Mártir: Un testigo

Nube-cielo
El próximo jueves 14 de agosto, celebramos la memoria del P. Maximiliano María Kolbe. Un sacerdote polaco que murió mártir entregado su vida por un padre de familia.
Creo que se han escrito líneas de tinta sobre el martirio, pero quiero dejar también algunas palabras sobre ello.
El término mártir, como todos sabemos, es una palabra griega que significa testigo. Un testigo es aquel que da testimonio, para hacer presente en la vida aquel por quien da ese testimonio en su existencia. Por ello, nos encontramos con varias realidades que se reclaman. El testigo que testifica con su vida, aquel por el cual sería capaz de entregar toda su persona.
De esta manera, ser testigo no sería algo inalcanzable para todos, sino que sería algo asequible y al alcance de todos. Todo depende de la relación que cada uno tenga con aquel por el que da el testimonio.
Así, podemos ser testigos en nuestra vida cotidiana del amor y la verdad. También podemos dar testimonio ante el dolor, las dificultades, las contrariedades, de una existencia que se entrega en el día a día. Así, si llegara el momento se nos puede pedir la vida, hasta derramar la sangre.
Pero, si como decimos ser testigo es dar testimonio de alguien por el que donamos nuestra existencia, ¿Quién ese por quien damos testimonio, que nos pide una entrega radical en la vida? Solo una persona que tiene autoridad sobre nuestra vida, nos puede pedir la entrega en el día a día de nuestra existencia. Por ello, solo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarnado, te reclama la donación de tu vida, en cada momento de tu historia.
Jesús, se convirtió en testigo del amor de Dios, en medio de los hombres, de la verdad que es el mismo Dios, que le llevó a derramar su sangre por todos. Él dio testimonio con sus palabras y sus obras del Padre, que le pedía en cada momento hacer su voluntad. El Hijo de Dios es el testigo cualificado de que el Padre te ama y te regala su misma vida. Jesús dio testimonio de que solo el amor, la verdad y la vida de Dios pueden llenar y colmar el corazón del hombre.
De esta manera, Jesús te invita a que en tu vida des testimonio del amor de Dios, que te ama y te envía a anunciarlo. Te pide que en tu existencia seas testigo de la única verdad que proviene de Dios. Te llama a iluminar tu vida y la existencia de los demás, desde la donación radical de toda tu ser.
Todo ello, parece algo imposible para cada uno de nosotros, y ciertamente, lo es. Solo es posible dar este testimonio si tienes relación con Jesús. Solo desde tu unión con él, podrás anunciar a todos la verdad de Dios y llevar su Palabra. Así, será más o menos fácil o una misión que nos desborda.
Cuando tienes relación con un amigo cercano, y le consideras buen amigo, te llevas bien con él, le quieres y puedes compartir tu vida con él, eres capaz de decir a todos lo bueno que es tu amigo, y la verdad que él encierra. Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo con Jesús? Decimos muchas veces que es el nuestro mejor amigo, que nos ha cambiado la vida. Podemos ser testigos en nuestra existencia de que Jesús nos acompaña en el dolor y el sufrimiento, en las penas y en las alegrías. Nos llenamos de gozo porque él viene a morar en nuestro corazón. Pero, ¿por qué nos cuesta a veces hablar tanto de él a los demás? Yo creo que porque no nos hemos enamorado de él.
Si te sabes amado por el Señor, y le quieres con todo tu corazón entonces solo podrás hablar de él sin que te importe que digan otros, sin miedo, porque sabes que con él lo tienes todo y lo puedes esperar todo.
Si estás enamorado de Jesús, todo cambia. Quizás el dolor, la pena y la preocupación no desaparezca pero sabes que con él puedes contar. Porque el que está enamorado de ti, hasta dar la vida por ti y por mí. Él es el amor loco de Dios por nosotros.
Por eso, si nos dejamos llenar por el amor de Dios, solo podemos hacer una cosa: contar a todos quien este Dios que tanto nos quiere, decir a todos que él te llena totalmente el corazón y tu vida y la mía han cambiado. Tendrás heridas, pecados pero no podrás hacer nada más que decir a todos, que el Hijo de Dios ha tomado tu miseria y tu pecado y te ha dado una vida nueva. Solo quieres compartirlo para que los demás tengan y experimenten ese amor, que todo lo hace nuevo. Quieres que todos lo conozcan.
Solo desde este amor loco por el Señor, podemos llegar atisbar la entrega que el Señor nos reclama cada día, en nuestro hoy, en medio del dolor. Solo desde el amor de un Dios que se ha enamorado locamente de ti, puedes entender tu existencia y que ella está llamada a ser testigo de Dios para todos los hombres.
Entremos en este misterio de amor sin el que no podemos vivir, y sin que nosotros, los demás y el mundo no tiene ningún sentido.
Belén Sotos Rodríguez