Religión en Libertad

Francisco de Paula Padilla Gutiérrez, natural de Marmolejo, cura en Arjona

El Kolbe español: el cura que se intercambió por un padre de familia

La historia de los curas fusilados en varias oleadas, junto al cementerio de Mancha Real, ya beatos

Francisco de Paula Padilla, de Marmolejos, cura en Arjona, tenía 44 años cuando se entregó por un padre de familia numerosa

Francisco de Paula Padilla, de Marmolejos, cura en Arjona, tenía 44 años cuando se entregó por un padre de familia numerosaobispado jaén

Pablo J. Ginés
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Con la beatificación en Jaén este sábado 13 de diciembre de más de 120 mártires de la persecución durante la Guerra Civil, se recuperan y difunden sus historias, incluyendo las de Francisco de Paula Padilla Gutiérrez, llamado "el Kolbe español", y otros mártires fusilados, como él, en varias oleadas en Mancha Real.

Fusilados en la tapia del cementerio de Mancha Real

El 3 de abril de 1937 fueron fusilados junto a la tapia del cementerio de Mancha Real (Jaén) 35 prisioneros que llevaban meses presos en la catedral de Jaén, convertida en cárcel por los milicianos. Era una represalia por el bombardeo de aviación del bando nacional sobre Jaén el 1 de abril. Ese lugar que fue cárcel acogió el 13 de diciembre de 2025 la proclamación de 123 mártires como beatos.

Los fusilados no eran militares, sino civiles y varios de ellos clérigos y gente de fe firme. Los llevaron en camiones de la catedral a este pueblo. Precisamente el párroco de Mancha Real, Francisco Solís, uno de los detenidos, dirigía los cánticos de los presos en el camión y junto a la pared. Absolvió a sus compañeros antes de ser todos fusilados. Solís era hombre de gran iniciativa social y caritativa: como explicamos en ReL impulsó sindicatos, comedores y escuelas organizadas por familias cristianas.

Los testigos de los camiones

Un seminarista y su padre contemplaron la llegada de los camiones escondidos desde unos olivares, aunque no el fusilamiento en sí. Carmen Ruiz Cano, su hermana e hija, que oyó los disparos de dos noches seguidas, lo detalló en el proceso de beatificación de Solís.

Ambos habían estado escondiéndose en una casa de campo a 20 km, pero sus anfitriones, asustados, les habían pedido que se fueran. Esa noche fueron a Mancha Real, a ocultarse a casa de una pariente cerca del cementerio. La madre y la hermana, Carmen, los esperaban, despiertas.

"Oímos ruido de camiones, por lo menos dos", dijo Carmen Ruiz Cano. "En el silencio de la noche oímos el canto de una canción mariana, conocida por 'Sálvame, María', que procedía de los que iban en los camiones. En esos momentos llegaron mi padre y mi hermano diciendo que se habían cruzado con los camiones, escondiéndose tras unos árboles para que pasaran. Vieron una serie de milicianos con armas de fuego custodiando a los presos que habían sacado de la catedral. Instantes después, escuchamos unas detonaciones muy seguidas, como descargas de ametralladoras".

Según ella supo, el padre Solís fue el último en ser fusilado. Solís fue absolviendo a todos. "Cuando llegó el momento de matarlo a él, nadie se atrevía a hacerlo; por fin, un pobre lisiado llamado 'el jibaillo', que tenía fama de ser muy malo, disparó sobre él", explica la mujer.

Solís fue beatificado en 2013 en la gran ceremonia en Tarragona dedicada a 123 mártires de toda España. La urna de sus reliquias, tras el altar, la ven cada día los parroquianos de Mancha Real cuando van en misa.

Urna de reliquias del beato Francisco Solís, en la iglesia de Mancha Real

Urna de reliquias del beato Francisco Solís, en la iglesia de Mancha RealT.Fedótova/ReL

En esa noche, en esa tapia de cementerio, fueron asesinados otros mártires de la Iglesia, que ahora han sido beatificados.

El "Kolbe español": se ofreció por un padre de familia

Otro de los sacerdotes fusilados ese 3 de abril en Mancha Real es conocido como el "Kolbe español", porque se ofreció en lugar de otro preso, por un hombre de Jamilena llamado José, padre de seis hijos.

El sacerdote era Francisco de Paula Padilla Gutiérrez, de Marmolejo, de 44 años. Rafael Higueras, veterano postulador de los mártires de Jaén, avisa siempre (también en su libro) que ¡hay otro seminarista y sacerdote casi con el mismo nombre en esa misma época en Jaén!

El "Kolbe" español era párroco de San Martín, en Arjona. La escena sucedió en la catedral jienenses convertida en cárcel, y la cuenta un testigo presencial y compañero de celda llamado Fernando de la Haza Vizcaíno.

"Un jefecillo, puesto en el centro de la galería, comenzó a llamar por lista [a los prisioneros], ordenando se pusieran en fila; otros milicianos les iban atando las manos con alambre. La mayoría de los presos fueron al martirio en camisa, no les daban más tiempo para terminar de vestirse. Al llamar a un tal José, compañero de celda, lloraba amargamente, y se resistía a salir. Éste alegaba tener 6 hijos. Fue entonces cuando de un salto salió nuestro don Francisco y se puso en la cola dispuesto a que le ataran las manos. Entonces, el jefe que pasaba lista le dijo:

- Tú no eres el llamado.

A lo que contestó:

- Soy Francisco Padilla Gutiérrez, sacerdote. No tengo esposa ni hijos por lo que suplico me llevéis a mí y no a este pobre hombre".

Esta historia la recogió en 1994 el libro de Diego González Chincolla Relatos de la historia de un pueblo, Marmolejo, en Editorial Leo. Añade este libro que el piquete había decidido no fusilarlos cuando "un miliciano conocido por 'El Jorobeta' dijo: 'Dejadme a mí que yo lo haré', y disparó la ametralladora cayendo sus cuerpos al suelo. Testigos que aún viven dicen: 'Lo oímos todo en el silencio de la noche: gritos de dolor y perdón y ¡Viva Cristo Rey!' Al amanecer buscaron a otro hombre de Mancha Real llamado 'El Bolo' y como a otro Cirineo obligaron con su burra a llevar arrastrando los cuerpos calientes de los mártires a la fosa común".

Otros mártires: José Herrera y su comedor parroquial

Otro fusilado en Mancha Real fue el párroco de Villacarrillo... ¡condenado a muerte un primo! Su nombre era José Herrera Cano, lo mataron con 40 años y era hijo de padres pobres, aunque su tío materno era sacerdote (él le bautizó). Estudió en el seminario de Jaén y un par de años en Roma. Desde 1925 era párroco en Villacarrillo.

Organizó un comedor social "en el despacho parroquial donde diariamente daba de comer a 250 parados en situación de miseria", explicó su sobrina. También se negó, como presidente interino de mesa en las últimas elecciones, a que el alcalde, de derechas, impidiera el voto de algunos votantes de izquierdas con la excusa de que tenían deudas con el municipio.

A sus catequesis acudían unos 1.500 niños. Organizó la Acción Católica e implantó sus dos ramas juveniles en el pueblo.

Los milicianos le detuvieron nada más empezar la guerra. Pasó medio año en la llamada "Villa Cisneros", una zona de la prisión provincial de Jaén que los milicianos reservaban para clérigos y gente religiosa. Por allí pasaron muchos mártires, que se confesaban unos a otros, rezaban y vivían cristianamente esas semanas. Veían como se los llevaban en grupos y ya no volvían.

Se da la circunstancia de que el "juicio" en Jaén contra él -el 30 de enero de 1937- lo presidió un pariente cercano (un sobrino de primos hermanos), que podía haberlo absuelto, pero por militancia ideológica lo condenó a muerte.

Se consideró probado que en su comedor asistía a todos los pobres, de izquierdas y de derechas; eso se consideraba un agravante, porque dificultaba la revolución. Lo fusilaron la noche antes que al beato Solís, en la tapia del cementerio de Mancha Real. Los cuerpos quedaron desfigurados por los tiros, atados unos a otros con alambres.

El profesor de mística, confesor de las monjas

Francisco de Asís Morales fue fusilado también en esa tapia de Mancha Real el mismo día 3 de abril de 1937. Tenía 65 años. Nació en Jaén, de donde era su padre. Su madre y familia materna eran gallegos, de Tuy. En el seminario era profesor de ascética, mística y moral. Era confesor en varios conventos de monjas. "No os quiero monjitas de dulce, sino fuertes como la mujer del Evangelio", les decía.

Tampoco vivía en nubes espirituales: en los años 20 fue vocal de la Buena Prensa y de la Liga para la Defensa del Clero.

Detenido el 6 de septiembre y fusilado el 3 de abril, pudo participar en la misa clandestina de Jueves Santo en la catedral reconvertida en cárcel que los supervivientes siempre recordarían (el 25 de marzo de 1937).

De otros dos sacerdotes asesinados esa noche no hay muchos datos más, aunque se sabe que los mataron en esa ocasión. Uno era Ildefonso García Martínez, de 47 años, sacerdote coadjutor de la parroquia de Begíjar. Él y sus 4 abuelos eran naturales del pueblo, su padre era pastor ("hijo de padres muy pobres", dice la documentación eclesial para que el obispo le dispense de aportar patrimonio). Necesitaba buenas referencia para ser ordenado: "no le he visto en bailes ni reuniones, le he visto cantar en los entierros", señala un testigo. Probablemente fue uno de los que cantó con fuerza esa noche del 3 de abril.

Otro era Miguel Barberán Juan, de 53 años, el cura coadjutor San Martín, en Arjona; era compañero, por lo tanto, de Padilla Gutiérrez, el "Kolbe" español.

Los 3 curas asesinados en Mancha Real en 1936

Antes de la matanza de abril de 1937, fueron asesinados a lo largo de 1936 otros tres sacerdotes en el pueblo. Ildefonso Ortega González, de 63 años, también era de padre pobre (criado) y de hecho, huérfano, pues su madre quedó viuda. Era uno de los capellanes de la capilla de San Andrés, en la catedral de Jaén, un cargo peculiar con una fundación que desde el siglo XVI financiaba estudios a jóvenes pobres y dotes para chicas. Era muy miope y afable, le llamaban "el cura Alfonsón".

Al empezar la persecución se escondió en casa de sus sobrinos en Jaén, pero una patrulla vino a buscarle el 30 de octubre de 1936, hizo un disparo al aire y el sacerdote salió de su escondite. Esa misma noche le llevaron en camión a Mancha Real.

Otros dos detenidos saltaron del camión en marcha y se fugaron, pero el sacerdote, ya mayor y con mala vista, no tenía esa opción. Lo fusilaron en la entrada del cementerio de Mancha Real.

Ortega Carrillo: la lechera denunció al cura escondido

José Ortega Carrillo, hijo de labrador, tenía 58 años cuando lo mataron. De 1901 a 1936 fue capellán de las agustinas del Convento de Santa Úrsula en Jaén.

Su sobrina contó en 1941 los detalles de lo sucedido. Al empezar la guerra Ortega se escondió en su casa (de la sobrina). La mujer que llevaba la leche a la casa, que era de izquierdas, sorprendió allí al sacerdote en noviembre de 1936 y de inmediato avisó a los milicianos, que asaltaron el piso.

Uno de los milicianos, Rafael Rodríguez Castaño 'El Canijo' vio un crucifijo sobre la mesa e intentó romperlo. Cuando la sobrina trató de impedirlo la detuvieron y El Canijo amenazó con matarla, aunque otro miliciano evitó esto último. Al sacerdote lo llevaron a la checa del ayuntamiento de Jaén. Al día siguiente lo encontraron fusilado en el cementerio de Mancha Real.

El cura guapo de 30 años y las milicianas

Juan Olid, de 30 años, es el último sacerdote de este grupo, el primero en ser asesinado y el más ligado a Mancha Real: nació allí en 1906 y fue el sacerdote coadjutor allí desde 1931. Pero no murió en el pueblo ni tampoco pudo compartir prisión con otros mártires.

Lo detuvieron en su casa del pueblo el 28 de agosto de 1936. Ese mismo día le habían visitado en casa dos feligresas, las hermanas Emilia y Josefa Aranda. Le preguntaron cómo estaba y respondió: "Preparándome para morir". De hecho, un par de días antes había llamado a un seminarista, hijo del sacristán, para que consumiera ante él y sus padres, todas las Hostias consagradas que se guardaban para evitar profanaciones.

Cuando los milicianos lo detuvieron lo llevaron a la ermita de la patrona, donde ya habían destruido la imagen de la Inmaculada. Lo encerraron en el camarín de la Virgen y lo maltrataron e insultaron. Tenía 30 años y buena presencia física, así que unas milicianas le hicieron proposiciones sexuales que él despreció. En la noche del 29 de agosto lo asesinaron en la carretera hacia Baeza, junto al puente del río Torres.

Conocer a los mártires de Jaén

Estos mártires de Mancha Real, como los de Torredonjimeno, Baeza, Úbeda, Martos, Linares y otros lugares, forman parte de los llamados "mártires de Jaén". La Iglesia se esfuerza por difundir sus figuras, ejemplo y memoria en sus pueblos, parroquias y lugares.

Rafael Higueras, como historiador y postulador, investigó sus vidas y las publicó en dos libros bien gordos, de unas 600 páginas cada uno, con el título Proceso sobre el martirio de los siervos de Dios Manuel Izquierdo Izquierdo y 129 compañeros. A cada uno dedica entre 8 y 9 páginas.

Descubrió que muchos mártires eran prácticamente desconocidos en sus pueblos. "Creo que habría que ir a cada pueblo donde nació, murió o fue cura el mártir, hablar con la parroquia de allí, presentarles su figura y que lo conozcan", proponía Higueras en 2022 hablando con ReligionEnLibertad

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