¿Y quien nos devuelve a los contribuyentes los 25.000 millones de Spanair?
Todo el mundo se hace cruces. Y no es para menos: ocho mil personas estafadas con una media de cien euros cada una, amén del problema que para muchos de ellos supondrá el no llegar a tiempo a su destino o el perder los enlaces que habían previsto realizar. Tres mil nuevos españoles al paro en un país en el que cada día mil quinientas personas se van a él: Spanair se ha comido ella solita la ración de dos días, no está nada mal.
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"El dinero público no es de nadie" Todos nos solidarizamos con las once mil personas afectadas entre trabajadores y estafados. Ahora bien ¿se acuerda alguien de los 150 millones de euros entregados a Spanair en subvenciones? ¿Saben Vds. de quien eran esos ciento cincuenta millones de euros, -en román paladino, 25.000 millones de pesetas-, que Spanair se ha tragado en subvenciones en solo tres añitos? Pues bien, por si no sabe la respuesta, se lo voy a contestar yo: de Vd. caballero, de Vd. señora; de Vd. y míos, de su primo y de los míos, de todos nosotros. Y por si esto no fuera poco, y como el Sr. Durán Lleida no tiene empacho alguno en admitir, para que en Cataluña puedan seguir jugando a hacer país(1). ¿Se dan Vds. cuenta? ¡25.000 millones de pesetas suyas y mías para que en Cataluña sigan haciendo país! ¿Y ahora qué? ¿Quién nos los va a devolver? ¿Y todavía se escandaliza alguien porque el ministro de Hacienda diga que va a meter en la cárcel a todos aquellos que malgastan el dinero público, porque el dinero público, lejos de ser de nadie como decía aquélla, es de todos? ¿Se da Vd. cuenta de que sólo la gracieta de la Generalitat para hacer Catalunya le ha costado a Vd., a cada español, 600 pesetas, y que si tiene Vd. tres hijos, la broma le ha costado 3.000? A lo mejor hasta había preferido Vd. irse al cine con su mujer o con su marido y tomarse después unas cañitas, en lugar de seguir haciendo Catalunya ¿o no? Yo desde luego, sí, que de hacer Catalunya empiezo a estar ya un poquito harto. Y además, económicamente hablando, habríamos actuado con máxima eficiencia, promoviendo la actividad en lo que es la gran industria española, el turismo, y contribuyendo tal vez a crear algún puestecito de trabajo, y no a destruírlo como se ha hecho en el modo en que se ha hecho.
Toda mi solidaridad para los tres mil empleados que se han quedado sin trabajo. Toda mi solidaridad también para las ocho mil personas que han perdido un vuelo por el que habían pagado. Pero toda mi solidaridad también para el sufrido contribuyente español, al que se hace pagar cualquier mamarrachada, cualquier despilfarro si viene disfrazado de los “sagrados derechos de las sojuzgadas naciones ibéricas” y “del lavado de cara progresista que requiere este país”, en lo que yo ya no sé si son absurdos complejos de inferioridad como parecen, o más bien, una interesante fórmula que algunos han encontrado de vivir a costa de los impuestos que pagan los demás.
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