XXVIII domingo: Sentirse afortunados
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué muchos viven como si no tuvieran fe y llegan incluso a perderla? Sólo hay una explicación: esos consideran que la fe es un inconveniente en la vida, un freno para la realización personal, una incómoda conexión con una conciencia moral que te impide hacer aquello que te gustaría hacer y que podrías hacer porque está al alcance de tu mano y tu bolsillo.
Necesitamos experimentar -o recordar si ya lo hemos experimentado- que la fe es un don, que estar con el Señor es una suerte. Cristo no ha venido a amargarnos la vida, a impedir que disfrutemos, sino a llevarnos a una plenitud de alegría y felicidad que pasa sólo por el camino del amor. Por lo tanto, acudamos a su fiesta cuando nos invite. Participemos en la Eucaristía aunque suponga algún sacrificio, porque si no lo hacemos es muy probable que la fe se entibie e incluso se pierda.