Religión en Libertad

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Grito y súplica de la Iglesia: "¡Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra!" El don del Señor resucitado es su Espíritu Santo, que va a continuar y prolongar la misma salvación y obra de Cristo en los corazones de los fieles.

Envía el Espíritu Santo para que sea el otro Paráclito, es decir, el Abogado, el Intercesor, el Consolador: las mismas funciones de Cristo ya que tomará de lo de Cristo para comunicarlo constantemente a la Iglesia. ¿Por qué es llamado así?

El Espíritu, por venir siempre en ayuda de nuestra debilidad, es invocado en toda situación por el bautizado y así, en las tentaciones y luchas, el Espíritu robustece y asiste para tener consuelo y salir victorioso.

Habremos de considerar muchas veces la gracia del Espíritu Santo como un don real que sostiene la vida creyente, teologal.

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