Los 124 mártires de Jaén ya son beatos: «Su única arma fue el amor y murieron perdonando a sus verdugos»

La celebración estuvo presidida por el cardenal Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos.
Con los 124 mártires beatificados este sábado 13 de diciembre en la catedral de Jaén el número de mártires del siglo XX en España beatificados y canonizados asciende ya a la friolera cifra de 2.254, de los cuales once ya son santos.
Los mártires de Jaén no son diferentes al resto de sus compañeros ya elevados a los altares. Fueron asesinados por odio a la fe y murieron dando testimonio de su fe y perdonando a sus verdugos.
Con una catedral repleta de familiares de los nuevos beatos y de feligreses no sólo provenientes de la ciudad andaluza, el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el cardenal Semeraro, presidió esta emotiva e importante celebración. Le acompañaron numerosos sacerdotes así como obispos y cardenales llegados de toda España.
En su homilía, el purpurado destacó “la providencial coincidencia” de la ceremonia de beatificación con el Año Jubilar de la Esperanza. “No fueron héroes, humanamente hablando, ni luchadores teológicos, ni caídos en una guerra de intereses terrenales. Su única arma fue el amor y murieron perdonando a sus verdugos. Este perdón martirial es el fruto más sublime de la esperanza que no se rinde ante el mal”, indicó.
Recordando las palabras de Benedicto XVI en Spe salvi, recalcó que en la vida hay muchas situaciones en las que pueden bastar las pequeñas esperanzas humanas pero en otras se necesita algo más sólido y consistente.

Ceremonia de beatificación en la catedral de Jaén
“Teniendo en cuenta a los mártires beatificados hoy, creo que la respuesta correcta sigue siendo la que nos dejó Benedicto XVI: sufrir con el otro, por los otros. Sufrir por amor a la Verdad y a la Justicia. Sufrir a causa del Amor y con el fin de convertirse en una persona que ama verdaderamente son elementos fundamentales de la humanidad cuya pérdida destruiría al hombre mismo”, señaló el cardenal Semeraro.
De este modo, la “capacidad profunda de estos modos de sufrir” queda patente en las biografías de los nuevos beatos, un testimonio que conmociona por la extrema crudeza con la que fueron ejecutados muchos de ellos.
“Los mártires beatificados hoy son, sin duda, un modelo de cristianismo. Es el martirio más elevado de la fe cristiana, porque encarna el amor total a Cristo y a los hermanos, transformando su sufrimiento en redención y la sangre en semilla de evangelización”, agregó.

Algunos de los mártires de Jaén beatificados este sábado
El médico que trabajaba con los pobres
Uno de los nuevos beatos más conocidos es el médico Pedro Sandoica, que estaba implicado en obras de justicia social con los obreros (Linares tenía minas y fábricas y una fuerte tradición católica obrera; también de fe, de allí eran San Pedro Poveda y el beato Manuel Lozano "Lolo"). Desde la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y el Apostolado de la Oración fomentaba la devoción al Santísimo Sacramento y al Sagrado Corazón. El doctor Sandoica estaba casado, pero no consiguieron tener hijos. En Villargordo ponían el nombre de “Pedro María” a varios niños que este matrimonio apadrinaba desde su nacimiento, ayudándoles a pagar estudios. Fue fusilado el 25 de septiembre de 1936.
Obdulia Puchol Merino y su residencia para pobres
Vivía en Martos y era hija de padres muy cristianos: su padre era el médico forense y responsable y fundador de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Al quedar viuda, se volcó en la parroquia y en impulsar una residencia para los transeúntes pobres, en la cual les facilitaba alimentos, dormitorio y servicios sanitarios, apoyada por sus padres y parroquia. Era terciaria franciscana. Fue fusilada con 36 años.
El cura que se intercambió por un padre de familia
Uno de los nuevos beatos es llamado "el Maximiliano Kolbe español". Es el sacerdote Francisco de Paula Padilla, de 43 años. Acababa de celebrar una misa clandestina de Jueves Santo en la catedral de Jaén, edificio que los milicianos usaban como cárcel. Vio que los milicianos se llevaban a fusilar a un preso que lloraba por su mujer y sus seis hijos, y convenció al carcelero para que le fusilara a él en su lugar.

Mártires de Jaén
Entre los mártires están un joven seglar, abogado de 20 años, de Acción Católica, Eduardo Infante del Castillo, y también el presidente de la Juventud Católica de Martos, Manuel Melero Luque, asesinado con 22 años. También un periodista de 27 años, casado, Bernardo Ruiz Cano, director del diario El día de Jaén (fundado en 1936, con el lema "en defensa de la religión y de la patria"). Entre los sacerdotes mártires, el más joven era Manuel Casado Garrido, que acaba de ser ordenado.
No hacía falta ser abogado o periodista para ser asesinado por católico. Entre los nuevos mártires está un discapacitado psíquico, Bernabé Toribio, llamado “el de los majitos”, por ser sacristán y recadero de unas monjas.
Rafael Higueras, en el acto de clausura, recordó: "En algún caso sus cadáveres fueron quemados, o descuartizados simulando hacer una matanza de animales; o abandonados en el campo como pasto para los animales. Pero ellos no murieron odiando, no murieron matando".
Algunos de los nuevos mártires fueron asesinados en uno de los días más crueles de la historia española, el 12 de agosto de 1936, en el llamado "tren de la muerte de Jaén". Es el caso de Teresa Basulto Jiménez, que era la hermana del obispo Basulto, y de su marido Mariano Martín Portela.
La Causa General, en sus páginas 177-178, lo explica así:
"El tren fue desviado de su trayectoria a Madrid y llevado a una vía o ramal de circunvalación hasta las inmediaciones del lugar ya mencionado del Pozo del Tío Raimundo. Rápidamente empezaron los criminales a hacer bajar del tren tandas de presos, que eran colocados junto a un terraplén y frente a tres ametralladoras, siendo asesinados el Excelentísimo e Ilmo. Sr. Obispo y el Vicario General Don Félix Pérez Portela. La hermana del Sr. Obispo, que era la única persona del sexo femenino de la expedición, llamada doña Teresa Basulto Jiménez, fue asesinada individualmente por una miliciana que se brindó a realizarlo, llamada Josefa Coso 'La Pecosa', que disparó su pistola sobre la mencionada señora, ocasionándola la muerte; continuando la matanza a mansalva del resto de los detenidos, siendo presenciado este espectáculo por unas dos mil personas, que hacían ostensible su alegría con enorme vocerío. Estos asesinatos, que comenzaron en las primeras horas de la mañana del 12 de agosto de 1936, fueron seguidos del despojo de los cadáveres de las víctimas, efectuado por la multitud y por las milicias, que se apoderaron de cuantos objetos tuvieran algo de valor, cometiendo actos de profanación y escarnio y llevando parte del producto de la rapiña al local del Comité de Sangre de Vallecas, cuyos dirigentes fueron, con otros, los máximos responsables del crimen relatado".