Sábado, 04 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Martín Ibarra Benlloch es historiador y fue director del Archivo de Torreciudad de 1998 a 2021

Martín Ibarra: San Josemaría un corazón enamorado y agradecido

por Victor in vínculis

[Virgen de Torreciudad después de su restauración] 

San Josemaría ve la imagen de la Virgen de Torreciudad en Madrid. En abril de 1970 el fundador del Opus Dei hizo un viaje penitente por varios santuarios de España y Portugal. Llegó a Madrid, donde le esperaba una agradable sorpresa. De Talleres de Arte Granda acercaron la imagen de la Virgen al centro de Diego de León para que la pudiera ver. Estaban la Virgen y el Niño, que habían sido ya limpiados. La talla tenía el aspecto románico de los inicios. Cuando la vio el fundador exclamó «¡es preciosa!» y durante unos minutos hizo un rato de oración en voz alta. Se ha publicado algo, que transcribo: «¡Perdóname, Madre mía! Desde los dos años hasta los sesenta y ocho. ¡Qué poca cosa soy! Pero te quiero mucho, con toda mi alma. Me da mucha alegría pensar en los miles de almas que te han venerado y han venido a decirte que te quieren, y en los miles de almas que vendrán. Antes no me daba cuenta, pero ahora me pareces preciosa, ¡guapísima!, y siento la necesidad de decirte que te quiero. Perdóname, pero eres tan Madre que, al verte, en vez de agradecer tu cariño y tu protección, he comenzado por pedir: ya me entiendes. Y ahora te digo otra vez que te quiero con toda mi alma»[1].

Don Javier Echevarría que le acompañaba, escribió más tarde que san Josemaría le hablaba a la Virgen «con la ternura de niño y con corazón de hombre enamorado»[2].

El arquitecto César Ortiz-Echagüe le había contado «cómo había sido el proceso de restauración, levantando con muchísimo cuidado las capas de pintura y haciéndolas analizar. Se ha comprobado que toda la pintura era bastante reciente. Únicamente en una zona, que quedaba tapada por el Niño, se han encontrado restos de la policromía antigua. Una vez limpia la madera –que precisamente gracias a la pintura, se ha conservado muy bien-, se tuvo la imagen mucho tiempo sometida a un tratamiento contra la carcoma. Después, en Talleres de Arte Granda, en Madrid, empezaron el trabajo de fabricación del chapado de los ropajes con una lámina finísima de oro, de distintas tonalidades según las piezas de la ropa. Era un trabajo muy difícil y lento, pues la talla es finísima y muy bonita y les habíamos exigido que el chapado tiene que ceñirse totalmente al original»[3]. Continuó su viaje a Zaragoza, donde visitó el Pilar. El martes 7 de abril se acercó a Barbastro y Torreciudad[4].

 

                                  [Romería penitente del 7 de abril de 1970, descalzo]

Romería penitente a Torreciudad, 7 de abril. La romería a Torreciudad del 7 de abril tuvo un carácter penitencial. Un kilómetro antes de llegar a la ermita, san Josemaría se quitó los zapatos y los calcetines, porque quería hacer descalzo esta última parte del recorrido. El camino, todavía sin asfaltar, estaba mojado por la lluvia y lleno de grava. San Josemaría fue rezando con los que le acompañaban las tres partes del rosario, intercalando entre ellas el salmo Miserere, el Magníficat, la Salve, y otras oraciones y jaculatorias marianas[5]. Llegados a la ermita, comentó: «Después de sesenta y seis años, es bien poca cosa lo que estoy haciendo por la Virgen (...). No hago nada extraordinario». En la ermita entonó la Salve y, de rodillas, rezó el Bendita sea tu pureza. Había preparado un libro de firmas y le pidieron que pusiera algo. «No suelo hacer esto -respondió- pero pondré una cosa». Y escribió: «Madre mía y Señora mía de Torreciudad, Reina de los Ángeles, monstra te esse Matrem y haznos buenos hijos, hijos fieles. Torreciudad, 7 de abril de 1970»[6].

                                              [Romería penitente de abril de 1970]

Es interesante el artículo que Heliodoro Dols escribió con motivo de esta visita, titulado «Impresiones de la visita de monseñor Escrivá de Balaguer, a Torreciudad».

«En primer lugar, recuerdo que se refirió al hecho de que no estuviera en la Ermita la imagen de Nuestra Señora, dato que como es natural él ya conocía al emprender su viaje hacia España. “Precisamente –comentó- he querido venir ahora y rezar la Salve con toda devoción ante la imagen pequeña que llevaban lo santeros en sus recorridos por estas comarcas”, e indicó que él acudía al lugar de Torreciudad estuviera o no la venerada imagen». Y un poco más adelante: «Puedo precisar que la peregrinación de Mons. Escrivá de Balaguer tuvo un carácter estrictamente personal y privado. Acompañado de unas pocas personas –entre las que se encontraban el Secretario General del Opus Dei, doctor Álvaro del Portillo, y el Consiliario en España, doctor Florencio Sánchez Bella- recorrió a pie y descalzo, durante una hora, el último tramo del camino a la Ermita, mientras rezaba las tres partes del Rosario y otras oraciones».

«Terminada la peregrinación, monseñor visitó los lugares donde se procede a efectuar grandes movimientos de tierra y se edifican el nuevo Santuario y los diversos centros de formación y de estudios. Bendijo allí estas obras, que habrán de dar un nuevo carácter al lugar donde, durante siglos, generaciones de habitantes del Somontano han expresado su devoción a la Virgen. Hizo extensiva su bendición a todos los que trabajan y colaboran en las obras»[7].

   [El beato Álvaro del Portillo besa el mosaico de la Virgen de Guadalupe en Torreciudad]

San Josemaría ante la Virgen de Guadalupe, México. San Josemaría había regresado a Roma el 20 de abril de 1970 de su romería por Portugal y España. Pero su petición incesante por la Iglesia y el Opus Dei le llevó en mayo de 1970 a postrarse a los pies de la Virgen de Guadalupe en México, ante la que hizo una novena. El día 20, rezando ante la Virgen dijo: «Este es el propósito: un mosaico en Torreciudad, ¡un buen mosaico!, para que dure perenne a través de los siglos, con esa imagen tuya, ¡tan hermosa! Este mes de mayo, que vivimos ahora, resplandecerá siempre. Te ofrezco un futuro de amor, con muchas almas. Yo –que no soy nada, que solo no puedo nada- me atrevo a ofrecerte muchas almas, infinidad de almas, oleadas de almas, en todo el mundo y en todos los tiempos, decididas a entregarse a tu Hijo, y al servicio de los demás, para llevarlos a Él».

[Capilla de la Virgen de Guadalupe. Mosaico]

[1] Archivo General de la Prelatura, P01 1970, p. 501.

[2] Javier Echevarría, Sum. 2404. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, III, p. 672.

[3] AGP, RHF T-04694. Citado en Manuel Garrido, 1995, p. 78.

[4] Cfr. El Cruzado Aragonés, 11-IV-1970.

[5] Le acompañaban don Álvaro del Portillo, don Florencio Sánchez Bella, don Javier Echevarría, don Francisco P.; detrás Pedro Barto, Juan Ignacio de la Vega, Antonio Rico y Ramón Mondéjar. Conduciendo los coches lentamente, César Ortíz Echagüe, Alejandro Cantero e Ignacio F.

[6] Torreciudad, II-1972, p. 1. En recuerdo de una fecha. “Abre nuestro Boletín de febrero la imagen del crucero que se ha levantado en Torreciudad. Situado a un kilómetro de la ermita, recuerda la fecha del 7 de abril de 1970. En aquel día, Monseñor Escrivá de Balaguer visitó la ermita de Torreciudad en romería a la Virgen. La última parte del trayecto, desde donde se alza ahora el crucero, la realizó a pie y descalzo, como los antiguos romeros y como también ahora es posible ver a muchas personas que van a rezar y a hacer penitencia en honor de Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad”.

[7] ECA, 18-IV-1970.

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