Una moda impuesta
El daño de la ideología de género.

El sistema educativo está impulsando entre menores de edad el cuestionamiento de su identidad, a sabiendas de que produce víctimas de la ansiedad y la depresión.
De acuerdo con una reciente encuesta de la prestigiosa empresa Gallup, el número de los adultos estadounidenses que se identifican con el espectro LGBTQ+ prácticamente se ha triplicado en los últimos 12 años, pasando del 3,5% en 2012 al 9,3% en 2024. Asimismo, el estudio señala que cada nueva generación tiene, aproximadamente, el doble de probabilidades que la generación previa de identificarse con la ideología de género, por lo que considera probable que dicha tendencia siga creciendo. Dado que en los adultos pertenecientes a la Generación Z (entre 18 y 27 años) el porcentaje de quienes se identifican con alguno de los diversos “géneros” promovidos por dicha ideología es actualmente del 22,7%. Aunque, de acuerdo con el estudio, este reciente gran aumento se debe, en buena medida, a que cada vez más adultos de los que adoptan la ideología de género se identifican como bisexuales: el 52% de la generación del milenio y el 59% de la generación Z.
Este último dato, que no deja de ser inquietante, muestra que este cambio, tan drástico como acelerado en las generaciones más jóvenes, no es ni natural ni espontáneo, sino resultado de una ideología que, promovida por políticos, filántropos, organizaciones internacionales, medios de comunicación y diversas instituciones, ha logrado transformar a una gran parte de la sociedad.
Esto es tan evidente que hasta el infame comediante Bill Maher ironizó: “La población LGBT de Estados Unidos parece duplicarse en cada generación. Según una encuesta reciente de Gallup, menos del 1% de los estadounidenses nacidos antes de 1946 se identifican de esa manera, el 2,6% de los baby boomers, el 4,2% de la generación X, el 10,5% de la generación milenita y el 20,8% de la generación Z, lo que significa que, si seguimos esta trayectoria, todos seremos homosexuales en 2054".
Ya que, en unos cuantos años, la ideología de género ha pasado de la marginalidad a imponer sus reglas, aun en contra de los mismos padres, en muchas instituciones educativas. Esto ha ocasionado que muchos jóvenes, ante la disyuntiva de ser estigmatizados, ridiculizados y cancelados o ser alabados, favorecidos y aceptados por compañeros y superiores, hayan aprovechado la ambigüedad del término bisexual. Dado que dicha etiqueta les permite pertenecer al movimiento sin necesidad de adoptar su estilo de vida.
De hecho, otros estudios confirman esta tendencia. Una encuesta del periódico estudiantil de la Universidad de Brown, The Brown Daily Herald, reveló que el número de estudiantes que no se identifican con la heterosexualidad se ha duplicado desde 2010. Pero, curiosamente, la “identificación” mayoritaria, un 53,7%, fue la bisexual.
Por otra parte, en España, un estudio realizado el pasado enero por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre Relaciones sexuales y de pareja, entre otros varios datos confirma el aumento de la bisexualidad, un 5,9%. Además, aunque el 85,4% de la muestra se identificó como heterosexual, un altísimo 62,6% cree que una persona, a lo largo de su vida, puede variar su atracción hacia hombres o mujeres (4).
Como señalase Eric Kaufmann, investigador y profesor de política en la Universidad de Buckingham: “Hay dos teorías: que una mayor tolerancia está permitiendo que más personas salgan del armario, o la afirmación de Bill Maher de que LGBT está de moda entre algunos jóvenes. Creo que la segunda teoría se ajusta mejor a los datos y da una mejor explicación”. Además, afirma: “Parece que una disposición psicológica subyacente está inclinando a las personas con comportamiento heterosexual a identificarse tanto como LGBT y como muy liberales”. A esto agrega que las personas que se identifican como LGBT tienden a autopercibirse como tristes, ansiosas o infelices; el 75% de los adolescentes que se identifican con dicha ideología dicen estar deprimidos.
Este dato es sumamente importante, ya que los autoproclamados defensores de los derechos de las minorías han recurrido, una y otra vez, al chantaje emocional para promover la aceptación de un conjunto de conductas que, como vemos, lejos de procurar la felicidad y la tan cacareada realización provocan, entre otros graves problemas, ansiedad y depresión.
A pesar de ello, son muchos los centros educativos en los cuales se alienta, aun a los niños pequeños, a “probar” las diversas “identidades” fabricadas por la perversa ideología de género a fin de encontrar su “verdadero yo”. Así, quienes alegan proteger a ciertos grupos provocan, de manera artificial, el aumento de las minorías gracias a un plan pérfidamente diseñado que combina el contagio y la presión social con la difusión de la absurda teoría de que el “género” no está definido por la anatomía sino por emociones y sentimientos y que, como tales, pueden variar con el tiempo.
Adicionalmente, se difunde la falsa idea de que practicar cualquier actividad sexual, así sea tan amplia como alcance la imaginación, es tan natural y saludable que cualquier intento por contenerlo es anormal, dañino y cruel, por lo que se califica de delito de odio.
La verdad de que Dios creó al hombre varón y mujer, diferentes y complementarios, no puede ser silenciada en nombre de sentimientos ni de emociones, tampoco de tendencias ni de porcentajes. Es cierto que la verdad puede causar dolor. Pero mientras la verdad hiere para poder curar, la mentira destruye, pues condena a la persona engañada a una vida que, aunque pretende ser paradisíaca, conduce a la tiranía de las pasiones y finalmente al abismo.
Sigamos el consejo de San Pablo, no nos dejemos llevar por doctrinas varias y extrañas que corrompen al hombre con pasiones engañosas; antes bien, fortalezcamos el corazón con la gracia para revestirnos del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad verdaderas (cf. Heb 13, 9 y Ef 4, 24).