«Contigo», el misterio de la novela donde Javier Barraca convierte el fracaso en esperanza

Hay libros que surgen tras años de investigación, otros por un deseo de perdurar y trascender, y otros, como “Contigo”, de Javier Barraca, que se escriben directamente en contra de todos los planes del autor.

En esta nueva obra del filósofo y escritor, surgida al desbordarse las expectativas originarias para un certamen breve de novela, aspectos tan propios del Adviento como son la reflexión o la espera cobran todo su sentido.

Escrita frente a una cultura que sitúa el éxito a cualquier precio como valor supremo, Barraca propone una filosofía tan espiritual como contracultural, que “la vivencia del fracaso, en compañía del afecto y en presencia del amor, se transfigura en algo bello, y se llena de esperanza”.

El escritor habla con Religión en Libertad en torno a una obra que, además, esconde un poderoso misterio ya desde su mismo título. Misterio y pregunta que perseguirá al lector hasta el final de la misma: ¿A quién se refiere ese contigo?

-Pues lo cierto es que surgió de un modo imprevisto y casi contra mi voluntad. No he podido evitar escribirlo. Yo me había propuesto expresamente apartar la escritura a un lado, durante determinado tiempo, para así estar más pendiente de mis seres queridos. Pero ocurrió algo que me lo impidió, una pequeña provocación, una inesperada e irresistible tentación… 

-La ACDP (asociación católica de propagandistas) convocó un certamen de novela de inspiración cristiana, y eso me movió a hacer un intento. Sin embargo, poco después, cuando ya estaba metido de cabeza en la aventura, me di cuenta de que mi texto no tenía la extensión adecuada para el concurso y opté por no adulterarlo ni prolongarlo artificialmente. De manera que lo he publicado tal cual resultó.

-El nervio de la composición consiste en un asunto del que apenas se habla, y que pienso conviene reexaminar en nuestro tiempo. Se trata de la belleza del fracaso cuando se vive de la mano del amor. Toda existencia humana tiene su dosis inevitable de fracaso. Ahora bien, en la experiencia de fracasar puede encontrarse una veta preciosa de ese oro que consiste siempre en el aprendizaje. Sin embargo, hoy, no nos enseñan a fracasar sino a buscar el éxito por cualquier medio, pese a quien pese y caiga quien caiga -empezando por nosotros mismos- en esa persecución. Esto, aunque no hay vida humana, por muy exitosa, brillante y feliz que resulte, exenta por completo de fracaso, de decepción y de tristeza.

-Lo original de mi libro estriba precisamente en que muestra que la vivencia del fracaso, en compañía del afecto y en presencia del amor, se transfigura en algo bello, y se llena de esperanza. A este misterio, además, en estas páginas, se le agrega la poesía de lo cotidiano, pues es en ese caldo cálido del paso continuo de las horas donde se entremezclan nuestros éxitos y fracasos, nuestras victorias y derrotas diarias.

-Creo que lo conciso del título escogido responde a un doble motivo. Primero, a que con ello pretendo concentrar toda la atención en lo que esta palabra merece y significa: lo fecundo del encuentro interpersonal. Segundo, a que otros libros míos anteriores han seguido este patrón y el efecto no ha resultado mal; por ejemplo, mi novela “Perdón”.

-En realidad, pese a lo que pudiera parecer inicialmente, esta expresión aquí no hace alusión a una relación romántica o sentimental, de tipo afectivo. Ciertamente, uno de los sujetos involucrados en este “contigo” soy yo mismo; pero respecto a quién sea el otro, no voy a confesarlo ahora. Sí puedo añadir que las dos personas señaladas en este título no estamos solas en estas líneas. Muchos otros amigos nos acompañan en la narración, desde literatos a santos, pasando por sujetos muy cercanos.

-Bueno, lo del “contigo” cabe perfectamente que se refiera en cierto sentido a mí mismo. Me explico. Este podría ser un contigo metaliterario, de algún modo; por ejemplo, el del lector que nombra su vínculo o relación con mi propia persona, con el autor. Pero no sucede así, o al menos no ocurre del todo en este caso. Tampoco alude esa palabra a mi mujer, Maite, ni a ninguno de mis familiares o parientes más próximos, ni a mis maestros o colegas de profesión. A quien señala, en suma, esta voz es a un amigo íntimo; si bien, a uno muy singular y especial, un amigo que, aun siendo solo uno, sin embargo, de alguna manera, concentra y une en su persona a todos los demás. Se trata, eso sí, de alguien muy importante, importante de verdad… ¿Quién, en concreto? Pues, lo siento, pero aquí dejo ya el tema en forma de pequeña adivinanza. A todo el que sienta un mínimo de curiosidad por esta cuestión le invito a leerse el libro, lógicamente.

-Pues no, a mí no, en absoluto. Como ya he explicado antes, esta obra ha surgido a pesar de mi propia intención expresa de no escribirla. Esto no es falsa modestia sino un hecho. Desde luego, debo confesar que, al emprenderla y luego a lo largo del proceso de su gestación, no he dejado de hacer una breve oración antes de elaborar cada uno de los capítulos. Por consiguiente, yo le doy gracias muy especialmente a Dios por este libro. En segundo lugar, una vez más, estoy obligado a manifestar todo mi agradecimiento a mi generoso editor Germán Rueda. Él no cesa incansable en su auxiliarme y apoyarme, desde hace ya muchos años, en mi vocación literaria.

-Yo la veo como un diálogo íntimo entre dos personas que se quieren sobre la belleza y la oscuridad presentes en la vida ordinaria, una conversación provocada por el fluir de la esperanza en medio de las vicisitudes y batallas cotidianas. Un diálogo en el que emergen cuestiones de cierta densidad u hondura -de un profesional de la Filosofía, como es mi caso, seguramente resulte normal esperar esto-.

-Sí y no. El diálogo de fondo se inicia con una conversación entre dos profesores universitarios sobre el suicidio, la ingratitud y la desesperanza. Pero, a pesar del dramatismo de esto último, luego, el auténtico hilo conductor no se teje en forma de un catálogo de insalvables frustraciones o angustias personales, sino desde el detalle cercano y la vida corriente. Así, lo que estas páginas contienen es algo muy poco frecuente, me temo, incluso para mí mismo. Se trata de sencillez frente al despojamiento cotidiano, de simplicidad casi, o pobreza interior, ante el curso inconstante de un existir que oscila inevitablemente entre subidas y bajadas de ánimo naturales.

-Tomo prestada, para esto, la expresión de un colega que también escribe y que, en mi opinión, caló hasta los huesos mi narración. Como él, yo diría que en Contigo, de una manera poética: <<(…) parece que no sucede nada.... pero es ahí donde se manifiesta el misterio, en el pan de cada día>>.