En los tiempos en que vivimos las emociones y los sentimientos están a la orden del día. Millones de personas se guían más por los sentimientos que por la razón. Y aunque las emociones son parte fundamental de la cotidianidad humana, no son estos los que deben tener la primacía. Es la armonización entre razón y corazón lo que ayuda al hombre a ser mejor, no el colocar los sentimientos al centro. Y el núcleo armonizador no es otro que la verdad.
Apelar a argumentaciones de este tipo en el contexto sinodal no parece condicionar menos a los padres sinodales en una sociedad que más que la verdad de fondo parece estar más orientada a limitarse a reacciones como "qué bonito". O en el mejor de los casos, a pensar que por la circunstancia y el que da la comunión a su padre divorciado la situación pierde la gravedad que de hecho conserva. ¿Se ha llegado a la deriva sentimentalista del sínodo? Por lo pronto se va sabiendo, además, que la "anécdota" no era tal cual la narró el "portavoz" de lengua española (véase
Avennire).