Religión en Libertad

Sé amado por cómo tratas al prójimo y rechazado por tu valentía para defender a Cristo

Un buen test de la virtud es mirarse al espejo para saber si uno es querido por todos o amado por todos.

Un buen test de la virtud es mirarse al espejo para saber si uno es querido por todos o amado por todos.Chloe Combs / Unsplash

Creado:

Actualizado:

En esta sociedad comandada por los likes y los followers en redes sociales, considero pertinente recordar que caerle bien a todo el mundo no es una virtud; aunque me veo en la tesitura de matizar que también caerle mal a todos es un defecto que merece ser corregido (y de manera inminente, urgente, perentoria).

Tras haber reflexionado con hondura y parsimonia sobre este asunto, he llegado a la conclusión de que la virtud estriba en ser querido por muchos por la manera de tratarles y resultar repudiado por tantos otros por nuestra valentía a la hora de defender a Jesucristo y a su Palabra.

De esto, se puede inferir que quien resulta clamorosamente odioso muchas cosas tiene que cambiar en su talante para tratar a los demás; y que aquel que carece de detractores tiene el deber de revisar si ha defendido la verdad sin ambages ni circunloquios, sin remilgos ni titubeos.

Dicho esto, voy a cometer el atrevimiento de hacer la siguiente reflexión: si Cristo es el ser más adorado y perseguido de todos los tiempos, será porque fue alguien que supo amar a todos con más desembarazo que nadie y al mismo tiempo, que defendió las verdades incómodas hasta el punto de acabar crucificado. Por esto, precisamente, seamos amados por nuestra manera de tratar al prójimo y rechazados por nuestra audacia a la hora de salvaguardar el bien y la verdad. Ahí es donde reside la virtud.

Recuerdo una tertulia televisiva en la que Risto Mejide, además de decir que Jesucristo “fue un buen tipo”, sentenció que ni Él había sido capaz de caerle bien a todo el mundo. Esta conclusión adolece de un defecto grave de base: considerar que despertar la simpatía de todos es per se una virtud. Como respuesta, me veo obligado a precisar que Dios lo puede todo (todo lo bueno, ojo, porque lo malo no forma parte de su naturaleza perfecta y divina), por lo que no hay ninguna falta de capacidad en Cristo para caerle bien a todos, sino que caerle bien a todos no es una aspiración que nos haga más capaces (debido a que, como decía Santo Tomás de Aquino, el mal es la ausencia de bien, y, por lo tanto, no algo con entidad propia).

Como colofón, quiero advertir al lector de que una cosa es defender la verdad con valentía y otra transformarse en un buscabroncas que le da prioridad a sembrar polémica sobre la evangelización; tentación en la que podemos caer al salir en defensa del bien en redes sociales, puesto que el estilo que prima en ellas es un tanto iracundo o irascible.

De esta guisa, seamos audaces y corajudos, pero con notas de prudencia y templanza en el momento de utilizar nuestra fortaleza y de administrar justicia (para que, así, las cuatro virtudes cardinales surtan efecto en toda su plenitud); porque no olvidemos que, en las letanías del Santo Rosario, apelamos a María como Reina de la paz, como Virgen prudentísima y como Madre amable. Como nos fue revelado a través de San Pablo, “que vuestra conversación sea siempre agradable, sazonada con la sal de la gracia, sabiendo cómo debéis responder a cada uno” (Col 4, 6). 

Comentarios

Suscríbete

y recibe nuestras noticias directamente

tracking