Religión en Libertad

Un testigo de 17 años

Los mártires carmelitas de Toledo, en la visión de un adolescente.

Toledo, Convento de la Concepción. Un grupo de milicianos posa con los cadáveres de dos monjas cuyas tumbas fueron profanadas.

Toledo, Convento de la Concepción. Un grupo de milicianos posa con los cadáveres de dos monjas cuyas tumbas fueron profanadas.

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Cada 31 de julio mi corazón se va a Toledo, la ciudad de los mártires que queda regada por la sangre de tantos sacerdotes, religiosos y laicos… Podía ser otro día cualquiera porque cada día mueren asesinados por odio a la fe muchos hombres en Toledo. Lo que sucede es que dicho día es el escogido por la providencia para el martirio del P. Ramón de la Virgen del Carmen, natural de Calahorra y del P. Pedro José de los Sagrados Corazones, párroco en un pueblo cercano a Calahorra y más tarde carmelita descalzo como el P. Ramón, y quien estas líneas escribe. Por eso los siento más cerca, además tengo la dicha de conocer a sus familias y recordarlos y hablar de ellos con frecuencia. Por eso nos vamos ahora Toledo, a revivir lo que sucede pasadas las 11 de la mañana del 31 de julio de 1936. Todo está en la misma plaza, el convento donde han vivido los hijos de Santa Teresa, la casa del médico donde se refugian y la pared del convento donde los fusilan.

Antes hay que aclarar que en total son 16 los carmelitas descalzos martirizados en Toledo entre el 22 de julio y el 7 de septiembre. El día 31 son asesinados 7 de ellos. Conozcamos sus nombres: los padres Nazario del Sagrado Corazón, Pedro José de los Sagrados Corazones y Ramón de la Virgen del Carmen, los estudiantes Melchor del Niño Jesús, Félix de la Virgen del Carmen y Plácido del Niño Jesús y el hermano donado Daniel de la Sagrada Pasión.

Hay muchos testigos de los sucesos. Sobre todo la familia de Don Emilio, el médico que ofrece su casa como hogar para ellos durante los días de persecución. Pero también hay quien lo ve todo en directo porque pasa por el lugar en ese trágico momento. Uno de ellos es un chaval de 17 años muy conocido y querido por los mártires. Se trata de Julián Martín González, que sirve como acólito en las misas del monasterio de las carmelitas descalzas.

Sin saber nada llega a la plaza del convento y quiere pasar para ver qué sucede. No puede porque los milicianos cortan el paso. Ello no le impide ver con sus propios ojos cómo los sacan de la casa a la calle y los ponen junto a la pared de la casa de Don Emilio. Pensaba que ahí llegaba el final, pero no, deciden llevarlos a los cobertizos y al final todo termina en la pared del convento. Dejemos hablar a este testigo para revivir la escena con más detalle y sentimiento:

“Cuando, momentos después se retiraron los verdugos, y me acerqué a contemplar los cadáveres, vi al hermano Plácido que daba señales ciertas de vida, pues pude observar algunos o ciertos movimientos en su cuello; este hermano era estudiante. Un miliciano quiso darle en la garganta un golpe con la culata del fusil, pero otro compañero le dijo: Déjalo ya. También noté que el que más tiros recibió fue el P. Pedro José de los Sagrados Corazones de Jesús y María, pues como llevaba mucha ropa se ensañaron más con él; y advertí que tenía el cráneo levantado; recuerdo que a este padre le descalzaron, por creer los milicianos que llevaba armas, y le registraron. Esto mismo creían de los demás. Vi que lo único que pudieron sacarles fue medallas y rosarios”.

Son palabras vivas de un adolescente que se abre a la juventud de un modo nada normal. Es lo que nos deja en su declaración sobre el martirio de estos hijos escogidos de la Virgen del Carmen. Es verdadera historia narrada por un chico que vive a fondo su fe y Dios le acerca a una escena que queda para siempre en su corazón. Eso no lo puede olvidar y lo que es más grande, que cuenta en su vida terrena con la intercesión de esos frailes a los que conocía, hablaba con ellos, ayudaba en misa, y caminaba con ellos hacia una misma meta: la santidad de vida desde el Carmelo Descalzo.

Ahora demos un paso más y pensemos en algún chico de 17 años que cuando empiece el curso tendrá que estudiar en clase lo sucedido en la guerra civil española. ¿Qué le dirán los profesores? ¿Contarán la verdad? ¿Hablarán de los mártires? ¿Callarán los sucesos acontecidos en la heroica defensa del Alcázar de Toledo, en la cruenta masacre de Paracuellos o en la terrible checa de San Elías de Barcelona entre otros? ¿Dirán que fue algo derivado de unas elecciones o que realmente hay que hablar de una verdadera cruzada por la fe en España? Estas y muchas otras preguntas se podrían añadir a los temarios de historia en los colegios, y sobre todo leer y comentar entre los alumnos en clase el testimonio de lo que vive en primera persona un testigo de 17 años.

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