Viernes, 26 de abril de 2024

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Enséñanos a orar

por Creo, Señor, aumenta mi fe

Los discípulos no es que tuvieran ganas de hacer oración; es que viendo hacer oración a Jesús, les entraron ganas de orar. ¡Cuántas veces en la vida hacemos al revés! Pedimos un curso sobre oración porque nos faltan personas de oración.

Recuerdo haber vivido una situación similar en una marcha con montañeras de Santa María. El tema de la marcha era sobre la oración. Una pregunta decía: ¿Conoce alguna persona de oración? Las chicas fueron desgranando distintos personajes católicos de las que habían oído hablar a las religiosas. Pero una niña de la Concepcionistas del Escorial dijo, mirando a otra que estaba a su lado: “Tu padre es una persona de oración”. Era su catequista de Confirmación. Fue un testimonio formidable. Me recuerda también el dicho pastoral: “El modo que tiene un sacerdote de hacer la genuflexión delante del Santísimo, vale más que 50 pláticas sobre la eucaristía”.

Cualquier teólogo hubiera puesto una introducción antes del Padrenuestro: “Jesús no enseña fórmulas para congraciarse con el Señor, es más, invita a rezarlo haciendo caer las barreras del sometimiento y del miedo. No nos manda digirnos a Dios llamándolo «Omnipotente», «Altísimo», «Tú que estás distante de nosotros, yo soy un miserable»: no, no dice así, sino simplemente «Padre», con toda sencillez, como los niños se dirigen al Padre. Y esta palabra «Padre» expresa la familiaridad y la confianza filial”.

La oración del Padre nuestro nos enseña a gritar las necesidades materiales y espirituales. Bartimeo, en el Evangelio, es un ejemplo. Todos le mandaban callar, para no molestar, pero él gritaba más fuerte y Señor le recompensó con la curación porque había creído: “Jesús le devuelve la vista y le dice: «Tú fe te ha salvado»”. Tener fe es acostumbrarse al grito.

Por otra parte, la oración de petición está presente en el Antiguo y Nueva Testamento. No es inferior calidad, aunque no es la única manera de orar. “La oración de petición s auténtica, es espontánea, es un acto de fe en Dios que es Padre, que es bueno, que es omnipotente. Un acto de fe en mí, que soy pequeño, pecador, necesitado. Y, por eso, la oración para pedir algo es muy noble. Dios es padre que tiene una inmensa compasión de nosotros y quiere que sus hijos hablen sin miedo, directamente llamándole «Padre»; o en las dificultades diciendo: «Pero Señor, ¿qué me has hecho?» Para eso le podemos contar todo, también las cosas que en nuestra vida parecen torcidas e incomprensibles. Y nos ha prometido que estará con ostros para siempre, hasta el último de los días que pasemos en esta tierra. Recemos el Padrenuestro, comenzando así simplemente: «Padre» o «Papá». Y él nos entiende y nos ama mucho”.

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