Flores, la isla remota de Indonesia convertida en «granero de vocaciones» para el clero mundial
Numerosas órdenes religiosas tienen seminarios en esta escarpada isla de Asia

Solo en el seminario de San Pedro de Ritapiret se han graduado 13 obispos y más de 580 sacerdotes.
Al este de Bali, a unos 800 kilómetros aproximadamente, se encuentra la isla de Flores, un auténtico fenómeno de vocaciones que proporciona seminaristas no solo a Indonesia, sino a todo el mundo.
La Iglesia católica llegó allí en el siglo XVI, cuando los comerciantes de especias portugueses trajeron misioneros a la isla. Hoy, la fe está profundamente arraigada, más del 80% de los 2 millones de habitantes son católicos. CNA habla del caso de Flores.
Varias órdenes presentes
Flores acoge varios seminarios, la mayoría están en torno a Maumere, en la costa norte de la isla. Congregaciones religiosas como la Sociedad del Verbo Divino (SVD), los Padres Somascos, los Rogacionistas, los Vocacionistas y los Carmelitas tienen seminarios allí, un hecho insólito en otras partes de Asia y del mundo.
El arzobispo Paulus Budi Kleden de Ende, misionero del Verbo Divino y nativo de Flores, destaca la importancia de la isla no sólo para la Iglesia de Indonesia sino para las diócesis y congregaciones religiosas de todo el mundo.
"Muchos de los exalumnos de estos seminarios trabajan fuera del país", comenta sobre la contribución de la isla al clero mundial. Una red de seminarios menores también impulsa esta formación, que actualmente cuenta con 650 estudiantes matriculados en los niveles de secundaria y preparatoria.

Los misioneros del Verbo Divino en 2022. Solo cuatro se quedaron en Indonesia.
"Una vez que los estudiantes terminan la escuela, pueden optar por diócesis o congregaciones diferentes", explica Kleden. "No limitamos sus opciones".
El Papa Francisco aludió a la reputación de Flores en una homilía de 2022 sobre la vida religiosa, bromeando sobre cómo algunas congregaciones miraban "a una isla en Indonesia" cuando buscaban vocaciones. El comentario reconoció la importancia de la isla como fuente de seminaristas.
En medio de la jungla se alza el seminario diocesano de San Pedro de Ritapiret, donde ya se han graduado 13 obispos, más de 580 sacerdotes y 23 diáconos en sus casi 70 años de historia. El pasado curso 2023-2024 pasaron por sus aulas un total de 904 seminaristas, casi el mismo número de todos los aspirantes al sacerdocio de toda España.
El de la isla de Flores es considerado el seminario más grande del mundo, por su número de matrículas, seguido en esta lista por el de Guadalajara, México, donde se forman 900 alumnos. "El número de seminaristas nunca es suficiente", afirma el rector de San Pedro Guidelbertus Tanga a AP.
Otra institución destacada en Flores es el Seminario Mayor de San Pablo, ubicado en la cima de Ledalero y fundado en 1937 por misioneros del Verbo Divino. Comenzó con novicios verbitas, pero pronto acogió a jóvenes locales, así como a estudiantes de otras órdenes religiosas. Hasta la fecha, el seminario ha formado a casi 1500 sacerdotes misioneros verbitas, de los cuales unos 500 sirven en más de 70 países de todo el mundo.
En Ledalero, los seminaristas estudian filosofía durante cuatro años, seguidos de dos años de teología, y completan uno o dos años de servicio pastoral antes de la ordenación. Quienes descubren que el sacerdocio no es su vocación pueden abandonar y obtener una licenciatura en la cercana Escuela Católica de Filosofía de Ledalero.
Según el padre verbita Sefrianus Juhani, profesor del Seminario Mayor de San Pablo, el número de vocaciones anuales después del noviciado casi nunca baja de 50, lo que considera una prueba de que el ansia vocacional sigue muy vivo en Indonesia a pesar de los desafíos culturales y sociales.
Pero la cantidad nunca es la prioridad. Juhani dice que la formación de Ledalero "busca formar sacerdotes honestos y apasionados, dispuestos a servir, no a buscar fama ni estatus social. El camino es largo y exigente", admite, "pero el objetivo es inquebrantable".

Más del 80% de los 2 millones de habitantes de Flores son católicos.
Para proteger la vocación, el seminario impone límites estrictos al uso de dispositivos electrónicos, con wifi disponible solo durante ciertas horas. "Algunos intentan saltarse las reglas", comenta Juhani, "pero lo consideramos parte de su formación de carácter y responsabilidad personal".
Las finanzas plantean otro desafío. Con más de 320 seminaristas, los recursos suelen ser escasos. Los sacerdotes y hermanos aportan todo lo que ganan, desde la enseñanza hasta pequeños proyectos agrícolas, mientras que las familias apoyan al seminario como pueden.
La financiación rara vez cubre las necesidades. Si bien los seminaristas reciben estipendios mensuales, deben administrar sus propias finanzas y, si sienten que necesitan más, trabajan el campo para conseguirlo. Para desarrollar su autosuficiencia económica, la comunidad cosecha de sus propios huertos mientras cría cerdos y pollos para alimentarse.
De familias muy diversas
Los seminaristas provienen de familias muy diversas. "Algunos provienen de familias acomodadas, otros de familias humildes", señala Juhani. Algunos crecieron como hijos únicos, otros entre muchos hermanos.
La vida diaria en Ledalero sigue un ritmo disciplinado de oración, estudio y trabajo. Las mañanas comienzan con la misa, antes de dar paso a conferencias y trabajos manuales en equipo. Los seminaristas preparan sus propias comidas y pasan las tardes participando en el coro, talleres de escritura y clubes culturales, desarrollando la creatividad y las habilidades sociales esenciales para su futura labor pastoral.
Los fines de semana permiten a los seminaristas interactuar con la comunidad en general: asesoran a jóvenes, se alojan con familias de la aldea, visitan a presos y pacientes con VIH. Su formación no se limita a las aulas.
Cuando el Monte Lewotobi entró en erupción en julio y de nuevo en octubre pasado, los estudiantes de Ledalero estaban ayudando en las labores de evacuación y socorro.
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"Ledalero no es solo un lugar para aprender teología, sino una escuela de vida", dice Juhani. Cada año, llegan nuevos jóvenes con historias diferentes, sueños diferentes y el mismo deseo de servir a algo más grande que ellos mismos.