Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Religión en la Escuela: la asignatura de las mentiras

por Inversiones en esperanza

De vez en cuando aparece en la prensa. Por ejemplo, cuando surge algún problema con algún profesor que la imparte.  O cuando hay recortes o modificaciones en los horarios. Cuando algún político de los sectores más izquierdistas del PSOE, o algún mandatario de Izquierda Unida, desean exhibir sus señas de identidad… se habla de la clase de Religión, para exponerla como un anacronismo: uno más de los “viejos privilegios” que la Iglesia Católica, mantiene, luchando a capa y espada, contra toda justicia y razón, en una sociedad española moderna, progresista e ilustrada.

Obviamente, se ha convertido en presa de algunos sindicatos “de clase” que se sirven de ella como signo de identidad (negativo). Junto con la protesta por los recortes, y la lucha contra la enseñanza concertada, es prácticamente ya el único que les queda.

¿Qué piensa la gente de la calle? Sinceramente, creo que nada. Quitando un grupo minoritario católico o de derechas que la defiende, y otros grupos, tampoco  demasiado numerosos, que exigen su salida del sistema educativo, a la mayoría de los ciudadanos españoles probablemente la asignatura de Religión les da bastante igual. De hecho ni siquiera la inmensa mayoría de los padres cuyos hijos la eligen saben lo que se hace en ella, ni parece importarles demasiado, para bien o para mal.

Sin embargo, la “Religión”, “maría” proverbial del sistema educativo español, sigue ostentando el reto de tópicos, ideas equivocadas y, en general, confusiones, sobre su verdadera naturaleza. Hace algún tiempo leía con asombro como hasta un pensador y hombre de reflexión como Fernando Savater, hablaba de ella como la “hora del adoctrinamiento religioso” en un artículo de prensa. Me quedé alucinado, pero no me alucina menos escuchar a algunos católicos “comprometidos” (como aquellos padres que me dijeron que habían sacado a su niña de la asignatura, porque “lo que se daba allí ya lo aprendía en la catequesis y en casa”).

Llevo 26 años impartiendo esta clase en ESO y bachillerato. Compaginar dicha actividad con otras actividades docentes  en la enseñanza superior, me ha ayudado a ver las cosas con más claridad, creo yo. Por todo ello, he llegado a la conclusión de que  la materia  de Religión católica merece con toda justicia el calificativo de “asignatura de las mentiras”: nunca sobre otra se han dicho más falsedades o tonterías, con mejor o peor intención.

Hace un par de años fui invitado a participar por una Asociación Laica a participar en un debate sobre la enseñanza religiosa en la Escuela pública. No me sorprendió que todos mis interlocutores de la mesa (hasta el moderador) y el 90 % del público fueran antagonistas radicales, porque ya sabía dónde me metía cuando acepté. Lo que me dejó de piedra fue la ignorancia que demostraron sobre la asignatura. “¿Que se imparte en horario académico en todos los países de la UE (con la excepción de Francia, que a su vez tiene las excepciones de Alsacia y Lorena, que si la incluyen)”? ¿”Que en ella se explica el protestantismo, y del judaísmo, y del budismo, y ¡el Islám también”!? ¿”Que temas como el arte y la cultura, aspectos de la historia española y europea, etica de los sistemas políticos, bioética, moral (del trabajo, de la sexualidad, de la amistad), psicología humana y civilización, fundamentos de fenomenología religiosa, también se tratan?” Pues, miren, sí. Y, por si me dejan añadirlo, discutimos también sobre el sentido de la vida, de la muerte, de la libertad y la alienación. Hablamos de la oración, de los símbolos, de los sacramentos, de esa institución (históricamente relevante, reconozcámoslo) que es la Iglesia, de qué es, sobre cómo se organiza, acerca de lo que hace. Repasamos el mundo desde la óptica cristiana, que es la más radicalmente favorable al hombre de todas; analizamos la crisis, la pobreza, la realidad del Tercer Mundo.

Y, ya puestos, les diré que, en lo que llevamos de curso (en bachillerato) yo he hablado de Hegel, Feuerbach, Nietzsche, Marx y Freud, del existencialismo, de los movimientos de vanguardia, de Heidegger, del ateísmo de Monod y Dawkins, de las teorías sobre el Universo. De la mecánica cuántica. De Vattimo. Eso que recuerde. Y de las relaciones personales: de cómo tener un matrimonio feliz, de cómo no dejarse manipular, del acoso escolar, de las relaciones sexuales… ¿Todo desde el trasfondo de Jesucristo resucitado? ¡Claro! Pero también lo haría si impartiera clases de filosofía o de Matemáticas B. Podemos ser respetuosos, pero todos tenemos nuestra opinión. Siempre he enseñado a mis chicos a ser honestos consigo y a no dejarse engañar. Y nunca he negado un sobresaliente merecido a un alumno ateo. Jamás.

Un sindicalista decía: “ustedes no tienen Oposición para enseñar en la escuela pública: ¡entran a dedo!” Yo le respondía: “si no la tenemos es porque no la hay”. Tampoco la tiene un liberado sindical, ni un cargo de confianza, ni un asesor, ni un contratado por la Administración. ¿Es eso ilegal? Por otro lado hay otra verdadera Oposición, y se repite todos los años: la de una asignatura que hay que aprobar (pero cuya nota no vale para las medias), que tiene como alternativa la nada absoluta (estar en una clase con un profesor que vigila haciendo lo que te da la gana) o, simplemente marcharte a tu casa. Y si es por la mañana quedarte en la cama durmiendo. ¡Y a pesar de eso los chicos la escogen! Digo bien “los chicos”, sí, pues todo el mundo sabe que los padres, de hecho, cuando intervienen, es más para aconsejarles lo contrario.

¿Existe alguna legitimidad mayor que ésta? ¿Cuántas materias la soportarían?

La asignatura de Religión habla de la vida. Es la vida misma y su currículo está integrado por las “alegrías y las esperanzas, las angustias y las tristezas” de los hombres, desde la óptica del optimismo más radical, que es el que Cristo nos aportó con su Resurrección. Ese optimismo, a través de esta materia, es el que me permite decirles a mis alumnos que les quiero con toda mi alma, que rezo por ellos. Me permite darles un abrazo el día de su cumpleaños, o un beso en la frente cuando capto que están mal.

Soy feliz con ellos. Creo que algo deben notar.

Para ustedes, como siempre, un abrazo.

josuefons@gmail.com

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