Carol Everett dirigía cuatro abortorios en Texas entre los años 1977 y 1983, hasta que un encuentro con Jesucristo la convirtió en militante de la causa provida.

El pasado 8 de mayo, durante la Cena de la Rosa que sigue tradicionalmente a la Marcha Nacional por la Vida de Washington, Carol explicó con crudeza la naturaleza del que fue durante aquellos años su negocio.

"Yo vendía abortos", confesó: la clínica era "como una ubre" de la que extraía una comisión, a tanto por aborto. Tanto más negocio cuantos más abortos realizara. Afirmó, según recoge el Catholic Register, que la inversión necesaria para montar un abortorio se recuperaba prácticamente en un mes.

Una de las partes más interesantes de su intervención fue cuando explicó que los programas educativos de educación sexual amparados por los poderes públicos (y que suelen presentarse como destinados a "evitar embarazos no deseados") sirven para preparar el terreno al negocio del aborto, "rompiendo el pudor natural de los niños y dañando así el vínculo parental, porque lo que se les enseña sobre sexo y masturbación les avergüenza, de modo que no se sienten a gusto contándoselo luego a sus padres".

Otra forma en la que se prepara a los niños para el aborto, continuó la doctora Everett, es induciéndoles a un consumo de píldoras anticonceptivas en baja dosis que, para ser eficaces, tienen que tomarse todos los días a la misma hora. La mayor parte de las adolescentes no consigue cumplir esa pauta y, confiada sin embargo en el método, acaba quedando embarazada.

Por último, apuntó a que "la industria del aborto tiene una agenda con la píldora abortiva RU-486", y si no funciona adecuadamente, la mujer tiene que acudir a un aborto quirúrgico: "No introduzcáis fármacos de aborto químico en vuestra nación", exhortó a los presentes, pues actualmente está en proceso de aprobación en Canadá.

Asimismo, recordó que los consejeros partidarios del aborto jamás hablan de la adopción como alternativa, y muchos tienen una formación de telemarketing para conseguir cuanto antes una cita para el abortorio, con frases como "nosotros nos haremos cargo del problema" o "nadie tiene por qué saberlo".


Everett se convirtió justo cuando estaba pensando ampliar negocio. Se puso en contacto con un asesor de negocios para ello, y durante la conversación comprendió que estaba ante un cristiano. Le dijo entonces que ella tenía un ejemplar de la Biblia en el cajón de su despacho en el abortorio, y que rezaba para que no muriese ninguna chica. El asesor replicó que ese Dios al que ella rezaba había preparado las cosas para su encuentro, porque quería que abandonase semejante trabajo.

Impactada por esa consideración, Carol vio repentinamente la realidad de lo que hacía. El asesor la invitó en ese momento a rezar la Oración del Pecador (una plegaria sin fórmula precisa muy habitual en círculos evangélicos), para reconocerse como tal, arrepentirse y agradecer a Dios que enviase a su hijo Jesucristo para redimirla y morir por sus pecados en la Cruz.


Carol salió tranformada de aquel encuentro. Llegó a su clínica, y vio que las chicas que esperaban para el aborto "estaban llorando": "Reparaba en ello por primera vez, yo hasta entonces solía ser el martillo que las empujaba hacia sus abortos. Comprendí que no sólo era una mujer-que-mata-niños, sino que era también una mujer-que-mata-mujeres".

Ella misma había abortado en 1973, poco después de la sentencia Roe vs Wade que legalizó el aborto en Estados Unidos. En aquel momento tenía dos hijos, y su marido no quiso un tercero. Tras el aborto se separaron, y ella aplastó el dolor de aquella pérdida dedicándose a ese mismo negocio.

Cuando se convirtió, fundó el Grupo Heidi, pues Heidi fue el nombre que le dio a la hija que no llegó a tener. Su fundación se dedica ahora a ayudar a mujeres en dificultades a causa de su embarazo, facilitándoles alternativas provida.

Carol animó a quienes la escuchaban recordándoles la eficacia de las leyes que se están implantando en su estado, Texas, donde no es posible el aborto más allá de las 20 semanas, y donde medidas como la obligación de ver una ecografía o escuchar el latido del niño han obligado ya a cerrar 28 abortorios. Ahora, además, la legislación forzará a cada abortorio a obtener una licencia como clínica ambulatoria, lo cual, según Everett, obligará a cerrar otros nueve centros.

"Recordadlo: ¡nosotros ganaremos! ¡Estamos del lado de Dios!", concluyó su testimonio.