Creer y saber: León XIII y Juan Pablo II
Los peligros de determinadas corrientes filosóficas.

León XIII (Gioacchino Pecci) escribió 'Aeterni Patris' en 1879 y Juan Pablo II (Karol Wojtyla) escribió 'Fides et Ratio' en 1998, ambas con un mensaje muy común sobre la filosofía cristiana y su importancia para la teología, y sobre las relaciones entre fe y razón.
En 1979 Claudio Basevi escribió un artículo titulado León XIII y la redacción de la 'Aeterni Patris'. En este trabajo, que deslumbra por su erudición y también por su claridad, se intenta explicar el itinerario intelectual que condujo a Gioacchino Pecci a la elaboración de esta famosa encíclica. Después de pasar revista a otras encíclicas anteriores de Pío IX y del mismo León XIII, así como innumerables documentos, cartas y alocuciones, el profesor Basevi nos introduce en la interpretación de la encíclica Aeterni Patris. Destaca sobre todo en ese artículo la preocupación del Papa por las diversas corrientes filosóficas que pululaban a finales del siglo XIX y que en muchos casos no eran compatibles con la doctrina cristiana.
Esta preocupación por la filosofía se puede señalar también en otros papas, pero sobre todo en San Juan Pablo II. La Carta Encíclica Fides et Ratio es más extensa y más minuciosa que la Aeterni Patris, aunque San Juan Pablo II considera la suya como una continuación y ampliación de la de León XIII. Entre ambas hay semejanzas y diferencias. Entre las diferencias cabe citar el lenguaje más retórico de la Aeterni Patris, redactada en un tono más clásico, es decir, siguiendo las normas clásicas de la argumentación y la expresión. La encíclica de San Juan Pablo II está redactada en un lenguaje más sencillo y al mismo tiempo mucho más filosófico.
Entre las semejanzas cabe citar la preocupación permanente del Magisterio de la Iglesia por advertir de los peligros de determinadas corrientes filosóficas del siglo XIX, en el caso de León XIII, o del siglo XX en el caso de San Juan Pablo II. El mensaje común de ambos pontífices no es que se proclame una única filosofía cristiana, sino que la filosofía no debe perder de vista los planteamientos de la teología. También es necesario destacar que ambos se sienten inscritos en la totalidad, universalidad y continuidad de la doctrina católica.
La naturaleza de la filosofía es elaborar reflexiones, incluso sistemas, en la más estricta libertad de pensamiento. Esto no lo niegan ni lo reprochan ninguna de las dos encíclicas. Pero advierten de los peligros de argumentar al margen de las reflexiones teológicas. Porque, y esta es una indicación más contundente en Fides et Ratio, la fe hace más ancha y profunda la reflexión filosófica. Dicho de otro modo, la reflexión que parte de la fe abre a la filosofía unos ámbitos que sin ella serían impensables.
San Juan Pablo II demuestra, en mi modesta opinión, un conocimiento más riguroso de la filosofía que León XIII. Pero en ambos hay una concepción de la filosofía que no se muestra como una amenaza para la fe, sino más bien una colaboradora de la reflexión teológica. En ambos es claro que sin filosofía no puede haber verdadera teología. Lo cual les lleva a recomendar el estudio de la filosofía, especialmente la cristiana, en todos los centros y universidades de formación católica. El elogio que se hace en las dos encíclicas del pensamiento de Santo Tomás de Aquino no excluye el estudio de los Padres de la Iglesia, ni de otros doctores y autores católicos de reconocida autoridad.
En su famoso ensayo Creer y Saber, Hegel advierte, con extraordinaria lucidez, que la verdadera filosofía no puede excluir por principio el contenido de la teología cristiana. De ahí sus críticas a Kant, a Fichte y a la Ilustración misma. Pues el objeto de la filosofía, si es verdadera, debe ser lo absoluto. Pero, en su intento de acoger los contenidos de la fe, Hegel trata de elaborar un tipo de razón más amplia que abarque estos mismos contenidos en tanto que racionales. De acuerdo con este planteamiento, los contenidos de la fe, que Hegel siempre consideró verdaderos, corren el peligro de ser simplemente reducidos a contenidos racionales. En ese sentido la evolución del pensamiento hegeliano ha ido destacando la superioridad de la filosofía sobre la reflexión teológica.
Frente a los intentos racionalistas o idealistas de someter la fe a la razón, tanto León XIII como San Juan Pablo II han destacado de modo contundente la insondabilidad del misterio de Dios y del misterio del ser humano. Más aún, que solo por medio de la Revelación podemos hacernos una idea aproximada de esos misterios. Y que solo una razón abierta al misterio es verdaderamente capaz de aproximarse a la verdad del ser humano.