Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Francia, el bunga bunga de la masonería


La madre de todas las batallas políticas de la masonería en Francia, si creemos a estas fuentes, habría sido el intento de hacer caer al primer ministro no masón François Fillon, sustituyéndolo por el más que masón Jean Louis Borloo, un fanático anticlerical, con vistas al debate parlamentario sobre la eutanasia.

por Massimo Introvigne

Opinión

País al que vas, escándalo que te encuentras. Un documental de una hora de la emisora televisiva Canal + y un dossier de 18 páginas del semanario Le Point, el cual anuncia en portada sus descubrimientos sobre “Los Masones: la mano invisible”, hacen temblar la política francesa. Antes de nada, una palabra de cautela.
 
Le Point es muy leído, pero no es un semanario católico, y en el pasado ha buscado escándalos –con cierta exageración– también en ambientes más bien lejanos de la masonería. En segundo lugar, la masonería francesa –sea del Gran Oriente, sea de la Gran Logia, las dos principales “obediencias” transalpinas– es considerada “irregular” por la casa madre británica desde finales del siglo XIX, porque admite a los ateos y permite las discusiones de práctica política y electoral en las logias, cosas ambas prohibidas por los estatutos originarios ingleses. La Gran Logia, desde hace años, y el Gran Oriente, que es mayoritario, desde 2010 han decidido también admitir con pleno derecho a las mujeres, las cuales siguen a su vez excluidas por las logias “regulares” reconocidas por Londres.
 
La masonería francesa tiene, por tanto, sus especificidades. Una de estas es estar obligada a mantener una hegemonía política y parlamentaria que, en otros lugares, Italia incluida, existía ciertamente hace cien años, pero que hoy no existe o se tambalea. Le Point relata que los diputados recientemente elegidos para el Parlamento se ven interrogados por los veteranos de la vida parlamentaria “y tú, ¿dónde estás?”, y algunas veces llegan a comprender un tanto que el “dónde” se refiere a la obediencia masónica donde todo hombre político –y mujer– que se precie, se supone que frecuenta su logia.
Otro caso concierne al único dirigente no masón de una gran multinacional francesa que, finalmente, se decidió a confesar a sus Jefes que no ha sido iniciado en ninguna masonería. “Han sido muy comprensivos –refiere-, pero me han aconsejado afiliarme rápidamente para instaurar un verdadero clima de confianza con los grandes clientes y con los colegas”.
 
El documental y el dossier hacen la lista de masones conocidospero están también los que tratan de esconderse– en el actual Gobierno de Francia: el ministro del Interior, el de Economía, los de Asuntos Sociales, de Cooperación con el Parlamento, de Cooperación Internacional … Y el verdadero puntal de referencia de la masonería francesa, el ex Gran Maestro del Gran Oriente Alain Bauer, ocupa el delicadísimo cargo de Consejero para la Seguridad Nacional del Presidente Nicolás Sarkozy, además de presidir un número importante de entidades y comités. Por no hablar de la Magistratura, donde los masones están tan omnipresentes que los especialistas reconocen también la polémica interna entre los jueces como enfrentamientos entre el Gran Oriente y la Gran Logia. Y también algún “bunga bunga” que ha involucrado a magistrados masones
–siempre creyendo a las malas lenguas– habría estado encallado gracias a la protección de las logias.
 
Mucho espacio ha sido justamente dedicado al Ministerio de Educación, feudo masónico desde finales del siglo XVII, cogestionado siempre con los grandes sindicatos de Profesores que se consideran depositarios de la sagrada antorcha del laicismo y del deber de arrancar a los jóvenes desde la más tierna edad al “poder clerical”. Un ministro no masón, llegado allí como por casualidad, ha debido rápidamente retirar el estorbo.
 
El dossier reconstruye de un modo casi exacto la posición de la Iglesia Católica, la cual con la “Declaración sobre la masonería” de 1983, firmada por el entonces cardenal Ratzinger como prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe y refrendada por el Venerable Juan Pablo II (1920-2005), ha confirmado la prohibición absoluta para los católicos de adherirse a cualquier masonería, sin posibilidad de derogación por parte de los sacerdotes, obispos o conferencias episcopales, afirmando que los masones siempre han de ser considerados “en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión”. Naturalmente nunca falta algún fraile galo que contesta al Magisterio y se muestra tolerante con quienes no obedecen, pero, al menos, lo que el Papa enseña sobre la masonería ha sido ofrecido por una vez correctamente.
 
Los masones además no vencen siempre. Ni tampoco en Francia. La madre de todas las batallas políticas de la masonería en Francia, si creemos a estas fuentes, habría sido el intento de hacer caer al primer ministro no masón François Fillon, sustituyéndolo por el más que masón Jean Louis Borloo, un fanático anticlerical, con vistas al debate parlamentario sobre la eutanasia. Batalla perdida. Sarkozy ha mantenido a Fillon, el cual rápidamente se ha manifestado contra la eutanasia.

Traducido por José Martín.
www.labussolaquotidiana.it
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