Religión en Libertad

Espiritualidad Católica - Nueva Evangelización

Unidad dentro de la Iglesia, todo un reto

San Agustín. Cartas 258,2

San Agustín - Cartas 258,2

San Agustín - Cartas 258,2

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Así sucede que cuando no hay acuerdo en las cosas divinas entre los amigos, tampoco puede haberlo pleno y verdadero en las humanas. Es inevitable que quien desprecia las cosas divinas, estime en más de lo conveniente las humanas, y que no sepa amar rectamente al hombre quien no ama al Creador del hombre. (Cartas 258,2)

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En este texto San Agustín nos habla de la conexión entre la amistad, la fe y la comprensión de lo divino y lo humano, y cómo una verdadera y plena amistad no puede existir si no hay un acuerdo fundamental en la Fe. Si los amigos no comparten una visión o un entendimiento común sobre las cosas divinas, su acuerdo en las cosas humanas será superficial o incompleto. Podrán ver la misma realidad, pero cada cual la interpreta de forma diferente. El sentido trascendente es el cimiento sobre el cual se entendeos todo lo que nos rodea y nuestra propia vida. Si este cimiento falta o es inestable, la vida se desarrolla como un sinsentido.

Cuando se desprecian o no valoran las cosas divinas, inevitablemente sobreestiman las cosas humanas. Esto conlleva a una perspectiva desequilibrada donde lo terrenal adquiere una importancia excesiva, y lo espiritual, que debería ser la guía, se ignora. El punto central es que no se puede amar "rectamente" al prójimo-amigo si no se ama al "Creador del hombre". El amor genuino hacia el prójimo emana del amor a Dios, nunca al revés. Sin esta conexión divina, el amor hacia los demás se vuelve imperfecto, egoísta o mal dirigido. Es decir, para valorar verdaderamente al ser humano, se necesita reconocer el origen y propósito que Dios nos ha dado.

La Fe y nuestra relación con Dios, moldean no solo nuestra percepción del mundo, sino también la calidad y la verdad de nuestras amistades sociales. La verdadera amistad es un reflejo de una conexión más profunda y compartida en el ámbito de la fe y los valores espirituales.

Atendiendo todo esto, podríamos observar lo que sucede en muchos espacios sociales eclesiales. ¿Qué nos sucede para no llegar a "sintonizar" unos con otros y conformar verdaderas comunidades en Fe? En una sociedad líquida, como es en la que vivimos, las relaciones sociales son mayoritariamente superficiales. Lo son, porque si se profundiza un poco, nos encontramos con visiones y entendimientos contradictorios. Las dimensiones emocionales chocan con las voluntaristas y las racionales. Esta es una de las razones por la que las misas van quedándose más y más vacías. No conformamos una verdadera fraternidad en la Fe. Vas a una misma misa durante años y ves cómo la gente sale corriendo cuando el sacerdote dice: "Podéis ir en Paz". Los mismos sacerdotes temen acercarse a las personas. En el mejor caso, se centran en un grupo con los que sí hay cierta sintonía.

El verdadero problema es cómo reconducir las relaciones sociales intra-eclesiales para que, poco a poco, sea posible conformar verdaderas comunidades fraternas. Evidentemente es imprescindible una nueva evangelización dentro de la misma Iglesia. Pero esto es sumamente complicado y a corto plazo, no veo que sea sencillo de acometer. Tendríamos que empezar por aprender a diferenciar entre lo sustancial de la Fe y las diferentes capas sociales que hemos ido creando en veinte siglos. Todo un reto que nos llevaría mucho tiempo, contando siempre con la ayuda de Dios.

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