Atesorar para el cielo

Mar-paz
El Señor nos invita a renacer a una vida nueva. Hemos sido revestidos del Espíritu para vivir como hijos amados de Dios. Somos sellados por el poder del Espíritu, porque hemos sido rescatados del pecado y de las tinieblas. El Espíritu de Jesús entra dentro de nosotros, para que seamos renovados en nuestra existencia, y para actuar conforme al Espíritu que nos llama a cada uno de modo personal. El Espíritu modela nuestra persona según la imagen del Hijo, que en cada uno se manifiesta de modo singular. No somos una copia del Hijo, de Jesús, sino que es el mismo Espíritu que habita en Él, y El Padre y el Hijo nos envían, el que nos hace hombres nuevos, que viven haciendo el bien, y se convierten en testigos de la verdad como Jesús.
Jesús, ha resucitado, se ha levantado de entre los muertos, para que nosotros seamos levantados de la muerte, la miseria y el pecado Ya no tenemos que permanecer arrastrados por el peso de la culpa, porque la Resurrección del Hijo de Dios, es el signo que Dios da al hombre para que en Jesús, podamos experimentar esa fuerza de la resurrección en nuestra existencia.
Hemos sido llamados a la vida, para nacer de nuevo, y tener una existencia en la que somos invitados, a llenarnos de la santidad de Dios, a vivir de su gloria. Ella se manifiesta en nosotros cuando nos dejamos ser movidos por Dios para ser testigos del amor, de la verdad y del bien.
El Señor nos quiere hacer testigos de la verdad, es decir, vivir una existencia renovada, para ser lanzados a manifestar que Cristo es la verdad, que da sentido a la vida. Vivir desde Cristo, te hace abandonar en tu vida, todo aquello que te aleja de él. Te invita a dejar una vida cómoda, que muchas veces está llena de temor y de miedo, porque no hemos dejado que Dios nos hable al corazón. La verdad es muchas veces manipulada, porque no dejamos transparentar en la vida, que somos testigos. Hemos sido llamados a vivir algo grande, pero muchas veces nos dejamos llevar de pequeñas mentiras en la vida, que creemos que nos hacen felices. Olvidamos muchas veces la relación con Dios, dejamos la oración con excusas baratas que nos alejan de Él. Muchas veces no vivimos en verdad la relación con el otro, y no mostramos como Dios nos ha cambiado la vida, para darnos y abrirnos a los demás, sobre todo a los que piensan distinto. También vivimos el ocio o el disfrute de nuestro tiempo de descanso, de una manera desorbitada. Nos llenamos de múltiples planes, de muchas actividades en las que Jesús no es el centro. Queremos descansar de un tiempo de trabajo, pero en vez de pasear, rezar, etc, nos metemos en la tecnología que muchas veces nos carga más la cabeza. ¿Dónde quedan esos paseos, esas conversaciones que en Dios, te llevan a tener una vida plena? Estamos llamados a vivir en la verdad, que es Cristo, y nada, ni nadie nos lo puede impedir. Somos invitados a ser reflejo de la gloria de Dios. A vivir de la vida del resucitado, que nos llena de su vida para ser hombres nuevos en verdad, y en el bien que es Dios.
Muchas veces nuestra vida está escondida, pero allá donde estemos sabemos que es Jesús quien ilumina nuestra existencia, y conoce nuestro deseo de entrega. Para Dios nada pasa desapercibido. Si muchas solo vemos nuestros errores, y nos metemos en nosotros mismos, porque pensamos que ya no tenemos remedio. Dios ve todo lo bueno que haces por Él y por los demás. Y aunque muchas veces eso quede escondido, sabemos que será revelado para dar mucha gloria a Dios. No tenemos porqué esconder todo el bien que hacemos o que tiene nuestra existencia. Solo tenemos que dejar que sea iluminado por el Señor, para que podamos ser reflejo de su santidad. Eso es ser santo, saber y reconocer que aunque tú solo veas tu pecado, Dios viene a ti, para que seas un testigo de su amor. Detrás de un santo hay un pecador. Un hombre que se ha dejado transformar por Dios. Todos somos llamados a vivir eso. Somos santos porque somos elegidos por Dios. No es una cuestión nuestra sino que es un querer de Dios, para cada uno de nosotros. Pero Dios piensa en la santidad personal, que cada uno podemos dar. Ninguno de nosotros somos igual que el otro, y Dios no nos llama a lo mismo. Cada uno de nosotros, en nuestra única existencia, podemos ser testigos de la verdad de Dios, que manifestamos de modo único y exclusivo en nuestra vida.
Por ello, si Dios te llama a ser santo, ¿de qué nos vale pensar en llenar nuestras vidas, con tesoros que nos alejen de Él? ¿De qué nos sirve pensar en nuestro porvenir, en el futuro, solo mirando los medios que tenemos? Cuando nos dejamos llenar del Señor, Él viene a darnos todo lo que necesitamos. No se hace necesario vivir angustiado, porque con él lo tenemos todo. Él sabe nuestros proyectos, nuestras necesidades. Conoce todo lo que nos hace ilusión, ve todo lo que podemos perder, y ganar. Eso sería suficiente para experimentar que tenemos un Dios, que nos va regalar todo, todos sus dones y todo lo que necesitamos y desea nuestro corazón, para darle gloria. Incluso cuando llegue el dolor, y la contrariedad, podemos saber que El Señor está a nuestro lado porque Él ha pasado en su vida por lo mismo.
Busquemos el bien, la verdad y la vida, que nos llevará a estar llenos de Dios, y estando en su presencia, tener una existencia que siempre le reclame, porque Él nos viene a reclamar con un amor de Padre, celoso de su hijo amado.
Belén Sotos Rodríguez