Religión en Libertad

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Hay pocas ocasiones de asomarse a la vida privada de un Papa, de conocer sus gustos y fobias culinarias y de qué habla en las comidas familiares sin invitados, cómo reza o trata a sus familiares, amigos y subordinados, qué hace en su tiempo libre, cómo reza, su relación con las mascotas … Alfred Xuereb fue el segundo secretario privado de B XVI durante seis años (entre 2007 y 2013), siendo el primero el mucho más conocido Georg Gänswein. En Mis días con Benedicto XVI (Ed. Palabra, 2024, 370 págs.) D. Alfred, sacerdote maltés que desde 1995 prestaba servicios en el Vaticano, transcribe un diario de sus años al lado del Papa Benedicto desde septiembre de 2007 hasta que B XVI renunció al ejercicio del ministerio papal.

El libro de Alfred Xuereb -a diferencia del publicado en su día por Mons. Gänswein- no se refiere, sino ocasionalmente y de pasada, a los temas de relieve eclesial, político, doctrinal o mediático del pontificado de Benedicto. En esta obra solo se encuentran las pequeñas anécdotas y hechos de la vida privada del Pontífice, el día a día de la vida hogareña de la conocida como “familia pontificia” formada fundamentalmente por el propio Papa, sus dos secretarios particulares y las memores de Comunión y Liberación que se ocupaban de la atención del hogar pontificio. Con Mons. Xuereb el lector se asoma a la rutina privada, hogareña, de ese pequeño grupo humano vinculado por el cariño y atención al Papa: asistimos a los ratos de tertulia y de oración, a las comidas y sobremesas, a los paseos y momentos de descanso, a las rutinas diarias ajenas a la agenda pública del Papa, a los pequeños accidentes domésticos, al seguimiento de la liga de fútbol y las celebraciones familiares de santos, cumpleaños, aniversarios, etc.

D. Alfred llegó a querer a B XVI como un buen hijo quiere a su padre bueno; se nota página a página el cariño filial que transpira el autor al hablar del Papa. Y, en paralelo lógico, se pone de manifiesto el carácter entrañable de B XVI: su humildad y sencillez, su preocupación cariñosa por todos los que lo rodeaban, cómo estaba pendiente de enfermedades y preocupaciones de las familias del propio D. Alfred y del resto de miembros de la “familia pontificia”. Gracias a las confidencias del autor nos enteramos del amor del Papa Benedicto por los animales, especialmente por los gatos, de los que llega a decir que quizá las mascotas nos acompañen en la vida eterna sugiriendo que éste sería un buen tema para la reflexión teológica; nos emocionamos viendo el cariño del Papa con su hermano Georg que les visita en el Vaticano con cierta frecuencia y al que Benedicto cuida, incluso físicamente, como al único miembro de su familia que le queda; aprendemos que al Papa no le gustaban ni las setas ni los mariscos marinos llenos de antenas … que le daban repelús; y que disfrutaba con los paseos por el campo y las comidas campestres en sus periodos de vacaciones en la residencia de verano de Castel Gandolfo.

Desde un punto de vista espiritual a mí me ha sorprendido la profunda piedad mariana de Benedicto y su vivencia de la infancia espiritual. El gran teólogo era espiritualmente como un niño abandonado en las manos de su Padre Dios; por eso mantenía siempre la paz y se mantenía firme en sus obligaciones en medio de las tormentas que batían la barca de la Iglesia durante su pontificado. Ahora que se intuye que comenzará en breve su proceso de canonización, conocer a este gran Papa y doctor de la mano de D. Alfred Xuereb es un lujo irrenunciable.

El libro editado por editorial Palabra en papel satinado y con espléndidas fotografías en casi todas las páginas es un regalo estupendo para cualquier católico.

Como complemento ideal de la obra de Xuareb, recomiendo la lectura de la edición que acaba de hacer en este 2025 la editorial Encuentro de las homilías privadas predicadas por Benedicto XVI a los miembros de la familia pontificia durante los años de su pontificado y en los siguientes en su residencia en el Monasterio Mater Eclessiae en el que vivió hasta su fallecimiento. Se trata de homilías en el oratorio privado, sin público, pero tan cuidadas como todas las que pronunció durante su vida sacerdotal ese maestro del género homilético que fue Joseph Ratzinger. En estas homilías -grabadas y transcritas por las memores que le asistían-, al no estar vinculadas a eventos ni lugares externos, B XVI deja fluir su oración personal y su comprensión de exégeta de los textos litúrgicos. Son una maravilla de espiritualidad.

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