Martes, 30 de abril de 2024

Religión en Libertad

El fraude climático

Tribunal de Montana en un juicio sobre derechos climáticos.
En agosto, un juez de Montana decidió que se habían violado los derechos de unos jóvenes demandantes a 'un ambiente limpio y saludable', sentando un precedente para unos pretendidos 'derechos climáticos'. Foto: captura NBC News.

por Angélica Barragán

Opinión

El pasado 14 agosto, el tribunal de Montana falló a favor de 16 jóvenes activistas que denunciaron, en el primer juicio climático celebrado en los Estados Unidos, al gobierno del estado por violar su derecho constitucional a un “ambiente limpio y saludable”. Es previsible que dicho caso, promocionado por varios medios internacionales, servirá para estimular a muchos jóvenes alrededor del mundo a presionar a sus gobiernos a luchar contra el “peligrosísimo cambio climático”. De hecho, varios estados de la Unión Americana y alrededor de 150 países contemplan el llamado derecho a un medio ambiente saludable en sus constituciones.

Así, la ideología ecologista sigue avanzando triunfante a pesar de que sus gurús y activistas llevan décadas de pronósticos, profecías y cálculos erróneos. En 1962, la escritora Rachel Carson pronosticó que los severos daños causados por los pesticidas tendrían como consecuencia una apocalíptica "primavera silenciosa". En 1968, el famoso profesor Paul Ehrlich se dedicó a expandir el mito maltusiano y predijo que en la década de 1970 cientos de millones de personas morirían de hambre. En esa misma década, varios ambientalistas pronosticaron una pronta e inminente nueva edad de hielo así como muertes masivas debido al deterioro de la capa de ozono y a la lluvia ácida. En 1979, la predicción sobre la inminente edad del hielo dio un caluroso giro, pues se empezaron a anunciar veranos más largos y cálidos, además de las muy temidas sequías. A principios de los 90, las crecientes aguas marinas amenazaron con hacer desaparecer varias ciudades para el año 2000. A finales del 2008, el ex candidato presidencial metido a ambientalista, Al Gore, predijo que la capa de hielo del Polo Norte se derretiría pronto e irremediablemente.

Actualmente, bajo el maleable vocablo de cambio climático se cobija el frio del invierno y se resguarda el calor del verano dando también cabida a sequías, tempestades, inundaciones, incendios, terremotos y todo tipo de fenómeno natural que contribuya a alimentar el mito del caos ecológico. Como advirtiera Murray Bookchin (escritor político y pionero del movimiento ambiental) refiriéndose a las erróneas pero paradójicamente incuestionables predicciones de varios ambientalistas: “Estamos adquiriendo ciertos malos hábitos intelectuales y nos estamos volviendo creyentes de esta nueva religiosidad pagana y primitiva”.

A él, se unen varios científicos reconocidos, entre los cuales se encuentra Patrick Moore, cofundador de Greenpeace, organización que abandonó. Sobre el movimiento ambiental que rechaza todo escrutinio científico y toda discusión honesta, dijo: “Han abandonado la ciencia y la lógica en favor de la emoción y el sensacionalismo”.

A pesar de que las terribles predicciones de los activistas ecológicos se han probado erróneas una y otra vez y de que no pocos científicos han alzado su voz contra dicha ideología, ésta sigue gozando de una inaudita credibilidad gracias al apoyo de importantes instituciones, organismos y líderes internacionales. Actualmente, los alarmistas del cambio climático insisten que éste constituye una "amenaza existencial" que destruirá el planeta a no ser que implementemos una agenda ambiental radical, algo ya previsto tanto en el Acuerdo de París como en la Agenda 2030.

Desafortunadamente, las falsas predicciones del apocalipsis climático auspiciadas por varios medios, entre los cuales se incluyen varias instituciones educativas, han manipulado a muchos jóvenes que creen, con un fanatismo tan irracional como siniestro, que el planeta se acabará si no reconocemos los derechos de la llamada madre tierra, sustituimos la carne por los insectos, practicamos el veganismo, usamos solo moda sostenible, tenemos perros en lugar de hijos, abrazamos árboles mientras arrasamos con la ganadería (por aquello de las letales emanaciones del ganado vacuno) y sustituimos el auto por el monopatín para recorrer las jaulitas pomposamente denominadas ciudades de 15 minutos.

Debido a que muchos jóvenes han crecido sin Dios, sin patria y, en no pocas ocasiones, sin una familia bien integrada, varios de ellos han encontrado en las ideologías en boga (principalmente la ideología de género y el ecologismo) un ideal por el cual luchar y una religión en la cual creer.

Desafortunadamente, la ideología ecologista, además de rechazar toda crítica, análisis y hasta evidencia que contradiga su discurso, es profundamente anticristiana y por lo mismo inhumana, pues no se mueve por el deseo de cuidar y proteger a la naturaleza, sino por un odio feroz al ser humano, el eterno gran culpable de la “emergencia climática” del momento. De ahí que dicha ideología tenga como fundamento promover la mentalidad antinatalista que ve al hombre como un intruso que daña, con su sola presencia, a la sufriente “madre tierra”.

El sano y racional cuidado de la creación es sumamente importante, mas esto solo se puede lograr si primero conocemos, amamos, servimos y adoramos a su Creador. Como nos recuerda el cardenal Pie: “No cambiaremos la esencia de las cosas: Jesucristo es la piedra angular de todo orden social. Sin Él, todo se divide y perece”, incluida su creación.

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