Religión en Libertad

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La Vigilia pascual posee un matiz escatológico muy acusado, es decir, miraba -¿seguirá mirando?- a la Vida eterna, al retorno del Señor como Juez de vivos y muertos, su Parusía y la resurrección de la carne. Así fue desde el principio.

Pensemos, por ejemplo, en su carácter nocturno y las lámparas encendidas, que recuerdan la espera de las vírgenes aguardando a que su Señor vuelva de la boda (cf. Mt 25,113). “Los primeros cristianos, igual que los judíos, esperaban la venida o vuelta del Mesías en la noche, en la noche pascual (1Pe 2,9; Mt 24, 32-50; Rm 13,11; 1Tes 5,2; Ap 3,3; 16,15; Lc 17,20). Cada Pascua esperaban la venida de Jesús. Al no acaecer ésta, se unían a Él por la Eucaristía... una prenda de la parusía”, dice Luis Maldonado (La plegaria eucarística, Madrid 1967, p. 266). Era una tradición muy arraigada en el corazón de los cristianos. Era la noche en la que esperaban la Parusía del Señor.


Pero, llegada la medianoche, como el Señor no había vuelto en Gloria, pasaban a celebrar la Eucaristía pascual que era el modo en que volvía Cristo, no en Gloria, sino sacramentalmente. El rito eucarístico comenzaba en la medianoche. San Jerónimo, comentando la parábola de las diez vírgenes y la llegada del esposo a medianoche, escribe: “Es una tradición judía que el Cristo debe venir a medianoche, según el modelo de la salida de Egipto, cuando la Pascua es celebrada. De ahí que yo opine que debe conservarse la tradición apostólica de no despedir al pueblo expectante de la venida de Cristo antes de la medianoche de la vigilia pascual” (PL 26, 184).

La Santísima Eucaristía, esta noche de Pascua, recobra su matiz escatológico: seguimos aguardando la Venida gloriosa del Señor Resucitado, donde todo lo hará definitivamente nuevo, el nuevo cielo y la nueva tierra, la vida nueva de los bautizados y la resurrección de los muertos junto con Cristo.

En la noche de la Pascua, la liturgia eucarística hace realmente presente al Resucitado. Cristo está aquí y ahora dándose a sus hermanos, nutriendo a su Esposa, dándose en comunión por primera vez a los neófitos. El Resucitado se hace presente como se apareció (o se hizo visible, que dicen los exégetas) a las mujeres miróforas que iban con ungüentos a embalsamar el cadáver. Cristo está en medio de su Iglesia. Ha roto el círculo del tiempo para convertirlo en tiempo salvífico orientado a su Parusía; ha vencido la muerte y aparece Glorioso; ha encadenado al “más fuerte”, el Maligno, y ha triunfado sobre él; ha llegado a las puertas del infierno y les anuncia la Vida a los justos que aguardaban en tinieblas y en sombras de muerte.


¡Eucaristía de la noche pascual!, anticipo de las Bodas eternas en el cielo de Cristo con la Iglesia.


La Vigilia pascual llega a sí su cenit. La luz inauguraba la celebración aclamando a Cristo-Luz, a su Luz escuchábamos toda la historia de la salvación con lecturas, salmos y oraciones que apuntaban al Evangelio de la Resurrección; y esta Vida resucitada se ha comunicado en la liturgia bautismal por el agua y el Espíritu Santo para los catecúmenos y luego para los fieles que han renovado las promesas bautismales. Ahora todos, neófitos y fieles, acceden al altar del Señor para la Eucaristía. ¡No hay Misa más solemne, más bella, más importante que ésta, en la noche de las noches, en la santa Vigilia madre de todas las vigilias!


La carta de la Congregación para el Culto divino sobre la Preparación y celebración de las fiestas pascuales señala:



La celebración:

-Debe gozar de la mayor solemnidad. En esta noche se emplearán los mejores manteles, cálices, patenas y copones (no como a veces se ve, que lo mejor se emplea sólo en Navidad y en el Jueves Santo); tendrá su ritmo propio, sin prisas, sin pretender acelerar el ritmo celebrativo para terminar pronto.

-La materia para el sacrificio (el pan y el vino, ninguna “ofrenda simbólica” lógicamente, sino todo el pan eucarístico necesario en varias patenas o copones más el vino y el agua) pueden aportarla por vez primera los neófitos. Tal vez la música de órgano podría solemnizar este momento hasta la incensación de las ofrendas, altar y cruz, sacerdote y fieles.


-La liturgia eucarística comienza con la preparación de los dones y se orienta a la plegaria eucarística, plegaria de acción de gracias y consagración. Sus elementos, a ser posible, deberían ser cantados: El diálogo inicial y el prefacio, el Santo, la aclamación tras la consagración, la doxología con su “Amén” y, si fuera posible, también la consagración.

-Cobra gran fuerza expresiva en esta noche el saludo de paz a la asamblea (“La paz del Señor esté siempre con vosotros”) cuando es cantado, recordando el saludo del Señor resucitado a sus apóstoles, así como la monición diaconal, también cantada: "En el espíritu de Cristo resucitado, daos fraternalmente la paz".

-El canto del Cordero de Dios acompaña a la fracción del pan. En esta noche santísima, partir el Pan consagrado a tenor de las rúbricas, de manera significativa, expresa cómo todos comemos del mismo Pan y bebemos del mismo Cáliz porque somos uno, el Cuerpo del Señor, sus miembros. Pensemos cómo conocieron los de Emaús al Resucitado: precisamente, al partir el Pan.


-En la medida de lo posible, lo apropiado es distribuir la Sagrada Comunión con las dos especies a los neófitos por supuesto, pero igualmente a todos los fieles. El Resucitado se da como alimento, medicina de inmortalidad, prenda de resurrección.


Creo que es muy ilustrativo leer el sermón que en una noche de Pascua, en una vigilia pascual, pronunció san Agustín:

Los textos litúrgicos tienen peculiaridades para esta noche, elevando la alegría de los fieles para cantar la gloria del Señor Resucitado. Es en esta noche cuando los fieles pueden gritar jubilosos que el Señor es grande y está en medio de la Iglesia, ¡ahora más que nunca! La fuente de la alegría cristiana, insondable y espiritual, es la resurrección de Cristo, tal como explicaba bellísimamente Pablo VI en la exhortación apostólica "Gaudete in Domino". Así nos encontramos que el prefacio durante la Pascua varía su protocolo inicial y, en concreto en la Vigilia, cantará:

El cuerpo central del prefacio, siempre, expone los motivos de acción de gracias a Dios; en este caso la victoria del Señor y los beneficios de su sacrificio pascual.


Y la cláusula final del prefacio varía de modo significativo en la Pascua para provocar el canto jubiloso y festivo en el Santo, diciendo:


¡Es la noche gloriosa!, la resurrección de Cristo según la carne que comunica vida a nuestra propia carne destinada a la muerte por el pecado; la Iglesia está noche está reunida “para celebrar la noche santa de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo según la carne” (Canon romano). El fruto de vida de haber celebrado esta Vigilia pascual se expresa en la Bendición solemne, vivir ahora sin pecado y gozar de la Pascua eterna en el cielo (¡otra vez la escatología de la Vigilia pascual!):

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