Sábado, 27 de abril de 2024

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"Todos los días abrimos los ojos porque esperamos algo"

«La esperanza es como una promesa inscrita en la tablilla del corazón» (Jesús Montiel)

por Echad vuestras redes...

Fue un encuentro un poco casual, a través de un escrito suyo que copio a continuación y que compartió un amigo mío en redes sociales. Y es que últimamente en mi grupo cristiano estamos trabajando a fondo la pregunta ¿hay esperanza?, con todo lo que ello implica.

 

Abrir los ojos es el trabajo de la esperanza.

La esperanza abre los ojos de cada persona cada mañana,

como los comerciantes la persiana de su negocio.

Todos los días abrimos los ojos porque esperamos algo.

Porque en el fondo creemos que algo va a llegar siempre”

 

Su autor, Jesús Montiel, nació en Granada en 1984. Está casado y tiene seis hijos. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, en 2013 obtuvo el título de Doctor con la tesis titulada “Los personajes de Walker Percy: peregrinaje o viaje existencial”. Trabaja como profesor de Lengua y Literatura en el Centro de Magisterio La Inmaculada, adscrito a la Universidad de Granada.

Ha participado en distintas revistas de Literatura y publicado hasta la fecha cinco poemarios, que le han valido distintos reconocimientos. Suya es la traducción de Resucitar y Prisionero en la cuna, de Christian Bobin (Ed. Encuentro, 2017 y 2020). Ha publicado también un libro de aforismos, Silencio casi (Trea, 2020) y cinco libros de difícil clasificación, entre la narrativa, la poesía y el aforismo: Notas a pie de instante (Esdrújula, 2018), Sucederá la flor (Pre-Textos, 2018), El amén de los árboles (Esdrújula, 2019), Señor de las periferias (Pre-Textos 2019) y Casa de tinta (Hiperión, 2019).

En 2011 ganó el Premio Nacional de Poesía Universidad Complutense por su libro Placer adámico (Editorial Universidad Complutense, 2012); en 2012 el Premio de Poesía «Leopoldo de Luis» por Díptico otoñal; en 2013 el Premio internacional de Poesía «Alegría» por Insectario (Editorial Rialp, Colección Adonáis, 2013). En 2015 la editorial Libros Canto y Cuento le publicó La puerta entornada, un libro desgarrado y emocionante motivado por una grave enfermedad de su hijo pequeño, que fue finalista del Premio Adonáis 2013. En 2016 resultó ganador del Premio Hiperión con Memoria del pájaro (Hiperión, 2016).

El texto citado más arriba, que ha utilizado el autor como foto de cabecera en su perfil de Twitter, está sacado de su libro ”Lo que no se ve” donde puede apreciarse cómo el autor conserva la mirada de niño, haciendo de la contemplación un vehículo para volver a lo que importa.

 

¿Qué es lo que a Jesús Montiel le ensancha el corazón? ¿Qué le ayuda a vivir intensamente la realidad o a afrontar cada mañana el drama de la vida?

Solo el amor ensancha mi corazón, creo. No me refiero a un amor cursi ni epidérmico. Me refiero a ser tocados por la gracia más allá de nuestros límites, precisamente donde empieza ese terreno en el que nosotros mismos nos rechazamos. Un amor así ensancha el corazón de la persona. Este amor surge en la convivencia con otra persona, con los hijos, con algunos libros que albergan vida, cuando miro un árbol, una flor, o doy un paseo por el campo. Cualquier cosa, si aguzamos el ojo, nos está diciendo te quiero. Nos pasamos la vida pidiendo amor de un modo neurótico, a veces perverso, cuando estamos rodeados de amor. Solo que no sabemos escucharlo, leerlo. La vida contemplativa es en realidad eso, apagar todo el ruido en el que vivimos inmersos para escuchar el Amor.

 

Cuando escribió “Abrir los ojos es el trabajo de la esperanza”, ¿a qué tipo o concepto de esperanza se refería? ¿se puede decir que somos estructuralmente espera o que la espera es algo dado?  

Me gusta que digas que somos estructuralmente esperanza porque creo que es así. Siempre estamos esperando algo. Todo el mundo, hasta el más depravado, tiene unos cuantos gramos de esperanza escondidos en el bolsillo. La esperanza es una voz muy débil. Como si alguien, en el momento de nacer, de venir a este mundo, nos susurrase al oído “todo acabará bien”. Y aunque se nos olvide, queda en la memoria del subconsciente ese tono alentador. Como si el corazón lo recordase, durante toda la vida. Yo escucho esa frase, todo saldrá bien, En los momentos más duros de mi vida sigo esperando algo. Algo mejor. Algo que va a suceder. Es como una promesa inscrita en la tablilla del corazón.

 

Dice Chesterton, en “William Blake”, que “un místico es un hombre que distingue el cielo y la tierra, aunque disfrute de los dos”. ¿Cuál es el antídoto ante la falta de espiritualidad en nuestro tiempo? ¿se considera contemplativo en la acción o con una humanidad diferente, cambiada, capaz de conmover a otros?

 El místico es el hombre más realista del planeta tierra, dice un cartujo anónimo. Y estoy de acuerdo. Lo que distingue al contemplativo es que hace lo mismo que todos, pero de un modo amoroso, lento, que comprende la demora y huye de la urgencia. Yo aspiro a vivir así: a la velocidad de la oración. Vivir dándome cuenta de que estoy vivo. Es verdad que en nuestro tiempo hay una falsa espiritualidad, o mejor: la fe se ha convertido en un producto más de supermercado. La lógica mercadotécnica lo absorbe todo. La fe budista, la fe musulmana, la fe cristiana, la meditación. ¡Coja el producto que más desea! Me pregunta por un antídoto contra todo esto y no sé qué decirle. Quizá lo más efectivo es dejarse de técnicas escapista y arremangarse: comprometerse con otra persona y tener hijos, por ejemplo. Eso es importante para vivir de verdad la religión, porque te exigen salir de ti, crean fricción, te humillan. Ahí es donde puede florecer verdaderamente Dios.

 

Mi amigo periodista, profesor de universidad (UFV) y poeta, Isidro Catela, señala citando a otro gran amigo común (Pablo d'Ors), que "el silencio como punto de partida es necesario para caer en la cuenta de que necesitamos desconectar para volver a conectar, no más, pero si mejor, es decir, a lo esencial".  ¿Qué es lo que usted considera lo más esencial en su vida?

Lo esencial es la vida del espíritu. Naturalmente, esto es un camino que dura mucho tiempo, gradual. Es un proceso de maduración. Necesito emanciparme, ganar soltura, soltar lastres. Matar al ego no es nada fácil, pues a cada instante se reivindica. Por tanto, tengo que trabajar más mi disponibilidad, estar dispuesto a que la realidad me abofetee las veces que haga falta para dejar de hacer mi voluntad. Tengo que ser discípulo de todo lo que me ocurre, y eso solo tiene un camino: la humildad. El artista tiene un componente de narcisismo muy elevado. Suele ser una persona egótica. Lo esencial para mí es, mediante este camino del que te hablo, llegar a ser lo que tengo que ser, tocar mi esencia, quitarme antifaces con las que he ido escondiéndome durante muchos años. Abandonar a Jesús Montiel y volver a la habitación de mi abuela, a ese momento en que dobla el embozo y me da las buenas noches después de una oración.  

 

¿Nos puede adelantar cuál va a ser su próximo proyecto editorial?

 El próximo libro se titula La última rosa, y lo publica Pre-Textos en septiembre de este mismo año, para la Feria de Madrid. Es otro librito narrativo, en el que abordo los mismos temas de siempre desde una forma diarística. Está estructurado como un diario durante los meses de invierno. El eje central es una fotografía de Josep Sudek, que precisamente da título al libro: La última rosa.

 

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