El prelado de la dócesis castellana ha salido al paso de la traición electoral del Partido Popular por su renuncia a avanzar en una legislación que proteja la vida y reduzca las posibilidades de aborto. 


- La retirada de la reforma de la ley del aborto me parece un acto de cobardía y de falta de coherencia por parte del presidente del Gobierno y del PP. Es una decisión con la que el Partido Popular va a defraudar a muchas personas que, tras esta decisión, desconfiarán de las promesas pasadas, presentes y futuras. Son muchos los votantes del PP que se sienten manipulados y engañados porque ésta era una de las principales promesas electorales, por la que muchos optaron por votar a este partido.

Las promesas electorales hay que cumplirlas y no prometer cuando se hace la campaña electoral algo tan importante como lo que está en juego con la reforma de esta ley porque se cree que la promesa va a favorecer el crecimiento del número de votos y afirmar lo contrario cuando se sospecha que, el ser consecuentes con lo prometido, va a traer consigo un descenso de los mismos.


- Ciertamente que hay principios innegociables; entre ellos está el derecho a la vida de todo ser humano, precisamente porque éste no es un derecho más sino el fundamento y el sustento de todos los demás derechos. Cuando lo que está en juego es el derecho a vivir, éste no se puede considerar como una cuestión de más o menos importancia; no podemos olvidar que la diferencia de que una decisión vaya en un camino u otro está poniendo en juego en España diariamente la vida o la muerte de 300 seres humanos concebidos y no nacidos.

Muchos de los votantes del PP lo han sido eligiéndolo como un mal menor; con la retirada de la reforma de la ley del aborto en vigor, aprobada por el Gobierno Zapatero, ese mal menor ya no existe y se ha convertido en el mal mayor.

Además, nunca podemos perder de vista que la defensa de la vida no es una cuestión exclusivamente religiosa; no, es una cuestión antropológica por la que hay que luchar no sólo como católicos. En esta lucha estamos implicados todos los seres humanos por el hecho de serlo; como personas debemos exigir y defender la dignidad y el respeto de la vida de los demás, especialmente de los más indefensos, lo mismo que reclamamos y defendemos u exigimos para nosotros el derecho a la dignidad y la defensa de nuestra propia vida.

Por eso, tanto las personas que están a favor de la vida y, lógicamente, los católicos a la hora de votar se van a encontrar con un grave problema pues ninguno de los partidos que componen el arco parlamentario defiende abierta y plenamente el derecho a la vida, lo que implica que de ninguno tenemos la seguridad de que va a luchar por su defensa y respeto en todo momento.


- Pienso que la participación en la política por parte de los laicos cristianos es algo esencial; es un campo específico en el que el laico debe ejercer su responsabilidad apostólica y evangelizadora así como su corresponsabilidad eclesial. Dicha participación viene reclamada, a voces,  por esta situación de la que estamos hablando.

Sí, es necesaria la presencia de los católicos en la vida pública; laicos católicos bien formados, coherentes y consecuentes que se comprometan en la vida política y defiendan con coherencia los principios fundamentales de la ética y moral cristianas. Sólo así se verán defendidos los principios innegociables en la vida política.


- En la lucha a favor de la vida hay muchísimos voluntarios y organizaciones plenamente comprometidos que apoyan la promoción de la mujer y demuestran su solidaridad con los  más necesitados de la sociedad.

Los COF diocesanos -Centros de Orientación Familiar- (que existen en la mayoría de las Diócesis, también en la nuestra) son un medio eficaz de orientación, de ayuda concreta, psicológica, de información y asistencial a las madres y padres que se encuentran en una difícil situación para sacar el embarazo adelante. Es mucho el bien que han hecho a personas que recurrieron al Centro con intención de abortar y que, cuando se les ha informado de lo que es el aborto, de las secuelas y la inmensa belleza del ser humano, han decidido ser valientes y seguir con su embarazo, y hoy tienen a su hijo al que quieren y por el que se desviven.

Pero hemos de poner aún mayores medios de apoyo y protección, especialmente para esas madres que pasan por esta situación de verse abocadas a tomar una decisión de tal calibre: medios económicos, laborales, de acogida y acompañamiento. En esta tarea están empeñadas muchas asociaciones eclesiales y civiles pero tenemos que implicarnos aún más como Iglesia; eso sí, al mismo tiempo debemos reclamar a las Administraciones públicas que hagan un esfuerzo mucho más generoso, poniendo en marcha políticas eficaces para ayudar a la mujer gestante y a las familias.