El universo no es fruto del azar, sino una obra diseñada por Dios con orden, belleza y armonía divina.
Cristo nació entre nosotros. Él es el divino colirio que restaura nuestra visión
🔹(San Agustín. Tratado del Evangelio de San Juan 2, 16)🔹

🔹(San Agustín. Tratado del Evangelio de San Juan 2, 16)🔹
"El Verbo, pues, se hizo carne y vivió entre nosotros", y su nacimiento es el colirio que limpia los ojos de nuestro corazón, y así ya pueden ver su grandeza a través de sus humillaciones🔹(San Agustín. Tratado del Evangelio de San Juan 2, 16)🔹
▶️ En el contexto de la Espiritualidad Católica: Esta frase señala un signo de gran importancia para el cristiano: la Encarnación es una medicina necesaria.
San Agustín parte de una premisa evidente: el ser humano está "ciego" por el orgullo. Queremos ver a Dios para creer, pero nuestros ojos están sucios de soberbia. Cuando Adán y Eva quisieron “ser como Dios”, sus ojos quedaron sellados por la prepotencia. ¿Cómo ver a Dios cuando no somos capaces de abrir los ojos a la trascendencia? Como no podíamos subir a ver a Dios, Él bajó a nuestra altura. Este acto de la Encarnación actuó como "colirio" medicinal. Un colirio que es una divina crema que se aplicaba en nuestros ojos para curarnos de la ceguera. Para San Agustín, la humildad de Cristo al hacerse carne, es esta crema medicinal que quema nuestra soberbia, cura nuestra visión y nos permite ver la Verdad.
En la vida interior no debemos buscar a Dios mirando con soberbia hacia "arriba" (buscando poder o milagros espectaculares), sino mirando con humildad hacia "abajo". Si sentimos que no "vemos" a Dios en nuestra vida, San Agustín nos indica que quizás estamos buscando mal donde no está realmente Dios. Nuestros ojos necesitan el divino "colirio" para contemplar a Dios en el pesebre, en la cruz, en el cansancio que al que nos enfrentamos cada día. La medicina de Dios es la humildad. Si Él, siendo Dios, se hizo pequeño, nosotros no podemos pretender ser grandes para encontrarlo.
La bella paradoja mística es ver la grandeza de Dios "a través" de la humildad personal. El cristiano maduro aprende a ver la Gloria de Dios dentro del sufrimiento y la limitación humana.
Cuando aceptamos esta humildad como un don que nos permite aceptar en silencio y paz, cualquier crítica injusta, fracasos, enfermedades o desprecios. Ese silencio, unido a la paz interior, evidencia que estamos poniendo el "colirio" en nuestros ojos espirituales. En ese momento, nuestra visión espiritual se limpia y empezamos a entender cuánto nos ama Dios. Entonces la fe se vuelve real porque acoge y abraza nuestras propias "debilidades y limitaciones", como el lugar de encuentro con Él.
▶️ En el contexto de la evangelización digital: En el mundo digital este pensamiento agustiniano nos ofrece un eficaz antídoto contra la falsedad de la "cultura del filtro" y los falsos perfeccionismos.
El "Colirio" actúa cuestionando todos los ajustes y filtros, como los de Tik Tok ó Instagram. Las redes sociales nos venden un imposible: grandeza, logros, adoración o miles de fans, sin esfuerzo. Nos ofrece belleza sin defectos o vida sin dolor. ¿Cómo se logra esto? Se logra "ensuciando" los ojos del corazón de millones de personas. Suciedad que se basa en la envidia y que genera en nosotros estrés y ansiedad social. ¿Y la paz interior? Desaparece, porque la suciedad corrompe lo que somos y esto duele profundamente en el ser.
¿Cuán sería un misión del Evangelizador? La misión es evidente: señalar a Cristo encarnado como divino "colirio" medicinal para nuestro ser. Debemos mostrar que "el Verbo se hizo carne" y que lo hizo para habitar en nosotros. ¿Cómo habita la Verdad en nosotros? Mostrando la realidad de lo que somos, no la fantasía que engaña y destroza.
No tengamos miedo de mostrar que la vida cristiana tiene luchas, dudas, momento de dolor por el rechazo social. Mostrar que todo somos humanos y nos cansamos y nos equivocamos. La Iglesia está formada por pecadores que aspiramos a la santidad. Esa dosis de humilde realidad limpia la vista de quienes leen lo que compartimos, escuchan nuestros audios, ven nuestros videos. A estos personas les mostramos qué es la fe real, no una falsa e idealizada fe de plástico.
El Verbo no mandó un PDF, ni un video creado con IA, ni una newsletter desde el cielo; vino en persona. La evangelización digital no puede ser desencarnada. No actuemos como bots que escupen ideas y generan continuos enfrentamientos. Si somos humildes y cercanos, llevaremos este divino colirio a quienes quieren ver a Cristo habitando entre nosotros.
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