hermano Charles pasaba largas horas de oración contemplativa ante el tabernáculo. En sus escritos espirituales se ve este deseo, esta pasión por estar cerca de la presencia de Cristo.

“La adoración… esa mirada silenciosa más elocuente que mil palabras… esa mirada silenciosa que encierra la más apasionada declaración de amor…” (Escritos Espirituales, p. 59).

“Mi Señor Jesús, estás en la Santa Eucaristía: ¡Estás ahí, a un metro de mí, en este ostensorio! Tu cuerpo, tu alma, tu divinidad… ¡Qué cerca estás de mí, Dios mío! Mi salvador, mi buen Jesús, mi hermano…” (Escritos Espirituales, p. 69).

“Dios mío, dígnate darme un sentimiento continuo de tu presencia, y al mismo tiempo este amor temeroso que se experimenta en presencia de lo que se ama apasionadamente y que hace que no se puedan separar los ojos de la persona amada” (Escritos Espirituales, p. 51).

Precisamente con relación a esto Charles de Foucauld escribió: “Creo que es mi deber esforzarme por adquirir el probable lugar del Monte de las Bienaventuranzas, para asegurar su propiedad a la Iglesia, cediéndola después a los Franciscanos, y también el de esforzarme por construir un altar donde, perpetuamente, se celebre la misa cada día y esté presente Nuestro Señor en el Tabernáculo…”

Sobre esta intención el santo reflexionó y rezó mucho, y escribió la fecha en la que la hizo: 26 de abril de 1900, fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo. Él está profundamente convencido que su vocación de “imitar lo más perfectamente posible a nuestro Señor Jesús, en su vida oculta”, con una consagración más radical y definitiva, la recibirá aquí, en el Monte de las Bienaventuranzas. “Allí podré infinitamente más por el prójimo, por mi solo ofrecimiento del santo sacrificio… colocando un tabernáculo que con la sola presencia del Santísimo Sacramento santificará invisiblemente los alrededores, de la misma manera como nuestro Señor en el seno de su madre santificó la casa de Juan… como también con los peregrinos… con la hospitalidad, la limosna, la caridad que intentaré practicar con todos”.

El sueño del Beato Charles de Foucauld se hizo realidad durante la octava de la Pascua de 2008, cuando en el Centro Internacional Domus Galilaeae, situado en la parte superior del Monte de las Bienaventuranzas (Korazim, Galilea), durante una convivencia con cardenales y obispos de Europa –con la  presencia de los rectores de los seminarios Redemptoris Mater y de los equipos itinerantes del Camino Neocatecumenal, de religiosos y responsables de movimientos y de las autoridades civiles–, el Patriarca Latino de Jerusalén, monseñor Michel Sabbah, acompañado por otros obispos de varios ritos, y del Custodio de Tierra Santa, bendijo e inauguró la capilla en el centro del Seminario Misionero Redemptoris Mater de Tierra Santa, abierto a los diferentes ritos orientales. Sobre el techo se colocó el conjunto escultórico realizado por Kiko Argüello, que representa a Jesús y a los doce apóstoles durante la proclamación del Sermón de la Montaña. El sueño del Beato Charles de Foucauld se sella con la misión evangelizadora de la Iglesia.

Y desde esa Pascua del año 2008, día y noche, cientos de obispos y cardenales, miles de presbíteros y cientos de miles de hermanas y hermanos de los cinco continentes, junto con los hermanos de la Domus Galilaeae y los seminaristas de los Redemptoris Mater, han transcurrido y transcurren un tiempo en adoración constante ante el Santísimo, en este lugar que se refleja en el Lago de Galilea. Lugar que fue embellecido por la predicación del Sermón de la Montaña del Señor, por el sueño del Hermano Carlos de Jesús y también por una arquitectura original, obra genial de Kiko Argüello.  

Desde aquí se entona un canto de agradecimiento y de bendición al Padre, por la obra de la salvación cumplida en Cristo, con el don del Espíritu Santo, “que santifica invisiblemente los alrededores”, y se eleva una oración incesante por la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo entero.

Al santo que inspiró a Kiko en los inicios del Camino, pidamos que con motivo de su canonización conceda gracias especiales para el Camino Neocatecumenal.

Publicado en el portal del Camino Neocatecumenal, donde pueden verse las referencias de las citas.

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