Religión en Libertad
Vladimir Ilich Ulianov, alias 'Lenin', impulsor en la Unión Soviética de la 'liberación sexual' como instrumento de destrucción de la sociedad tradicional.

Vladimir Ilich Ulianov, alias 'Lenin', impulsor en la Unión Soviética de la 'liberación sexual' como instrumento de destrucción de la sociedad tradicional.

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“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Con esta frase profética comienza el Manifiesto Comunista que escribiesen en 1848 Marx y Engels. Efectivamente, dicho sistema se impuso, primero en Rusia y posteriormente en diversos países, de manera tan tiránica, brutal y violenta que se estima se ha cobrado la vida de más de 100 millones de personas.

Si bien la caída del Muro de Berlín, en 1989, fue un fuerte golpe al comunismo, la ideología marxista, cual artera serpiente que cambia de piel para engañar a su presa, lleva muchas décadas difundiendo en Occidente (a través del arte, la educación, los medios de comunicación y el entretenimiento) su nocivo sistema de pensamiento, de una manera tan sutil, astuta y exitosa que hoy, lamentablemente, podemos comprobar que la sombra de tan tétrico fantasma sigue asolando al mundo.

Es cierto que cada vez son más las voces que se levantan para denunciar, con gran acierto, el marxismo cultural que, al infiltrarse astutamente en las principales instituciones y organizaciones de Occidente, ha ido imponiendo, paulatinamente y sin la necesidad de pegar un solo tiro, su perversa ideología. Sin embargo, la mayoría de ellos solo desenmascara sus más evidentes aberraciones, tales como la ideología de género, la teoría critica de la raza, el eco-indigenismo y el feminismo radical, entre otros. Pero, desafortunadamente, pocos reprueban la perversidad de muchas otras conductas que, a partir de la llamada liberación sexual, se han ido “normalizando” y ganando aceptación entre la mayor parte de la sociedad. 

La primera revolución sexual en la historia de la humanidad vino de la mano de la revolución bolchevique. En 1918 los bolcheviques establecieron el Código de Familia que eliminó la legitimidad del matrimonio religioso y legalizó el divorcio sin culpa. Además, se promovió la “liberalización femenina” de: la “esclavitud del hogar”, la “opresión del matrimonio”, el trabajo doméstico y la cría y educación de los hijos. 

Esto se llevó a cabo a través de cuatro pilares: el fomento de la unión libre, el trabajo asalariado femenino, la socialización de la labor doméstica (transfiriendo esas labores al ámbito público a través de guarderías y escuelas públicas) y la extinción de la familia.

El 18 de noviembre de 1920, la Rusia soviética se convirtió en el primer país del mundo en autorizar el aborto voluntario y gratuito, el cual fue declarado por Lenin como "un derecho democrático básico de las mujeres ciudadanas". Un par de años más tarde, en 1922, también se convirtió en el primer país en despenalizar la sodomía. Como explica el historiador Dan Healey, experto en el tema, fueron los bolcheviques quienes realizaron los avances más decisivos en la despenalización de la homosexualidad.

Unión libre, divorcio, feminismo, aborto y homosexualidad fueron promovidos por los bolcheviques al principio de su tiránico gobierno a fin de pervertir a la sociedad y dominarla fácilmente. Actualmente, en la mayor parte de Occidente estas conductas son ampliamente aceptadas y, hasta defendidas como derechos por muchos conservadores que, al tiempo que condenan muchos de los errores y horrores del marxismo, dan por buenos varios de sus postulados revolucionarios que, al herir directamente al matrimonio y a la familia, socavan los cimientos del orden natural y social, amén de convertir, especialmente a los más jóvenes, en presa fácil de tiranos y manipuladores. 

Ya Aldous Huxley advirtió en el prólogo de 1946 para Un mundo feliz: “A medida que la libertad política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar. Y el dictador (a menos que necesite carne de cañón o familias con las cuales colonizar territorios desiertos o conquistados) hará bien en favorecer esta libertad”.

Huxley también señaló que: “En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino”. 

Por ello no es casual que estructuras de poder supranacionales, como la Organización de Naciones Unidas y la Unión Europea, promuevan todo tipo de conductas perversas bajo la llamada “libertad sexual” que imponen a sus estados miembros a través de una fuerte presión política y económica.

El ataque contra la vida, la familia y, finalmente, el hombre forma parte de la eterna rebelión de los revolucionarios contra Dios, contra su ley moral y el orden mismo de su creación. Como señalase Hannah Arendt: “El objetivo de todas las ideologías totalitarias no es la transformación del mundo exterior ni la transmutación revolucionaria de la sociedad, sino la transformación de la propia naturaleza humana”.

El obispo Fulton Sheen, con la perspicacia que lo caracterizaba, señaló que el comunismo es el desarrollo lógico de una civilización que durante los últimos cuatrocientos años ha estado olvidando a Dios.

Tanto el socialismo (con su total negación de Dios) como el secularismo liberal (que, con su “ateísmo practico”, sustituye el orden natural divino por la autodeterminación) son incapaces de ofrecer soluciones reales a los problemas del hombre, cuya sed de trascendencia no puede ser saciada ni con bienes materiales ni con placeres efímeros. Por ello, debemos tener presente que, como afirmase Pío XI: “Si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia” (Quas Primas, n. 17).

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