Crece el apoyo a las tres monjas de Austria: doscientos voluntarios las ayudan en Goldenstein

De izquierda a derecha en la foto, Sor Bernadette, Sor Rita y Sor Regina.
El caso de las tres religiosas de edad avanzada que regresaron sin autorización al convento de Goldenstein sigue generando titulares en todo el mundo. La hermana Bernadette (88), la hermana Regina (86) y la hermana Rita (81) han convertido lo que parecía un asunto interno de la Iglesia en un fenómeno mundial, amplificado por las redes sociales y la cobertura de medios internacionales.
Personajes
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José María Carrera Hurtado
Las imágenes de estas monjas octogenarias, envueltas en sus hábitos blancos y negros, circulan por Instagram con una fuerza inesperada. Según el portal katholisch.de, la cuenta supera ya los 50.000 seguidores. Los vídeos son sencillos: las hermanas rezan, pasean por el convento, reciben visitas o toman el sol en el jardín. Esa cotidianidad, sin embargo, ha despertado simpatía y solidaridad en miles de personas que ven en ellas una resistencia serena frente a las estructuras jerárquicas de la Iglesia. “No queríamos toda esta atención”, insiste la hermana Rita. “Sólo deseamos vivir nuestra vida monástica en paz”.
El conflicto remite a 2023, cuando el rector Markus Grasl, superior del monasterio agustino de Reichersberg y responsable de Goldenstein, decidió junto con otros dirigentes ordenar el traslado de las religiosas a una residencia de ancianos. Según su versión, las tres monjas ya no podían sostener una vida comunitaria estructurada y necesitaban cuidados profesionales. Además, las condiciones del convento eran precarias: carece de ascensor, las hermanas habitan en la cuarta planta y algunas dependen de un andador. “Una vida independiente en Goldenstein ya no es posible ni justificable”, sostuvo Grasl en una entrevista.
Las monjas, en cambio, alegan un contrato que les garantiza permanecer en Goldenstein hasta el final de sus días. “Eso se ha incumplido”, afirma la hermana Bernadette. Relata que en la residencia no se sentían a gusto: muchos residentes ya no podían hablar, y la vida allí resultaba “mundana”. Había, sí, una capilla, pero “de paredes grises”; en cambio, en su convento, pese al deterioro de las instalaciones y al jardín descuidado, encuentran la paz de los colores vivos de su capilla, las flores del patio y la roca con la imagen de la Virgen María.
El choque ha polarizado las posturas. El portavoz del rector, Harald Schiffl, acusa a las religiosas de desobedecer los votos que asumieron voluntariamente al ingresar en la orden. “El comportamiento de estas tres religiosas no beneficia a la Iglesia”, aseguró. Bernadette responde con serenidad: “Desde que ingresé en la orden hace setenta años, siempre he actuado de forma humana”.
El apoyo crece
Mientras tanto, la red de apoyo en torno a las monjas no ha dejado de crecer. Se calcula que unas 200 personas colaboran ya de manera voluntaria: médicos, enfermeras, personal de limpieza, vecinos que ayudan en el jardín o se encargan de la compra. A esto se suman donaciones. En sólo tres días, a través de la cuenta de Instagram se recaudaron 10.000 euros, destinados principalmente a reinstalar la silla salvaescaleras retirada tras su marcha y a adaptar los baños. También más de 80 sacerdotes de distintos países les han enviado mensajes de respaldo, algunos ofreciendo celebrar misa en Goldenstein.
El convento, en otro tiempo espacio de clausura reservado a las hermanas, se ha transformado en un lugar abierto. Allí se suceden las visitas de equipos de filmación y periodistas, curiosos y simpatizantes que llevan pasteles, flores o ayudan en las tareas domésticas. “Nuestra fuerza viene de toda esta gente que nos apoya”, dice la hermana Regina. Y añade con firmeza: “Sabemos que no hemos hecho nada malo”.
- Las monjas dirigen el Rosario junto a numerosas personas de los alrededores que acuden a rezarlo con ellas.
El rector, sin embargo, ha reiterado que no habrá nuevas inversiones en el convento y que la residencia sigue siendo el lugar más seguro para las religiosas. No hay contacto directo entre las partes. “Nos gustaría hablar con él”, insiste Rita: “No estamos enfadadas, solo queremos llegar a un buen acuerdo”.
Paz interior
Mientras tanto, Bernadette, Regina y Rita repiten que lo único que buscan es tranquilidad para vivir su vocación hasta el final. Y en medio del ruido mediático, sus voces transmiten un mensaje sencillo: “Hemos recuperado nuestra paz interior y nuestra calma”.
La repercusión ha sorprendido incluso a las propias autoridades eclesiásticas. La secretaria general de la Conferencia Austriaca de Órdenes Religiosas, la hermana Christine Rod, declaró en Rupertusblatt, semanario de la archidiócesis de Salzburgo, que no entiende por qué medios como la BBC o el New York Times muestran tanto interés. Para ella, se trata de una “puesta en escena” que explota la imagen de “monjas con hábito y aire de otra época”. Y añadía: “En realidad hablamos de algo común: la atención adecuada a personas mayores, como en cualquier familia”.
Desde la Conferencia de Órdenes se considera que el mundo de estas monjas “ya no existe”. Las tres agustinas, sin embargo, lo niegan. La presidenta de la Federación de Canonesas de San Agustín, la hermana Beate Brand, defendió al superior eclesiástico: debía actuar con firmeza, pues las religiosas no aceptaban consejos.
"Un desastre comunicativo"
Otros expertos señalan inconsistencias en el relato oficial: las hermanas no habrían sido obligadas a ingresar en la residencia, y buena parte de la notoriedad se debe al trabajo de una periodista y exalumnas del convento. Sea como fuere, la cuenta de Instagram se ha convertido en altavoz inesperado. “Estas ancianas, simpáticas y obstinadas, hacen más por la difusión del Evangelio que muchos departamentos de comunicación de la Iglesia”, se lee en la revista teológica Communio, de la editorial Herder.
El caso también ha abierto un debate más amplio sobre el papel de la mujer en la Iglesia y la capacidad de la institución para afrontar situaciones sensibles. “No se puede hablar de derechos de las mujeres si son precisamente mujeres en cargos de poder quienes atacan a tres monjas que se rebelan contra la opresión”, observa un analista citado por la revista.
“Para muchos, la gestión oficial es un desastre comunicativo”, continúa. La única salida es clara: permitir que las religiosas pasen sus últimos años en el convento que consideran su hogar. “Por Juan Pablo II se movieron todos los hilos para que pudiera seguir su vocación hasta la tumba. La Iglesia debe lo mismo a estas tres mujeres que han dedicado toda su vida a Dios”, concluye otro observador.