Domingo, 10 de noviembre de 2024

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Nueva Evangelización. Un desafío lleno de dones

Nueva Evangelización. (y VIII) Estrategia de la pesca milagrosa

Nueva Evangelización. (y VIII) Estrategia de la pesca milagrosa
Nueva Evangelización. Pesca Milagrosa

por La divina proporción

Con esta octava publicación sobre la Nueva Evangelización, hemos revisado dos escritos de gran interés:  la conferencia que el Card Ratzinger dedicó a la Nueva Evangelización en el año 2000 y el texto del  Instrumentum Laboris de la XIII Asamblea ordinaria del Sínodo de Obispos, 2012. Creo que con estas ocho entregas ya tenemos suficiente material para reflexionar y posteriormente desarrollar las acciones evangelizadoras que creamos adecuadas. Por lo tanto, cerramos con otra estrategia a tener en cuenta: La pesca milagrosa. Tomamos lo que se indica en el Instrumentum Laboris:

También el episodio de los discípulos empeñados en la pesca, referido por el evangelista Juan (cf. Jn 21, 1-14), describe una experiencia similar: separados de Cristo, los discípulos viven su acción en modo infructuoso. Y, como los discípulos de Emaús, es solamente cuando se manifiesta el Resucitado que ellos recuperan la confianza, la alegría del anuncio, el fruto de la propia obra de evangelización. Sólo adhiriendo fuertemente a Cristo, aquel que había sido designado como «pescador de hombres» (Lc 5,10), Pedro, puede volver a echar las propias redes con fruto, confiando en la palabra de su Señor. (INSTRUMENTUM LABORIS. XIII  Asamblea ordinaria del Sínodo de Obispos, 2012, 38)

¿Qué es lo que se indica en el pasaje evangélico de la pesca milagrosa?:

  • Los discípulos se sienten separados de Cristo.
  • Su actividad es infructuosa, lo que les desespera y les lleva a la acedia.
  • Se sienten incapaces de cambiar el destino, pero hacen caso a Cristo, aunque no le reconocen.
  • Están cerca de la orilla y aún así, recogen una gran cantidad de peces. 
  • La pesca milagrosa les sorprende. Pedro reconoce al Señor. Se tira de la barca para llegar hasta Él.
  • Al llegar a tierra, ven que Cristo ha preparado un pescado a la brasa, mientras les esperaba.
  • Todos sabían que era Cristo, aunque no se atrevieron a preguntarle quién era.
  • Una vez trajeron las redes llenas de pescados, desayunaron juntos.

La pesca milagrosa habla de una comunidad y de la desesperación y desgana, que se implanta en ella cuando todo lo que hacen nos genera “éxitos” aparentes. También habla de que el “éxito” no proviene únicamente de los esfuerzos que realicemos. La Voluntad de Dios atrae los peces, que recogemos con nuestra fuerzas. “...es solamente cuando se manifiesta el Resucitado que ellos recuperan la confianza, la alegría del anuncio y se hace realidad “... el fruto de la propia obra de evangelización”.

Muchas veces nos olvidamos que Dios es quien controla las mareas del mundo y creemos que todo depende de nosotros, de nuestros métodos, estrategias, planificaciones, acciones, espectáculos, visibilidad social, etc. Cuando la marea sube, creemos que somos maravillosos porque recogemos frutos en abundancia. Cuando baja la marea, nos echamos la culpa y nos desesperamos. En gran parte se debe a que vemos la evangelización como algo externo a nosotros mismos y no como un camino para seguir los pasos del Señor. Pasos que a veces llevan a encontrarse con multitudes (Sermón de la Montaña) y pasos que otras veces nos llevan al escarnio y al sufrimiento (Gólgota). Cuántas veces olvidamos que se trata de negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz. No se trata de dispersarse y olvidarnos de las pisadas que debemos seguir. Unidos podemos sacar una tonelada de pescado, cuando Dios lo quiere así. Unidos, podemos sostenernos unos a otros en la sequedad del yermo, cuando Dios lo quiere así.

Unidos como hermanos, por la Gracia de Dios y el Divino Paráclito, la Nueva Evangelización dará frutos cuando Dios quiera y de la forma en que Él lo desea. Busquemos la unidad y apoyémonos unos a otros en estos tiempos tan complejos que nos ha tocado vivir. No nos comparemos unos con otros ni generemos envidias y rencillas que destrocen la fraternidad. Cristo nos podrá decir lo mismo que respondió a Pedro cuando le preguntó, con cierta envidia, por el destino de Juan: “¿a ti, qué? Tú, sígueme”. (Jn 21, 22). El evangelizador no debería mirar con envidia o con desprecio, lo que hacen otros evangelizadores. Debería centrarse en evangelizar con toda la humildad de la que sea capaz. Humildad que debería hacernos mirar a Cristo y señalarse de forma constante. Por otra parte, la evangelización es como la red que lanzan al mar. Hay pescador de muy diverso tipo, pero no se rechazan por ser de más o de menor edad, tipo de colectivo, procedencia, grado de evangelización previa, etc. ¿Qué sentido tiene que nosotros, simples sembradores, selecciones la tierra donde lanzar la semilla o el pescado que será recogido de la red? Actualmente, lo habitual es centrarse en colectivos muy determinados y olvidar los demás. Cristo dejó mu claro que sólo al final de los tiempos se seleccionaría entre quienes han decidido responder al llamado.

El Reino de los Cielos es como una red que echaron a la mar y arrastró toda clase de peces —les explica Jesús a sus seguidores—. Y cuando se llenó la sacaron a la orilla y se sentaron en la playa para juntar en una cesta los buenos, descartando los inaprovechables. Así será cuando la consumación de los siglos. Vendrán los ángeles para descartar a los malvados de entre los justos, para echarlos a la caldera de fuego» (Mt 13,47-50).

La estrategia de la pesca milagrosa se basa en lanzar la red donde Cristo señala. No debemos seleccionar el pescado, porque lo importante es disfrutar de la presencia del Señor y de su dones. El verdadero éxito no es la cantidad de pescado, sino la humildad que se desarrolla en nosotros, cuando actuamos como dóciles herramientas en manos de Dios.

Espero que estas ocho entregas sobre la Nueva Evangelización hayan conmovido y animado a quienes todavía no han empezado a lanzar la Semilla allá donde vayan. No pierdan la Esperanza.

 

 

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