Religión en Libertad

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Como parte de la Iglesia, nos encontramos dentro del periodo conocido como “Sede Vacante”, toda vez que no tenemos Papa en turno debido al reciente fallecimiento de Francisco el pasado lunes 21 de abril. A la luz de todo esto, se abre un tiempo apropiado para la oración, así como la reflexión sobre el futuro de la Iglesia de cara al cónclave. Yo, por ejemplo, he aprovechado para intercambiar opiniones y artículos con amigos interesados en el contexto que nos está tocando vivir. En unas horas se llevará a cabo el funeral del Papa y su traslado final a la basílica Santa María la Mayor.

Así las cosas, nos toca reflexionar sobre el legado del Papa Francisco. Creo que su pontificado ha puesto sobre la mesa la importancia de acercar a los que, por diversas circunstancias, se encuentran lejos de la Iglesia. El foco de sus esfuerzos estuvo justamente en comunicar un Dios cercano. Lo hizo a través de gestos que mantuvo hasta el final y que hoy agradecemos.

Ahora bien, al término de un pontificado, llega otro para responder a nuevos retos. Aunque no soy cardenal, pienso que el futuro Papa debe contar con tres características: vida espiritual sólida, capacidad de gestión y perspectiva global. La primera, porque lo esencial en un Papa es su coherencia sostenida por la oración. No buscamos un activista, sino a una persona identificada con Jesús. La segunda, porque tiene que saber tomar decisiones administrativas, además de lograr equilibrar las diversas voces y marcar un rumbo claro y, la tercera, es que tenga experiencia más allá de su propia cultura para que no se pierda la dimensión universal de la Iglesia.

Pienso que algo que necesitamos todos los católicos es superar los efectos del dualismo entre fe y compromiso social o cuidado de la liturgia y la necesaria preocupación por los que menos tienen. Dicho de otra manera, evitar la polarización y recordar que una cosa no está en contra de la otra. Cuidar que las celebraciones sean dignas no significa olvidarse de los grandes problemas sociales que vive el mundo de hoy. Antes bien, al profundizar en los misterios de la liturgia bien celebrada, se crece en contemplación y, quien contempla la vida de Jesús, necesariamente baja a la realidad, a lo concreto y sabe que necesita de las obras, de las acciones puntuales para vivir una fe comprometida.

Por último, dejarnos sorprender por lo que Dios nos quiera decir a través del próximo Papa. No está mal que tengamos un cardenal favorito, pero que eso sea secundario. Lo primero es la apertura a lo que venga. El nuevo Papa, sea quien sea, necesita de nosotros, de nuestra vivencia del bautismo en el día a día y eso es lo que toca. Agradezcamos el pontificado de Francisco y abrámonos al siguiente sucesor de Pedro. 

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