Un sacerdote con txapela a rosca
Allá por el mes de mayo de 2009, un periódico de tirada nacional, saco a la luz un reportaje, con cámara oculta, titulado «Los tentáculos de ETA». En un momento del documental los periodistas se trasladaron al barrio bilbaíno de Santutxu que traducido al castellano significa Santito, en referencia a una ermita dedicada a san Francisco de Paula, erigida en 1737.
Entraron en la parroquia de «san Francisquito» y entrevistaron al párroco, sin saber que le estaban grabando. El párroco, de nombre Román, no se cortó ni un ápice cuando le preguntaron que opinaba sobre los jóvenes radicales que entran en ETA. El sacerdote respondió a la pregunta de la siguiente manera: «Cuantos más jóvenes militantes haya en ETA, pues mejor».
Román no sólo no condena con firmeza los asesinatos de ETA, sino que con su justificación a los terroristas se salta a la torera el quinto mandamiento del decálogo que dice: NO MATARÁS (Ex 20,13). Estoy convencido de que él no ha asesinado a ninguna persona, pero con sus palabras hacia la banda de asesinos de ETA, es cómplice y alienta moralmente a los asesinos.
Todo cristiano y más tratándose de un sacerdote, debe condenar enérgicamente y sin miramientos todo tipo de violencia. El sacerdote es servidor de todos. Si en algún momento debe «tomar partido» debe ser por las personas que sufren, las victimas y no por los verdugos. En el «Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia» número 513 se nos dice: «El terrorismo es una de las formas más brutales de la violencia que hoy sacude a la comunidad humana: siembra odio, muerte, deseo de venganza y de represalia. La lucha contra el terrorismo presupone el deber moral de contribuir a crear las condiciones para que no nazca y se desarrolle».
El 23 de noviembre de 2006, la CCVII Comisión Permanente de la CEE escribió una Instrucción Pastoral que lleva por título «Orientaciones morales ante la situación actual de España». En el apartado sobre el terrorismo, en el número 69 de dicha Instrucción, los obispos declaran: «La respuesta de la sociedad frente a la amenaza terrorista no podrá ser suficientemente firme y efectiva, mientras no se apoye en una conciencia moral colectiva sólidamente arraigada en el reconocimiento de la ley moral que protege la dignidad y la libertad de las personas. En esta tarea la Iglesia y los católicos debemos ofrecer nuestra mejor colaboración».
¿Opinan, queridos lectores que D. Román con sus palabras crea condiciones para que el terrorismo en el País Vasco no se desarrolle y finalmente pueda llegar de una vez por todas a su fin?
No quiero que piensen que «todo» el clero vasco es como el señor Román. La inmensa mayoría del clero vasco, condena enérgicamente el terrorismo. Desde aquí, quiero hacer referencia a varios sacerdotes, popularmente reconocidos, que han llegado a estar y siguen estando amenazados por el nacionalismo radical y decimonónico de ETA y sus secuaces. Jaime Larrínaga, ex párroco de la localidad vizcaína de Maruri y fundador del «Foro de el Salvador», los jesuitas Fernando García de Cortázar, historiador, y Antonio Beristain, catedrático de Derecho Penal. Este último, recientemente fallecido el 29 de diciembre a los 85 años de edad.
Los laicos de la comunidad parroquial de «san Francisquito» que se sienten miembros vivos de la Iglesia, la inmensa mayoría no comparte las ideas políticas pro-etarras de su párroco, aunque también es verdad, una inmensa minoría lo apoya y anima.
El pasado mes de junio, fui invitado por unos amigos, a la celebración gozosa del Sacramento del bautismo de su primer hijo. Me comunicaron la noticia por teléfono y al preguntar por la parroquia, la cara se me quedo a cuadros. El bautizo tendría lugar en la parroquia de «san Francisquito» de Santutxu, a la cuál pertenecen mis amigos. Eran cinco, los niños que recibían el bautismo ese domingo. En mitad de la celebración, el párroco Román, viendo los destellos de las cámaras de fotos pidió a los asistentes que durante el momento del sacramento, dejaran de apretar el «gatillo» de las cámaras de fotos. Yo no me podía creer lo que mis oídos habían escuchado. Queridos amigos, compartirán conmigo que las cámaras de fotos tienen botones y no gatillos. Gatillos, tienen las pistolas que usan ETA para asesinar. ¿Error de términos del párroco o traición del subconsciente? No quiero entrar a juzgarlo, eso sólo lo sabe él.
A raíz del video «los tentáculos de ETA» miembros de la parroquia, pidieron un cambio de párroco y así se lo hicieron llegar a la jerarquía. Hoy día, el párroco de «san Francisquito» del barrio de Santutxu, se sigue llamando D. Román.