Miércoles, 08 de mayo de 2024

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La Pasión: modelo de toda persecución contra los cristianos

por La Columna del #CoronelPakez

 

 

 

Fíjense en la escena del Evangelio: Pilatos muestra a Cristo, azotado y silente, a la muchedumbre. Ésta, manipulada por los dirigentes fariseos y saduceos, grita que lo crucifiquen. Y así sucede poco después. Añadan que los legionarios que ejecutan al reo son de origen árabe o, tal vez, galos.

Ahora fíjense en los protagonistas: un poder estatal –imperial, en este caso- que respalda la decisión de unos autores intelectuales del crimen. Autores intelectuales que, utilizando la calumnia y la mentira, condenan al reo en nombre de Dios. Autores intelectuales que son enemigos irreconciliables –saduceos y fariseos-, pero que se alían para acabar con Jesús. Autores materiales al servicio de un poder estatal cuyos dirigentes –Pilatos y Herodes-, enemistados también, terminan siendo amigos. Se trata de la teoría del chivo expiatorio que con tanto acierto describe René Girard en su libro “Veo a satán caer como el relámpago”. Por último, el pueblo, siempre adoctrinado, que vocifera contra quien le dicen que tiene que vociferar.

Este esquema macabro se repite siempre de la misma forma a lo largo de la historia. Tomemos tres ejemplos: la Revolución Francesa, la Guerra Civil Española y las actuales matanzas de cristianos por parte de los yihadistas del ISIS y otros grupos.

No tengo que recordarles los miles de asesinatos que se produjeron, sobre todo entre 1793 y 1794, bajo el gobierno del Terror de Robespierre y los suyos. Comenzaba el terrorismo, ese invento de los revolucionarios para imponer la igualdad, la libertad y la fraternidad a golpes de guillotina, en nombre de un dios: la “diosa razón”. Tenemos, pues, un poder estatal –republicano, en este caso- detrás de los crímenes. Tenemos a unos autores intelectuales: desde Rousseau a Voltaire. Y tenemos a enemigos irreconciliables poniéndose de acuerdo para acabar con cualquier rastro de Cristianismo en Francia.

Lo mismo sucedió en la España republicana, desde 1931 a 1939. El poder estatal alienta, ampara y arma a los autores de la más cruenta persecución contra los cristianos desde los tiempos de Diocleciano. Los autores intelectuales llevaban décadas manipulando a las masas desde cátedras universitarias, periódicos y panfletos incendiarios de todo tipo. Sería muy largo hacer una lista de los enemigos de la Iglesia en España en el período que comprende los años 30 del siglo XIX hasta la misma década del siglo siguiente. (Los nietos de esos autores intelectuales dominan la universidad española desde 1975 hasta hoy mismo). Naturalmente, la matanza de cristianos en esa época causó enorme satisfacción en la Rusia soviética y en la Alemania nazi, dos enemigos irreconciliables. Y suscitó parabienes en todas las logias masónicas de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. En cuanto a los autores materiales, en la mayoría de los casos, eran militantes activos de partidos y sindicatos de izquierdas, conocidos y controlados. En ningún caso, como se pretende, “el pueblo en armas”.

Nos encontramos actualmente con las masacres de los yihadistas del ISIS. Lo primero que asombra es comprobar que enemigos irreconciliables como Francia y Estados Unidos, Israel y los países árabes, Inglaterra y Alemania, asisten impasibles al desarrollo macabro de los hechos. ¿Son los inductores, los autores intelectuales? Desde luego, el poderío militar de Occidente –el poder imperial- podría detener el genocidio y, sin embargo, todos hablan mucho pero hacen poco: al igual que los fariseos, se rasgan las vestiduras. Erdogan y Asad, enemigos tradicionales, parecen estar de acuerdo con el sangriento “statu quo”. Y, mientras tanto, los Pilatos y Herodes actuales se ponen de acuerdo para explotar nuevas relaciones económicas. No es menos cierto que el sionismo, el protestantismo y el islam, también ellos enemigos entre sí muchas veces, coinciden en un chivo expiatorio que les une: Cristo.

Y digo Cristo porque cabe afirmar que, en el fondo de la cuestión, late el corazón corrompido del diablo. Satán es un gran teólogo y sabe que los cristianos son el cuerpo de Cristo, a quien él combate. Que lo sepan algunos teólogos de moda lo pongo sinceramente en duda. Pero ésta es, desgraciadamente, otra historia.

Por otra parte, y por concluir, sorprende el terror desencadenado por los yihadistas. No es algo propiamente islámico, sino de clara influencia occidental: un invento de la Revolución Francesa, como decía al principio. Como es un invento inglés lo de arrancar las cabelleras de los indios, aunque luego éstos lo copiaron con singular maestría. En los tiempos esplendorosos del islam, durante el califato medieval, la convivencia más o menos pacífica era habitual en regiones fuertemente islamizadas como todo el Oriente Medio. El Imperio Otomano, a su vez, y más allá de una presión fiscal superior sobre los cristianos, respetó por lo general cultos y vidas. Nunca había dejado de celebrarse la Santa Misa en Mosul, Irak, durante más de mil cuatrocientos años. Y los escritores, artistas, filósofos y mercaderes más renombrados del mundo islámico eran griegos, judíos, bizantinos, eslavos,… No afirmo que no existieran episodios de extrema crueldad, pero solían resultar casos aislados, y no la política común para resolver los conflictos.

Existe un odio y una preparación mediática en estas matanzas que recuerda a las mejores campañas de propaganda del doctor Goebbels y de su verdadero maestro, George Creel, creador de la mejor maquinaria publicitaria con que jamás ha contado un estado moderno: la comisión que lleva su nombre y que, a instancias del presidente Wilson, llevó a los ciudadanos de los Estados Unidos a participar en la I Guerra Mundial, con verdadero entusiasmo y auténtico odio hacia Alemania.

Fanatizar a las masas con la mentira y la calumnia, en contra de la evidencia de hechos que demuestran lo contrario, he aquí el secreto. La Pasión es un proceso que debe, también, ser estudiado en clave de propaganda política.

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