Religión en Libertad

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La nueva evangelización es una respuesta nueva y necesaria a retos nuevos, lenguajes nuevos, una configuración nueva del mundo y de la cultura.

Al vino nuevo de esta cultura post-moderna debemos ofrecer odres nuevos. Las respuestas prefabricadas o la mera repetición de moldes y modelos de siglos atrás -en su momento eficientes- no hallan eco alguno ahora. Las situaciones son nuevas, los hombres son distintos. No, no se trata de afán de novedades, sino de sacar del tesoro del Evangelio vetera et nova, lo nuevo y lo viejo, para ofrecerlo de manera eficaz, impactante, interpelante.

Viene siendo un paso metodológico común, al hablar de nueva evangelización, comenzar por la descripción detallada de la situación hoy. Así lo hace el papa Benedicto:

Con matices, y salvando lo peculiar que pueda haber en América Latina, el análisis puede ser extensivo muy bien a otras zonas geográficas sumándoles sus problemas propios. Pero pensemos que estos problemas se presentan no como irresolubles, sino como desafíos que nos deben llevar a una respuesta y, como Iglesia, a evangelizar, sabiendo a quién evangelizamos, a qué hombre concreto, con qué cultura y mentalidad, nos dirigimos.

De esa mirada al mundo, como Jesús miraba, surge la convicción:

Entonces, para evangelizar, todos (obispos y presbíteros, religiosos, seglares) serán testigos de algo que han vivido, el encuentro con Cristo, y se mantendrán así si hay una solidez espiritual, una vida real de oración. La oración en los evangelizadores es fundamental, sino, serán simples funcionarios de un plan pastoral o meros repetidores huecos de palabras aprendidas de memoria, sin fuerza alguna, sin fuego, sin fervor.

A la par, junto a la oración constante y diaria, un gran sentido eclesial: somos Iglesia, enviados por la Iglesia, mostramos el rostro de la Iglesia, edificamos la Iglesia (la plantatio Ecclesiae):

Para evangelizar, antes que complicados y fantásticos planes pastorales y organigramas, antes que reuniones y más reuniones para planificar, es fundamental que quien es enviado para evangelizar haya sido antes evangelizado; es decir, haya arraigado firmemente el Evangelio en quien evangeliza, suscitando la santidad personal. Entonces al papa Benedicto ofrece un retrato detallado de lo que es un verdadero discípulo de Jesús:

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