¿Pueden los sacerdotes opinar sobre el aborto provocado?

¿Pueden los varones opinar? ¿Y las que aún no han dado a luz? ¿Y las que ya lo han hecho? ¿Y las que abortaron? ¿Y las que se arrepintieron de hacerlo? ¿Y los que sobrevivieron a ser abortados?

¿Puede alguien limitar el derecho a opinar sobre una cuestión que, después de todo, es de vida y muerte, más que casi todas las otras cuestiones?

"A esos yo les diría que muchos ginecólogos son varones… ¡e incluso que muchos veterinarios no son animales!”, ironiza el párroco rural Antonio María Domenech en el nuevo capítulo de Red de Redes, el programa de humor y formación católica de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

En este quinto episodio, titulado Aborto y eutanasia, Domenech y sus dos compañeros de armas y alzacuello -Jesús Silva y Patxi Bronchalo- profundizan en qué significa estar a favor de la vida.

“Los que no somos mujeres podemos opinar del tema porque los niños en el seno de sus madres no tienen voz: necesitan portavoces que hablen por ellos y por sus derechos, empezando por el derecho a la vida”, reflexiona Silva.

En este artículo, les acompañamos en su análisis y destacamos las cinco principales reflexiones que los tres clérigos abordan en el capítulo.

1) Las madres también son víctimas del sistema abortista

Patxi Bronchalo recuerda que, en el debate en Argentina en torno al aborto, un lema provida era “Salvemos las dos vidas”, y Jesús Silva señala que “muchas veces las personas que abortan tienen una responsabilidad muy atenuada, porque estamos en un mundo en el que una chica adolescente embarazada encuentra muchas presiones de todo el mundo y muchas facilidades para abortar”.

Señalan que, desde que el papa Francisco autorizó a los sacerdotes a absolver el pecado del aborto -en 2016, antes debía autorizarles su obispo o el propio pontífice-, se han encontrado con muchas mujeres que acuden al confesionario por este motivo.

“Muchas vienen con una ruptura emocional muy grande -explica Bronchalo-, son personas que en una situación muy vulnerable no encontraron apoyo”, y añade que “se niega que exista el síndrome postaborto, pero yo encuentro un montón de mujeres que acuden a la Iglesia a sanar estas heridas y ser perdonadas”.

2) Es necesario enseñar la verdad

En defensa de la vida, las embarazadas, los bebés y las familias, es importante proponer la visión cristiana del sexo.

Para Silva, es importante entender que una persona no “se queda embarazada”, sin motivo. “Al haber cortado el nexo entre sexualidad y reproducción, de forma artificial, encontramos gente que se queda embarazada y dice «¡Ay! ¿Ahora qué hago?»”. Frente a esto, plantea la necesidad de “enseñar la verdad de la biología humana” y de hacer ver que los actos -también el sexual- tienen consecuencias, y que “si lo que tienes dentro de ti es una vida distinta a la tuya, no tiene que pagar las consecuencias de algo que hayas hecho inconscientemente”.

“Hace falta recuperar una educación en las virtudes; concretamente en la castidad”, añade Bronchalo, que aboga por “educar en la belleza del amor humano y la sexualidad verdadera”. Silva, además, añade que “paternidad responsable” no es solo que los matrimonios elijan cómo o cuándo tener hijos, sino “ser responsable a la hora de ejercer la paternidad".

3) Sentir “pena” no es lo mismo que la verdadera compasión

Antonio María Domenech profundiza en la cuestión y la lleva a lo antropológico: “El problema -dice- está en desplazar esta realidad al campo emocional”. Señala que, apoyándose en un sufrimiento y unas dificultades reales, la opinión pública aprueba el aborto “por pena”. “Pero -puntualiza Domenech- pena no es compasión, porque la compasión es ‘padecer con’, es acompañar en el sufrimiento y brindar una ayuda que puede durar toda la vida, no solo los primeros meses de vida del bebé”.

4) La vida vale la pena, incluso sufriendo

Otro apunte profundo lo plantea Silva: “Hoy en día el debate del aborto ya no está en si el feto es persona o no, o en si tiene un ADN distinto a sus padres, sino en el derecho de la madre a decidir”, dice, y narra el caso de una mujer que, consciente de llevar dentro una vida independiente, eligió abortar “para evitar al niño venir a una porquería de mundo a sufrir”.

Para Silva, esta es una concepción “anti-vida”: “Ser provida no es solo ser anti-aborto, sino creer que la vida merece la pena, que es hermosa y merece la pena vivirla, incluso con sus sufrimientos, límites y problemas, porque no estamos solos”, añade. Pone el ejemplo de su hermano Pablito, que tiene síndrome de Down: “Hay un trabajo extra y hay sufrimiento, pero ¡bendito síndrome de Down, porque mi hermano es un regalo para la familia!”.

En el fondo de la cuestión es que hay mucho miedo a sufrir y a morir, también a morir en vida, con aquello que te quita tiempo y comodidad, señala Bronchalo, y recuerda que desde Cristo se entiende “el valor redentor del sufrimiento”, que puede ser “la escalera” que te lleve al Cielo. “Cualquier situación de sufrimiento nos puede ayudar a salvarnos, a nosotros y a los que se compadecen, a los que padecen con nosotros”, completa Domenech.

5) El aborto es un gran negocio que enriquece a los abortistas

Una última reflexión: “Esto mueve mucha panoja”, advierte Bronchalo, quien cuenta cómo en España se registran decenas de miles de abortos anuales. “¿Cuánto dinero es eso?”, se pregunta. Silva señala que a los propios abortos hay que sumar las píldoras, preservativos y anticonceptivos: “Una industria millonaria que se aprovecha de la emoción de la gente y del pansexualismo para sacar tajada”, señala.

Un sacerdote y unos cristianos rezan ante una clínica abortista de Barcelona en 2022.

Los tres sacerdotes también reflexionan sobre el daño que hacen a las cuentas de este negocio los fieles que rezan frente a las clínicas donde se practican abortos. “Al final creen más en el poder de la oración los propios empresarios abortistas que nosotros”, ironiza Bronchalo.

Como en cada episodio, Silva, Domenech y Bronchalo se despiden con tres recomendaciones: un santo -en este caso dos, santa Josefina Bakhita y santa Rita de Casia-, un libro -La vida secreta del niño antes de nacer, del psiquiatra Thomas R. Verny- y una película de 2007 con mensaje provida, Juno, dirigida por Jason Reitman.

[Repase aquí 17 películas que tratan el aborto: hasta las pro-aborto demuestran su sordidez].