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Corazón-manos

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El próximo 22 de julio, la Iglesia celebra la Fiesta de Santa María Magdalena: una mujer que se dejó tocar por el Señor, y su corazón cambió. Las lecturas que la liturgia recoge en esta memoria, nos pueden ayudar a conocerla un poco mejor, para también como ella, tener un corazón enamorado del Señor, y entregarle la vida.

El Cantar de los cantares, nos señala a la esposa, que busca a su amado, pero no lo encuentra. La esposa que anhela el corazón del amado, pero no lo puede sentir. María Magdalena es esa imagen de la esposa, del Cantar de los Cantares, que buscaba al Señor, pero ella estaba lejos. Lo necesitaba, pero no lo encontraba Todo su ser, pedía verlo, pero ella sola no podía. Necesitaba la ayuda de los centinelas, que la mostraran al amado, a su Señor. Esos centinelas, se hicieron presentes, cuando Jesús la llamó por su nombre. Son los ángeles que se encuentran en el sepulcro y la dicen que su Maestro está vivo. Cuando se lo señalan ella, puede volver su mirada al Señor, aunque se muestre a ella de modo velado, el que después la llamó por su nombre.

Solo desde esta imagen de la Esposa podemos entender y tener una mirada nueva del relato de la aparición del Señor resucitado a María Magdalena. Ella va al sepulcro, de noche, pero sin miedo. Va de noche, cuando su alma podría estar triste por la pérdida de su Maestro. Pero en medio de la noche, ella puede contemplar que el sepulcro está abierto. La piedra que lo cubría ha sido removida. Pero, ella no se queda sola. Acude primero a los Apóstoles, que son las columnas de la Iglesia, y les describe de nuevo la noticia. Jesús no estaba en el sepulcro, pero no saben dónde puede estar.

María tiene el corazón desconsolado, porque aquel que la ha tocado su existencia y ha transformado su corazón, se ha ido de su vista. Ya no estaba a su lado. No podía hablar con él, ser consolada por él. Había desaparecido de su vista, aquel que daba sentido a su vida.

Los ángeles que aparecen en el texto, van a ser sus mediaciones. Son ellos, los que le preguntan el motivo de su tristeza. Sorprendidos le preguntan por el motivo de su llanto. Pero en ese momento es cuando el resucitado entra en escena. Ella, solo ve a un jardinero, que cuidaba la tierra. Pero, de nuevo la dice, Mujer, ¿porqué lloras? María Magdalena es llamada Mujer. Mujer como fue llamada María en las Bodas de Cana. María Magdalena es llamada Mujer, porque con ella va a empezar a darse a conocer la vida nueva que trae la Resurrección del Señor.

Ella manifiesta su dolor por no saber dónde está Jesús. Su corazón lo busca, y quiere encontrarlo. El Señor no se deja esperar y la llama por su nombre: María. Ella lo reconoce como su Señor. Quiere tenerlo todo para ella, pues se sabe amada por él. Pero ha llegado el momento de la entrega, de la misión, de dar a conocer a los más cercanos el mensaje de la salvación. Es enviada por Jesús para ser testigo de su Resurrección. Su anuncio ha cambiado la historia y a los largo de los siglos ha tocado el corazón de muchos. Todo por ella, por esta mujer capaz de salir de sí misma para decir a todos, que ha encontrado al amor de su alma, y no puede dejar de proclamarlo.

Nosotros podemos ser en nuestra vida como María Magdalena. Nos hemos dejado tocar por el Señor. Ha venido a rescatarnos de nuestro pecado y nuestra miseria. Nos hemos enamorado de Jesús, pero no le podemos ver. Necesitamos centinelas que nos señalen que Jesús está vivo, y viene a nosotros. Esos centinelas son tantos hermanos que proclaman con su vida, que Jesús ha resucitado, y sigue amándonos.

A veces estamos tristes porque en medio del dolor, no podemos ver al Señor. Pero, él nos sigue interrogando sobre el motivo de nuestra tristeza. Entonces cuando ya no vemos en medio de la dificultad, él nos dice: Ven. Señala tu nombre. Nos vuelve a enamorar, y nos anima a no tener miedo.

Pero es entonces cuando, ya no podemos estar sólo contemplando al Señor, sino que él nos pone en salida. Nos envía para decir a todos lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas.

No tengamos miedo de salir a proclamar el anuncio más bello de la historia: Jesús ha resucitado, está vivo. Te da su misma vida. Te ama. Quiere que lo lleves a otros. Porque lo que has recibido no lo puedes tener solo para ti, sino que se hace necesario compartirlo.

Belén Sotos Rodríguez

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