La túnica de Argenteuil (II)

Ostensión de la Santa Túnica de Argenteuil en 2016
El historiador francés Jean-Christian Petitfils reconoce que la Santa Túnica de Argenteuil sufrió muchos avatares después de que estuviera en manos de Carlomagno hacia el año 800 y se depositara en el monasterio de las monjas benedictinas de Argenteuil, Francia. Son nada menos que 300 años el periodo durante el que no queda rastro de ella. ¿Cómo se explica esto? En este periodo, Francia sufre invasiones bárbaras que hacen temer a la población gala por la destrucción de este tesoro, y no es hasta mediados del siglo XII que se redescubre y se muestra en público ante la presencia del rey de Francia, Luis XIII. Después hubo también que esconderla debido a guerras de religión, la Revolución francesa… No ha sido hasta los últimos dos siglos en que ya se ha normalizado la situación, lo que permite hacer procesiones y ostensiones públicas, la última de ellas este mismo 2025, en el mes de abril.
Además, se sabe de milagros y gracias concedidas. No es de extrañar. En el Evangelio se nos dice: “Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban sanados” (Mt 14, 36).
Pero alguno pensará: “Todo es muy bonito. Pero ¿qué garantías tenemos, con tanto vaivén, siglos de desaparición, redescubrimiento, de que esa es la túnica que llevó Jesús camino del Calvario?”.
A finales del siglo XIX se llegó a la conclusión de que se trataba de un tejido fabricado con una técnica muy antigua, tal vez en Palestina o Siria, porque los hilos están retorcidos en forma de Z, como algunas de las telas encontradas en Palmira. Asimismo, algunos ingenieros químicos demostraron que tenía manchas de sangre.
En 1997, el profesor André Marion, director del Institut d’Optique de Orsay, analizó en más detalle las manchas y verificó que el hombre que había llevado la túnica había portado una cruz. Aún más, las manchas guardaban similitud con las de la espalda del hombre de la Sábana Santa.
Por otro lado, el genetista francés Gerard Lucotte descubrió en la reliquia numerosos pólenes de antiguas plantas de Oriente Próximo, y también observó detalles extraños en la sangre de la túnica: algunos de los glóbulos rojos tenían la forma alterada, eran más pequeños de lo normal y estaban desgarrados, privados de su hemoglobina. Esto apunta a un sufrimiento extremo en la persona a la que pertenece esta sangre.
Por último, la Túnica presenta conexiones con otras reliquias. Por un lado, sus manchas de sangre se solapan con las de la espalda de la Sábana Santa. Por otro, el tipo de sangre hallado es AB, un grupo poco común, presente solo en el 4–5 % de la población mundial. Curiosamente, este mismo tipo de sangre aparece también en la Sábana Santa de Turín, en el Santo Sudario de Oviedo e incluso en el milagro eucarístico de Lanciano, donde una hostia consagrada se transformó en carne y el vino en sangre. Ahora bien, también conviene reconocer que aún queda trabajo por hacer. Algunos científicos han advertido que el tipo de sangre puede verse afectado por múltiples factores: la contaminación, la degradación del material biológico con el paso del tiempo e incluso la acción de microorganismos o insectos. En cualquier caso, aun admitiendo que no contamos con una certeza absoluta, una inmensa mayoría de los indicios y signos apuntan hacia una verdad más profunda: la de Cristo vivo, resucitado y realmente presente en la Eucaristía.