Martes, 23 de abril de 2024

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Jesucristo te espera en el Cielo

Jesucristo te espera en el Cielo

por Creo, Señor, aumenta mi fe

Despedida.  San Juan nos deja una despedida de Jesús entrañable. Cuatro capítulos de su evangelio está dedicados al adiós con sus discípulos. A Jesús le cuesta abandonar este mundo, creado por Él y en que ha desenvuelto su vida terrena. Sudó en la carpintería, pero disfrutó de un ambiente rural no contaminado. Sin mascarilla, podía disfrutar de una carrerita mañanera.

   Vino para salvar a las personas y las amó entrañablemente. Algunos le despreciaron y odiaron hasta llevarlo a la muerte; otros le amaron entrañablemente, lo quisieron de verdad, incluidas sus deficiencias y traiciones. Las orientaciones de José, el hombre justo. Los diálogos entrañables con su Madre Virgen durante 30 años. La única con la podía compartir su misterio de Hombre y Dios verdadero. Aquellos discípulos, que no entendían nada de su misión, pero que lo habían abandonado todo por seguirle. María Magdalena, Zaqueo, las mujeres que le habían atendido durante su vida y le siguieron hasta el final. Los discípulos ocultos que le dieron sepultura. ¡Cuánto amor y cariño! La voluntad del Padre le apremiaba y Él no podía fallar. En estos capítulos entrega su Corazón hecho palabras: promesas, consejos, advertencias… es el Buen Pastor que no quiere perder ninguna de sus ovejas.

   No se turbe vuestro corazón. Los discípulos están desconcertados. Las preguntas que le hacen, lo demuestran. Quedarse sin Él es un pensamiento atroz. Muchas veces se repiten estas palabras en la Escritura.  Cuando Jesús   las dice a los apóstoles les descubre Quién es y les da confianza. La Palabra de Dios nos orienta cuando, por diversas circunstancias, nos lleguen horas bajas de ánimo espiritual o tentaciones del enemigo. La persona de Jesús es nuestra fortaleza. “Sé de quién me he fiado” (2 Tm 1,12). “Si s omos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2Tm 2, 11). Y me ha demostrado cumpliendo la voluntad del Padre: “El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? Rm 8, 32). “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jun 3, 16) 

    Camino de eternidad. Jesús en estos capítulos quiere darnos una orientación de vida para el porvenir. Parte central del mensaje cristiano es que la realidad de este mundo no es definitiva. “Porque la representación de este mundo se termina” (1 Cor 7, 31). Con esta conciencia caminaron los padres del Antiguo Testamento y con ella ha caminado los mejores cristianos en el Nuevo. Jesús nos espera al final del camino. Y como la senda es larga y peligrosa conviene caminar ligeros de equipaje. No perder la senda, aunque el enemigo nos presente dificultades al caminar.

   También la vida eterna es una luz que ilumina nuestro quehacer concreto. Miradas desde la eternidad todas las realidades humanas adquieren su justo valor. ¿Cómo nos habría gustado realizar nuestra vocación, nuestros trabajos profesionales, nuestra atención a los hermanos más necesitados cuando nos encontremos con Jesucristo, el Señor?  Estamos en la presencia de la Santa Trinidad. Chapuzas, no.

   Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Jesús nos da la vida para andar el camino y mantenernos en la verdad. La pregunta de Tomás provoca la gran manifestación de Jesús: YO SOY EL CAMINO LA VERDAD Y LA VIDA. No tenemos que espera a otro. A nadie más. Su Muerte y Resurrección nos consiguieron la vida nueva que llega a nosotros por el Bautismo. La fuerza del Espíritu Santo nos guía para ser conformes a la imagen del Hijo: “Porque a los que había conocido de antemano los predestinó para reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos” (Rm 8, 29). También el Espíritu nos enseña que la verdad de Jesús que se encuentra en su Palabra: “Tú tienes palabras de vida eterna de vida eterna; nosotros   creemos y sabemos que eres el santo de Dios” (Jun 6, 69). Y en su Iglesia: “Ahora yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16, 18).

  

  

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