Religión en Libertad

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«Por aquellos días, debido a que el grupo de los discípulos era muy grande, los creyentes de origen helenista murmuraron contra los de origen judío, porque sus viudas no eran bien atendidas en el suministro cotidiano. Los doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: - No está bien que nosotros dejemos de anunciar la Palabra de Dios para dedicarnos al servicio de las mesas. Por tanto elegid de entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encomendaremos esté servicio, para que nosotros podamos dedicarnos a la oración y al ministerio de la palabra» (Hch. 6,1-4).


Este texto de los Hechos de los Apóstoles, es la base y el fundamento de un ministerio que surge a raíz de una necesidad en la Iglesia ya desde sus orígenes. Me refiero a la diaconía permanente.


El Concilio Vaticano II, rescató y revitalizó este ministerio y digo bien cuando uso el termino rescatar, porque hasta entonces sólo lo recibían varones con una llamada específica a consagrarse al Señor y a su Iglesia desde el ministerio sacerdotal, es a lo que se le llama «diaconado transitorio». La nueva primavera intraeclesial que se da con el gran Concilio del Siglo XX, impulsa el florecimiento de este, nada nuevo, ministerio permanente.


Tardará años para que este ministerio, se instaure en la Iglesia española y algunos años más para que sea instaurado en la Iglesia del País Vasco. La primera diócesis vasca pionera en instaurar este ministerio fue la de Vitoria en 1994, promovida por el que fuera su Obispo D. José María Larrauri, que nos dejó para pasar a la casa del Padre, hace cosa de dos años.


Los diáconos permanentes no son, ni curas casados ni «proyectos» de curas que se han quedado a mitad de camino. Esta es una vocación específica y distinta a la del sacerdote. ¿Qué es lo que puede hacer un diácono? Para explicarlo de manera muy esquemática, puede hacer todo lo que hace un sacerdote excepto lo propio de este, que es consagrar y confesar. Ahora bien, ahondado más en la tarea específica y concreta de esta vocación, al diácono le corresponde: meditar y proclamar la Buena Noticia del Evangelio, servir en la liturgia y en la vida sacramental, particularmente en el Bautismo y en la Eucaristía, atender las necesidades de los pobres y alimentar con el Cuerpo de Cristo a los miembros de la comunidad cristiana, en la cual están insertos.


En las Diócesis Vascas los diáconos permanentes son los responsables de la Pastoral Social Diocesana, prestando su servicio en Cáritas, presiden el sacramento del bautismo y son testigos cualificados en el sacramento del matrimonio, entre Dios y los ministros, que son los mismos contrayentes. Presiden las celebraciones dominicales de la Palabra en ausencia del sacerdote, sirven en la liturgia de la Eucaristía de un modo especial en las celebraciones presididas por el Obispo Diocesano, proclamando el Evangelio y sirviendo en el altar.


En mi opinión es la falta de vocaciones al sacerdocio lo que conlleva unas dificultades cada vez mayores de llegar a servir y atender a todas las comunidades cristianas, lo que motiva que más tarde o más temprano las diócesis vayan asumiendo e implantando este ministerio.


Actualmente hay diócesis españolas, que todavía no cuentan en su haber con este ministerio, estoy convencido de que la realidad y la necesidad hará que todas las diócesis cuenten con este ministerio.


Según afirma el Directorio de Diaconado Permanente, tomando como referencia la Constitución Dogmática Conciliar «Lumen Gentium» pueden ser llamados por el Señor a llevar a cabo este servicio:

  • «Los varones casados mayores de 35 años, con 5 años al menos de matrimonio estable, que han dado testimonio cristiano en su vida familiar y laboral. Estos candidatos, compaginan esta vocación eclesial, con sus puestos laborales en la sociedad».
  • «Miembros pertenecientes a Institutos religiosos y/o seculares, mayores de 25 años viviendo en celibato».


En la Constitución Conciliar LG. 29, se abre la posibilidad a que varones casados se les pueda conferir el tercer grado del orden sacerdotal y en el caso de que estos varones enviudasen, tendrían que vivir el celibato, excluyendo la posibilidad de volverse a casar.


Me gustaría que algún Obispo me pudiera responder y resolver una pequeña duda que no me termina de quedar clara: ¿un varón laico que se siente llamado a vivir el celibato y no pertenece a ningún instituto secular y sí está inserto en la Iglesia Diocesana, pero no se siente llamado al ministerio sacerdotal, podría ser ordenado Diácono Permanente? Es una pregunta suscitada por un lector, el cuál me instó encarecidamente a tratar este tema.

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