Domingo, 06 de octubre de 2024

Religión en Libertad

73 capítulos, cualquiera podía morir, mucha crueldad... y alivio al final

Acaba «Juego de Tronos» tras 8 años de teleserie: del nihilismo al Magníficat y los hijos de viuda

Acaba «Juego de Tronos» tras 8 años de teleserie: del nihilismo al Magníficat y los hijos de viuda
Daenerys contempla la ciudad que ha arrasado y su ejército entusiasmado por la victoria

Pablo J. Ginés/ReL

Finalizó la teleserie Juego de Tronos, 73 capítulos repartidos en 8 temporadas, movilizando insospechadas multitudes de fans desde abril de 2011.

Han sido ocho años de sufrimiento con un terror repetido capítulo a capítulo: cualquiera de tus personajes preferidos podía morir en cualquier momento, nadie estaba a salvo, nadie estaba seguro. Todos eran carne susceptible de ser machacada. Y sin embargo, el final parece renunciar al nihilismo y abrazar la lógica del Magníficat, que es la de los cuentos de hadas.

La teleserie de HBO fue bastante fiel a los libros de G.R.R.Martin más o menos hasta la quinta temporada, cuando empezó a introducir otros materiales, y la séptima y octava temporada han adelantado por completo a los libros y son responsabilidad exclusiva de los guionistas.

Martin tiene sus libros atascados desde "Danza de dragones" en 2011. No quiere que le metan prisa: dice que es su obra magna, aquella por la que le juzgará la posteridad, y no permite que ni los fans ni la teleserie le presionen.

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Jon Nieve se encara al dragón... y el dragón a él...

¿Por qué enganchaba? Thriller, tetas, zombies, dragones...

¿Por qué la teleserie enganchó a tantos? Juego de Tronos tenía zombies y dragones y magia, para amantes del género fantástico. Y muchas intrigas políticas, con traiciones y conspiraciones, para los amantes del thriller político. Y amoríos complicados y vestidos impresionantes de damas y hombres guapos y mujeres muy duras, para el público femenino. Y combates, mutilaciones y muchas tetas y desnudos sin necesidad, para un público más "básico". No lo hacían por realismo: nunca se veían prostitutas viejas, feas o enfermas, todas eran lozanas, guapas, docilísimas.

Pero lo que de verdad enganchaba a los espectadores eran dos cosas:

- técnicas de folletín, giros endiablados, sorpresas asombrosas

- se rompió el tabú de "el protagonista no puede morir"; se creó la ilusión de que a cualquiera le puede pasar cualquier cosa

Muchos analistas se fueron dando cuenta de que la trama de magia, profecías y dioses, que probablemente es la más importante en los libros, era algo molesta para los guionistas de la teleserie. Por fin, en el tercer capítulo de la temporada final, muy criticado a muchos niveles, se acabó con la amenaza sobrenatural, no sin pagar un tributo épico de muertes entre personajes (muchos, aunque más bien secundarios).

El gran tema final... y la larga sombra de El Señor de los Anillos

En los tres capítulos finales, el gran tema es el uso o abuso del poder, y su capacidad de corromper.

La serie siempre mantuvo una incógnita o una cierta dualidad: ¿es esto un cuento de hadas, el viaje de un héroe, un personaje que crece en aventuras, como El Hobbit? ¿O una historia épica, una epopeya-colmena, con toques de realismo y crítica a la guerra, a los poderosos, con algunos personajes de clase baja, una especie de Guerra y Paz con dragones?

Los guionistas, en su capítulo final, parecen haberse inspirado más y más en el final de El Señor de los Anillos y su larga coda de despedidas. Y sus soluciones alejan a la serie del cinismo, el nihilismo y la crueldad supuestamente adulta que exhibieron durante tantos capítulos.

Quizá este último capítulo es el único que pueden ver los menores de edad. Nada de sexo (de hecho, apenas hay un par de desnudos en la última temporada). Y dos acuchillamientos rápidos. 

Es el final de un cuento de hadas. No un cuento de hadas noño de Disney, sino un cuento de hadas con sus elementos clásicos. Los elementos clásicos los explicaba Bilbo Bolsón a Gandalf al inicio de El Hobbit de Tolkien:

"¿No sois vos quien contaba en las reuniones aquellas historias maravillosas de dragones y trasgos y gigantes y rescates de princesas y la inesperada fortuna de los hijos de madre viuda? Cualquier cosa desde trepar árboles a visitar elfos… o zarpar en barcos, ¡y navegar hacia otras costas".

Y esa es la conclusión que la teleserie ha elegido: después de los dragones, gigantes y rescates de princesas, llega la inesperada fortuna de los hijos de madre viuda, en este caso de los Stark, y otros muchos desheredados de la tierra que se han visto premiados al final.

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¿Cómo han conseguido llegar al final de la serie los hermanos Stark? No sin heridas ni graves transformaciones

Bran Stark, el niño que trepaba árboles y veía elfos, es encumbrado. Quizá incluso podríamos decir "que sus heridas nos han curado". No puede engendrar, recuerda su hermana Sansa: eso lo hace poco amenazador para los poderosos.

Otros muchos logran zarpar en barcos, navegar a otras costas. Las despedidas en el puerto, como decimos, apuntan a El Señor de los Anillos.

También parecen un tributo visual a El Señor de los Anillos (a las películas, más bien) la aparición de dos libros, uno que habla de los caballeros de la guardia real (muy citado en las novelas), otro que alude a la saga: "Canción de Hielo y Fuego". Tiene lógica: es una forma de decir "seguimos con vosotros, en los libros".

"Enaltece a los humildes"... y las familias

Vemos que después de tanto "juego de tronos", tantos cambios de políticos en el consejo real, al final son recompensados como consejeros el viejo contrabandista leal, el amigo gordo que no podía pelear, el enano despreciado, la mujer caballero de la que todos se reían... y un mercenario bribón, para que al menos un cínico gane algo. Y entre los hijos de madre viuda, tres reyes. Prácticamente como en Narnia, si se quiere.

Una serie que empezó con zombies en los bosques nevados del norte, muerte que camina entre los árboles, finaliza 73 capítulos después con familias completas que se adentran a recuperar esos mismos bosques, con muchos niños que corretean. Ahora, las familias, portadoras de la vida, reivindican la tierra que ocupó la muerte.

Y eso que Juego de Tronos apenas de ocupó de los niños en toda la serie excepto para matarlos o, a veces, presentarlos como valientes luchadores (Arya, la joven Lyanna Mormont...)

Como un Moisés que lleva al pueblo prometido de vuelta a Canaán, a este pueblo que reclama el norte le conduce un hijo de dos linajes. Es un exiliado, pero va a ser también un rey, a su manera, a la manera que entiende este pueblo.

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Tyrion ha pasado momentos duros incluso en el capítulo final

Al mismo tiempo se recupera la Guardia de la Noche: "siempre hará falta una Guardia de la Noche para hombres rotos", dice Tyrion. Unos hombres que no se casan, no tienen hijos, no poseen tierras, nos recuerdan. Es el mismo Tyrion quien recita a Jon Nieve el lema de la Guardia: "eres el escudo que protege a los reinos de los hombres".

Es difícil unir todas estas cosas (el muro que protege, la antigua institución que viste de negro, el pueblo que avanza, la combinación de familia y celibato) sin pensar en la Iglesia.

Así, el final deja atrás los cinismos crueles de tantos capítulos anteriores. El final es el del Magníficat: "Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos".

El trono queda fundido, literalmente. El consejo del rey se plantea -al menos lo intenta- cosas serias de verdad, como alimentar a los hambrientos.

Frente a la política... un reino de misericordia

¿Y la propuesta política después de tantas traiciones y matanzas y puñaladas? Jon Nieve se la proclama a Daenerys, que quiere reinar. ¡Un reino de, textualmente, misericordia!

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Daenerys no tiene muchas ganas de que le hablen de un reino de misericordia

- No podemos escondernos tras la misericordia -responde Daenerys, que ha hecho formar a sus tropas, que proclama una utopía muy del siglo XX, "guerra hasta liberar a todo el mundo".

- Sí podemos, tiene que ser un reino de misericordia -dice Jon.

- Comprendo que no es fácil ver un mundo que nunca antes se ha visto, dice ella.

- ¿Cómo sabes que es bueno? - plantea él.

- Porque yo sé lo que es bueno -dice ella, que tiene todo el poder. En lo alto de sus escaleras, como una nueva pirámide de Astapor o Mereen, es una señora oscura. Su enorme enseña negra y roja y su gabardina negra y larga evocan la estética hitleriana. El peinado trenzado hacia atrás recuerda las escamas de sus dragones.

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Jon Nieve habla de misericordia mientras Gusano Gris habla de justicia

¿Cuál debe ser el juicio sobre Daenerys? Los guionistas quieren dar agilidad al asunto. "Reconozco una asesina cuando la veo", dice Arya, máxima autoridad mundial en la materia. El espectador ya no tiene que preocuparse, sentencia dictada. Al contrario que en El Señor de los Anillos, donde el destino se mueve de forma peculiar para fundir su "trono" de oro, Juego de Tronos no puede sino recurrir a la violencia. Es la última concesión a la agria frialdad de la "realpolitik".

A partir de ese momento, se aplicará la "inesperada fortuna de los hijos de madre viuda", la lógica del cuento de hadas. Porque eso es, a nivel profundo, lo que anhelan los hombres, lo que proclama el Magníficat.

No está claro que G.R.R. Martin pueda llegar a dar eso en sus novelas. O quizá sí: el género es poderoso, y llama, llama, con fuerza. Quizá con la fuerza de una verdad más allá del mar.

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